María Esther Goen Rúa, titular de la Comisión Esperanza –una ONG encargada de la búsqueda de personas desaparecidas- apuntó contra la fiscal que manejó la investigación, Carina Pollice, una figura judicial que hasta el momento pasó desapercibida luego de que se señale a la policía como inoperante por las fallas en los rastrillajes.
En diálogo con 24CON, expresó: “Desde el principio tenía una sospecha muy severa, todos los casos que trabajé habían tenido desenlace terribles”. Desde que trascendió la noticia, la mujer mantuvo varias comunicaciones telefónicas (pocas exitosas) con la fiscalía de Pergamino, y desde un primer momento pensó que se trataba de “un suceso grave sobre la ruta”.
Según sus palabras: “Desconocía los motivos, pero estaba segura de que algo había ocurrido en el camino. Y eso fue descartado de plano por la justicia desde un primer momento. A los días me deslizan que podía ser alguna situación particular de Fernando Luis Pomar, por los antecedentes que estaban trabajando”.
-¿Qué le hizo suponer la hipótesis de la tragedia?
Partía del gesto que -el padre- hizo en el peaje de Villa Espil, me llamó la atención desde un lugar que el periodismo no cubría. Supuse una situación existente con otro vehículo, con otra persona, fue una apreciación personal.
-¿Viajó hasta el lugar de los hechos?
A 10 días de la desaparición me fui con expectativas a San Andrés de Giles. Pensé que me iba a encontrar con un mega operativo policial, tal como se decía en los medios, pero no había nada. Después fui a averiguar a la comisaría y un oficial de alto cargo me dijo: “Nosotros hacemos pedidos de colaboración”. Me aclararon que las órdenes salían de la fiscalía de Pergamino, hacia Mercedes, y de ahí a la Plata. Luego el ministerio de Seguridad mandaba los pedidos. Encima a esa altura la causa todavía estaba caratulada como averiguación de paradero, y eso no es nada, ni siquiera había pasado a desaparición de personas.
-¿Qué informaciones le brindaban desde la fiscalía?
El fiscal adjunto Nelson Mastorchio me reconoció que él mismo se subió a uno de los aviones –que hizo los rastrillajes-, y que lo de accidente estaba todo descartado. Se habían enfocado de lleno en el conflicto familiar. “¿Qué podían haber visto en la ruta?”, me insinuó con ironía.
-¿Por qué cree que las medidas de la fiscal fueron equivocadas?
A la luz del análisis de lo que implica una desaparición, se están haciendo todos los cargos contra la policía, y se está descartando la inoperancia de la Justicia. Primero había que encontrarlos y después armar las historias. Si en la fiscalía no tenía ni el auto, ni las personas, sentarse en una mesa de trabajo a tirar hipótesis de por qué se sucedieron los hechos, es no saber manejar un tema de desaparición. Tiene inexperiencia y soberbia. No soy un perito, pero le quise ofrecer mi experiencia, y jamás me atendió.
-¿Qué sentimientos tuvo cuando fueron encontrados los cuerpos?
Sentí mucha impotencia, me devastó. Mi sensación fue: “estamos en problemas”. Para mí no los vieron, no los quisieron ver, o no estaban. Además, el grado de descomposición de la familia, tapa cosas. Es una hipótesis que tengo que pensar.
De todas formas, más allá de determinar culpabilidades, creo que es hora de que se asuman responsabilidades. No sirve que se señalen unos y otros, hay que exigir la verdad. Hay dos criaturas que tenían sus mejores expectativas.
La Comisión esperanza funciona desde 1993 con un grupo de voluntariados, y se encarga de brindar asesoramiento e investigar la búsqueda de personas desaparecidas.
17 de diciembre de 2009
Pomar: Perito destruye todas las hipótesis de accidente