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La historia de Sabrina, el amor no correspondido del Rambo de Berazategui

Días atrás el joven le había dicho a la chica que iba a hacer algo para "demostrarle su amor". "Tenía fotos rotas de ella", dijeron a 24CON.
Jueves, 18 de febrero de 2010 a las 12:28

Leandro Gustavo Martín Arteaga, de 23 años, alto, de pelo corto, morocho y de ojos claros, provocó uno de los más grandes revuelos policiales del año: Se disfrazó de gendarme, hizo una incansable guardia durante una semana en una cochería fúnebre, y el miércoles redujo a tres policías para mantener a dos de ellos secuestrados por casi 10 horas. Y todo, increíblemente, por amor.

Es que Sabrina Gómez, una chica de su misma edad, de rulos y teñida de colorado, le había robado el corazón cuando cursaban juntos en las aulas de la escuela Media 7 de Berazategui, también conocida como “Che Guevara”. Ahí terminaron el secundario.

Él se le había declarado, pero ella prefirió conservarlo como amigo. El hermano de la chica se la "había jurado": "No te metas con ella porque no quiere saber nada con vos". Pero Sabrina a Leandro no le tenía miedo, sino lástima. Porque según cuentan sus allegados, parecer ser un pibe sufrido. Con problemas familiares y grandes decepciones en su vida, como no haber conseguido entrar a la policía, ni a la gendarmería, tal como ventilan los rumores de su entorno.

Ayer por la mañana el joven dio el golpe. Altas fuentes de la policía ligadas al grupo de psicólogos que luego lo convenció de no desatar una tragedia, dijeron a 24CON que días atrás había alertado a su prometida: “Ya vas a haber, voy a hacer algo para demostrarte lo que siento”. Sin dudas, exageró.

Desde mediados de la semana pasada, se había hecho pasar por un gendarme y había ganado la confianza de los dueños de la casa funeraria Lanz, ubicada sobre la calle 144 del partido de Berazategui y epicentro del hecho que captaron las imágenes de los canales de televisión durante casi toda la jornada. Les había dicho que estaba haciendo una investigación secreta para el Ejército y preguntaba por ciertos personajes de la zona. El punto era estratégico, Sabrina vive al 2369, justo enfrente a la cochería.

El miércoles cerca de las 8, la dueña del velatorio llamó a Jésica Rodríguez, una oficial de la Bonaerense que estaba esperando el colectivo para ir a su trabajo. La mujer entró al local y el falso gendarme aprovechó para preguntarle sobre un pibe de la cuadra.

De repente el joven la sorprendió. “Cuando le quiero cortar la charla, me tira gas pimienta en la cara, me pega y se me tira encima. A la señora la ató con un cable y a mí con esposas que él traía. En un momento logro liberarme y cuando él apoya mi arma sobre el suelo lo reduzco. Después la mujer escapa y avisa al 911”, narró Rodríguez en comunicación con este medio.

Luego de varios minutos de forcejear, Leandro la intimidó: “Te voy a matar, a vos y a tu hijo (el pequeño Tobías)”, le arrojó. Le apuntó con el arma y justo, en ese preciso momento, aparecieron los uniformados Jeremías Reyes (22) y Guillermo Hermoso (40) en un patrullero. Ellos se ofrecieron como botín, pero con la condición que la mujer sea liberada. “Me ayudaron mucho”, dijo al respecto la oficial.

Allí comenzó la odisea. Los protagonistas: Dos policías de rehenes y un joven con alteraciones mentales fuertemente armado. Al instante llegó al lugar el grupo Halcón y refuerzos de Avellaneda y Quilmes. Todos estaban pendientes de la situación y la incertidumbre duró hasta entrada la tarde, cuando ya lograron identificar al delincuente y comenzaron a atar cabos.

Las informaciones eran confusas, novelescas. ¿Semejante acto por un amor platónico? El meollo de la cuestión diría que sí. Es más, según supo este medio, el chico llevaba consigo varias fotos rotas de Sabrina, que luego dejó olvidadas en la cochería.

A todo esto, Helga, una vecina y conocida de Leandro dijo que se dio cuenta que era un compañero de la escuela por la televisión. "No lo podía creer. Estaría muy mal para hacer eso", pensó.

"Siempre supe que es una persona muy depresiva pero no podía lastimar a nadie", dijo, y agregó: "No entiendo lo que buscaba". Pero no era la única, la policía tampoco sabía que es lo que pretendía. Durante el secuestro no pidió nada. Sólo unas pizzas, gaseosa y una muda de ropa.


Al principio estaba nervioso y después “se fue calmando”, dijeron los policías secuestrados. Manifestaba enojo con sus familiares que, dicho sea de paso, permanecieron fuera de la cochería durante toda la tarde.


Leandro “se sentía todo el tiempo rechazado” y se encargaba de que los demás advirtieran “esa discriminación”. “Quería entrar en la Policía, pero cada cosa que emprendía le iba mal... era una persona muy sola y muy enferma”, señaló Helga.

Al parecer, el chico tenía ciertos antecedentes y su prontuario amoroso no le favorecía. “Ya lo había denunciado por acoso otra compañera, Silvana, y la policía fue a verlo, charlaron con él y no pasó nada”, agregó la vecina.

A las 18:20, luego de 20 minutos que se hiciera presente en el lugar el ministro de Seguridad bonaerense Carlos Stornelli, el joven se rindió y entregó a su última presa.

Nadie resultó herido y por suerte no hubo que lamentar víctimas fatales. Lo cierto es que, lejos de ser Romeo en el balcón, la jugada le costó su detención y Sabrina, su prometida e inalcanzable amada, hoy tiene una historia de novela para contar, de un amor no correspondido.

 

18 de febrero de 2010

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