Sin embargo, su desafío mayor no era otro que convocar, en un mismo ámbito, a dos rivales internos de Unión Celeste y Blanco, la fuerza que conduce Francisco De Narváez, en la Primera Sección Electoral: Fernando Rozas y Jorge D’Onofrio, el primero apoderado del partido y el segundo senador provincial.
Es que estos dos dirigentes tuvieron más de un contrapunto en el armado territorial de todos los distritos, y sus compromisos se contraponían permanentemente. Mientras que el primero sostuvo como candidatos a todos aquellos que alguna vez pasaron por “La Fundación”, emblemática sede partidaria de la calle Baez, el otro lo hacía con los que huían del peronismo y se sostenían en una buena relación con los intendentes.
Así fue que se produjeron tortuosas negociaciones en varios municipios, donde inclusive no se llegó a conseguir una lista única y se debió apelar a las “colectoras” para seguir en marcha con los compromisos asumidos. Pero, en algunos casos, los mismos iban en contra de acuerdos alcanzados personalmente con De Narváez, que luego tuvo que ceder ante la presión de uno u otro.
De estilos diferentes, D’Onofrio y Rozas se saludaron como dos personas civilizadas aunque nadie apostaba qué iba a pasar. La tensión era tanta que el senador prefirió ser acompañado hasta la mesa donde el apoderado de la lista estaba sentado así parecía todo más formal.
Una vez frente a frente, el saludo fue cortes y Arena respiró tranquilo. Es que la noche y los presentes no daban el ámbito para zanjar viejas disputas territoriales. Hasta donde llegó la convocatoria del concejal que también estuvieron presentes la felipista Esther Barrionuevo, senadora provincial de Hurlingham, y su viejo amigo, el ex senador de Vicente López Alberto Oliva.