Junto a la fuente, azul, con su sonido zen, los caminitos de baldosas que zigzaguean entre los árboles bajo el calor agobiante de la gran ciudad, Norberto Eduardo Zarubbi resplandece como un ícono de la plaza de San Martín, su mérito, a los 71, animarse a sacarse la ropa en plena metrópoli.
Descendiente de Italianos, adicto al cine (un mínimo de 4 películas por semana), ex preceptor y empleado de banco, Norberto llama la atención a los transeúntes de la Plaza, junto a la Municipalidad de San Martín. Es que, desde hace algunos años ha inaugurado una costumbre inédita en el barrio, para él, plaza es en realidad, la playa.
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“Me gusta el sol, siempre me gustó. Antes tomaba todo el día, cuando tenía tiempo, claro. Hasta dormía la siesta al sol. Ahora ya no se puede, cada vez esta más fuerte. Fijate, ahora son las 9 y media, y recordá que la hora está adelantada, en realidad son las 8.30, y ya está quemando. Mi horario es de 9 a 10.30”. Explica Norberto al tiempo que distribuye una buena cantidad de protector solar sobre su cabeza calva.
Eduardo Zarubbi no tiene prejuicios, lo demuestra con la naturalidad con que se apoya contra el banco de la plaza San Martín, descalzo, sin remera y únicamente ataviado con un short de baño. Si bien la suya, es una actitud que no llamaría la atención en Recoleta o en los bosques de Palermo, acá, en la plaza, representa un ícono revolucionario.
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Explicó Norberto
Refiriéndose al prejuicio de la sociedad sobre el destape Norberto explicó que “sólo una vez, vino una señora y me dijo: usted es un depravado, desubicado, no puede estar en cueros, es una falta de respeto. Pero yo creo que estaba un poco trastornada. Le contesté que no entendía por qué le molestaba que este tomando sol. Mire a las chicas que muestran el ombligo, o a las que usan polleras cortísimas, ¿Cuál es la diferencia?”
Norberto llegó a San Martín en el 57, su deporte es la paleta, juega en el Club Social General San Martín, rincón centenario de los deportistas del Conurbano. Aunque es un lugar ideal para el deporte, no satisface su necesidad de libertad: “El solarium del club no me gusta, me siento encerrado”. El resto del tiempo este osado caballero lo reparte entre el sol y su afición preferida, el cine.
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“Voy a ver dos peliculas hoy y una mañana. Así ya me quedo al día con los estrenos. Me gustan los hermanos Cohen. Aunque son un poco sádicos. Yo vi la flor innata del cine italiano y francés. La época de Mastroianni, Sophia Loren, Alberto Sordi, Vittorio Gassman, Anna Magnani. Me gustó mucho Ladrones de bicletas, La Strada”.
La radio suena bajita sobre el banco de cemento, junto a las ojotas y el protector solar. La compañía de este streeper septuagenario lleva inevitablemente a la comparación: ¿Llegaremos así a la tercera edad: disfrutando, saludables, y libres? o; ¿nos transformaremos lentamente en seres enfermos, quejosos y abandonados?. Vaya a saber. ¿Dependerá de nosotros?
13 de febrero de 2009