“No busco sangre, sino concientizar”, repite públicamente Rosana Plaza, madre de Matilda Angeleri. Su hija tenía 18 años y cursaba el último año en el Colegio Preuniversitario Dr. Ramón Cereijo de la Universidad de Buenos Aires (UBA) en Escobar. En la semana en la que sus compañeros viajaron a Bariloche para vivir un momento inolvidable, Matilda se quitó la vida. Venía soportando años de bullying y mucha soledad.
“No aguantó más”, dije Rosana sobre su hija. "Primer colegio preuniversitario de la Provincia de Buenos Aires bajo la supervisión académica de la UBA. Primera camada, una etapa histórica", así comenzó el acto de entregas de diplomas que se celebró en el aula magna de la Facultad de Derecho.
“En estas aulas se celebraron triunfos, festejos, aprendizajes, sueños”, siguió la conductora del evento. Pero esas palabras no coinciden con lo que vivió Matilde Angeleri. Desde el primer día de colegio, ella se encontró con un ambiente hostil, lleno de mezquindad y falta de empatía por parte de sus compañeros.
Llegó el momento de la entrega de diplomas. El primer nombre fue el de Matilda Angeleri. Su mamá Rosana subió al escenario. Visiblemente emocionada, caminó conteniendo las lágrimas, recibió el diploma por parte del intendente de Escobar Ariel Sujarchuk y le dio un beso a ese simbólico papel.
Rosana levantó el diploma mirando al público y luego al cielo. Pero su homenaje no terminó allí. Antes de retirarse del escenario, se detuvo a un costado, sacó un cartel de su cartera y con las manos firmes mostró a todos los presentes un mensaje: "Matilda presente, Matías presente. ¡Basta de bullying en la UBA!".
El cartel no solo contenía el nombre de su hija, sino también el de Matías Rolfi (27), el chico que murió al caer del segundo piso de la Facultad de Medicina, el 31 de octubre pasado. Se cree que también se suicidó a causa del acoso que sufría.
Como muchos adolescentes que atravesaron la pandemia, la joven quedó marcada por el encierro y la exposición permanente a las redes sociales. “Ella estaba muy acomplejada con su cuerpo, se veía distorsionada”, cuenta su mamá sobre los problemas alimenticios que padecía su hija.
Matilda sufrió bullying desde que arrancó la escuela en Escobar en 2020. “La tiraban contra la puerta y le decían: ‘Gorda, correte de acá’. En el recreo siempre estaba sola”.
Hubo compañeros que intentaron ayudarla, pero el grupo que llevaba adelante el acoso no permitía que nadie se le acercara. “Ese compañero era captado por los que dirigían el bullying y la dejaban sola”, explica su mamá, que en muchas ocasiones le sugirió a su hija cambiarse de colegio.
“Ella quería que la aceptaran, tenía la esperanza. Me decía: ‘Mami no quiero empezar otra vez, acá ya los conozco. En algún momento me van a aceptar”, cuenta. Pero ese momento nunca llegó. La muerte de la chica ocurrió el 27 de septiembre en la casa de su padre.
Matilda soñaba con el viaje de egresados a Bariloche, pero una semana antes dijo que no quería ir. “Se dio cuenta de que iba a estar sola y no la iba a pasar bien”, explica Rosana. Su amiga Catalina también decidió no ir: “Mati, ¿para qué vamos a ir si nos van a bulear a las dos?”.
Rosana sostiene que la escuela falló: “La UBA no lo supo manejar. No supo preservar a las personas. No digo que sean los culpables, pero imaginate la cantidad de horas que pasan esos chicos ahí adentro”.
Incluso, Matilda y otro compañero habían pedido ayuda al colegio porque una compañera sufría lo mismo y que a causa de ello estaba con tratamiento psiquiátrico. La respuesta que recibieron aún resuena en la cabeza de Rosana: “No podemos hacer nada. Eso le dijeron a un chico de 17 y a una nena de 18”, cuenta.
En el sepelio de Matilda, la mamá de ese compañero se acercó a Rosana para contarle que su hijo también fue aislado y hostigado durante seis años. A pesar de hablar con las autoridades del colegio, la institución nunca hizo nada para integrar y detener el acoso.
“Ustedes contienen a la víctima, pero nunca se dieron vuelta a hablar con los que hacían el bullying”, les dijo Rosana a los docentes en una reunión posterior. “Ustedes tenían contacto con académicos internacionales, ¿cómo nunca se les ocurrió ver cómo articular recursos?”.
“Antes salías de la escuela y el bullying se terminaba, pero ahora son 24 horas. Te llenan de ansiedad. Mi hija no pudo, mi amor, no pudo”.
Matilda era una excelente alumna. Le gustaba dibujar, preparaba pines y llaveros. Quería ser farmacéutica. Faltaban dos meses para terminar el colegio. Tenía un hermano cinco años mayor, Mateo, al que adoraba. “Se amaban”, dice Rosana.
La palabra de las autoridades del colegio:
El Colegio Preuniversitario Dr. Ramón A. Cereijo emitó un comunicado en el que resalta que "Matilda figura, junto a sus compañeras y compañeros, en las placas recordatorias y su madre fue invitada a la ceremonia realizada en la Facultad de Derecho de la UBA, donde fue la primera en recibir el diploma en medio de un fuerte aplauso de todos los presentes”.
En el comunicado, las autoridades niegan que la estudiante haya sufrido "años de bullying" y que el Colegio no haya realizado ninguna acción al respecto. "Desde el comienzo estuvimos junto a Matilda en la búsqueda de su bienestar: generamos un espacio de contención en el Departamento de Orientación Escolar (DOE) y desplegamos un diálogo fluido y constante con su familia y sus profesionales médicos tratantes", agregan.
Finalmente, remarcan que "una vez sucedida su pérdida, desde los equipos docentes asistimos plenamente a su familia y fortalecimos las políticas de cuidado y las herramientas de contención hacia el conjunto del estudiantado".