Una relación tensa, marcada por las amenazas, terminó de explotar en una tarde de ejercicio. La discusión arrancó por teléfono y fue hasta el gimnasio para confrontarlo donde ambos intercambiaron tensos insultos.
Luego de un rato y cuando el conflicto parecía terminado, el agresor le pegó una cobarde trompada por detrás que lo dejó noqueado sobre un aparato de ejercicio.
No satisfecho con dicha agresión, que dejó a la víctima casi inconsciente, lo tiró al suelo. Una y otra vez, mientras lo invitaba a pararse para seguir peleando, le dio puntapiés en el rostro que lo dejaron con quebraduras en el pómulo y maxilar derecho.
“¡Dale, parate gil!”, le dijo a pesar de que el hombre no se movía. Un testigo, que hacía ejercicios en otra máquina, observó sin intervenir y luego de un rato se retiró.
Según allegados de la víctima, el hombre no podía golpear debido a su carácter de profesional y las heridas le impiden seguir trabajando. El agresor quedó imputado por lesiones pero no fue detenido.