La mañana del martes 19 de noviembre de 2013 será recordada como paradigmática para la causa Luciano Arruga. A casi cinco años de su desaparición física y tras las idas y vueltas judiciales, sus amigos y familiares lograron que, mediante un acampe pacífico de 33 días, las autoridades accedan a excavar en el ex Destacamento de Lomas del Mirador, donde el joven fue visto con vida por última vez.
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Ese día a las 9, el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) compuesto por Juan Nobile y Miguel Saghesi, por orden del Juzgado Federal Nº1 de Morón, paleó el primer tramo de lo que llevará unas 15 jornadas de trabajo. Están a la búsqueda de cualquier rastro que pueda dar con el paradero del chico. No descartan la posibilidad de hallar restos óseos. Y para agotar todas las posibilidades, van a dar vuelta la finca por completo. Literalmente.
Desde fines de octubre, los allegados a Luciano junto con la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos de La Matanza (APDH) y otras organizaciones sociales, mudaron su rutina a un improvisado cuarto de madera y chapa. Lo edificaron en el jardín delantero de la propiedad de Comisionado Indart 106, el ex Destacamento. Encabezados por Vanesa Orieta, la hermana de la víctima, se turnan de acuerdo al calendario laboral de cada uno. Como meta se impusieron que siempre haya alguien.
Desde allí transmitieron radio abierta, bancaron inclemencias climáticas e hicieron declaraciones públicas. Siempre con la tónica del reclamo pacífico. Y pese al constante rechazo de los vecinos, Está claro, aunque bajar los brazos no es una opción que se baraje en el acampe.
Son las 8:47 del segundo día y uno de los antropólogos toma mate junto a los Amigos de Luciano. Charlan de la llovizna, no de la causa. Es que, pese a estar en una suerte de convivencia que durará al menos una quincena, el profesional no puede revelar nada de lo que ocurre dentro del edificio. Allí sólo entran los especialistas del EAAF, veinte personas del plan Argentina Trabaja, quienes colaboran con las excavaciones, y dos grupos de Gendarmería: los de “científica” y los que custodian la propiedad. El informe final será elevado al Juzgado interviniente.
“Vinimos hace unas semanas a hacer una visualización del predio. El primer trabajo lo realizó Gendarmería Nacional, quienes pasaron un georradar. Eso permitió tener una lectura del terreno sin necesidad de excavar”, cuenta a 24CON Nobile, encargado del cuerpo forense. El aparato se utiliza para buscar zonas donde hubo remoción de tierra y que se encuentran debajo del suelo transitable.
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La ayuda tecnológica es sólo una brújula que sirve como guía. “No te dice qué es lo que es, sino que hay algo para revisar. Se puede tratar de un pozo séptico, un tubo, una cañería, etc”, aclara el especialista, “por eso –continúa- se decidió excavar en los cinco lugares señalizados por el georradar y también vamos a hacer una excavación total del lugar”.
La incertidumbre de lo que puede yacer bajo tierra no es exclusiva de los allegados de Luciano. Frente a las alternativas que surgen en un caso como este, donde se desconoce el paradero del joven desde hace tanto tiempo, y en el que se sospecha la tortura y el asesinato por parte de la policía bonaerense, el antropólogo adelanta: “En el caso de que se encuentren restos humanos, también hay que ver qué tipo de inhumación se le dio a la víctima. De acuerdo a ello, puede estar esqueletizado o saponificado (con restos blandos)”
Tal como lo explicó Nobile, la búsqueda tiene dos momentos: uno guiado por georradar y el otro que podría denominarse “a ciegas”, en el que excavarán en toda la construcción. La primera instancia consta de los cinco puntos antes mencionados. Aunque el especialista no los confirmó, este medio pudo conocer dónde estarán focalizados.
El primero de ellos se encuentra en el patio trasero del Destacamento, al aire libre. Es un amplio cuadrado de tierra lindero a las medianeras de los vecinos y sería el más extenso de todos. Luego sigue el cuarto del fondo: una edificación dividida en tres habitaciones que habrían construido los policías en 2011, dos años después de la desaparición de Arruga. El tercero y el cuarto serán detrás de este cuarto y delante de él, ambos a la intemperie al igual que el quinto, ubicado en el jardín.
Con DNI en mano, Carlos sortea la entrada principal. Es uno de los cooperativistas que busca sin parar. Sus dedos rasgados denotan, tal como lo afirmó, que fue albañil de tiempo completo. Él no tiene miedo de toparse con posibles restos humanos. “Es nuestro trabajo”, dice y rápidamente razona: “Aunque preferiría usar la pala para otra cosa”. Gendarmería cierra la puerta de entrada enérgicamente. La cara de Luciano está tatuada en la madera hace ya mucho tiempo.
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21 de noviembre de 2013