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La elección de esta plaza no es casual: es la única de la zona oeste que presenta escalones, desniveles y un piso liso, elementos indispensables para practicar este deporte que nació en Estados Unidos en los años 50.
“Yo vengo acá porque es la mejor plaza que hay en la zona para andar con el skate. Las otras tienen un piso que te traba y además no tienen los escalones que encontramos acá”, cuenta Ezequiel, que viene desde Merlo.
El lugar donde se concentran es el playón ubicado en el centro de la plaza, donde no hay tarde en la que no se vea a decenas de chicos tratando de hacer equilibrio sobre sus tablas. Pero “el día”, es el viernes, sobre todo a eso de las seis de la tarde cuando a los que llegan más temprano se suman los que salen de los colegios de los alrededores.
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“Yo me llevo el skate a la escuela. Lo dejo al lado de la mochila y cuando salgo me vengo a la plaza”, cuenta el propio Víctor, de 15 años, quien empezó hace seis meses su relación con este deporte que tiene dos modalidades: el skate vert o vertical, que se practica en rampas especialmente diseñadas, y el street o estilo callejero, que consiste en utilizar como obstáculos los elementos que se encuentran en cualquier lugar de la vía pública.
Así, muchos de los skaters que frecuentan la plaza de Ituzaingó también tienen otra diversión: escapar de la policía cuando los descubre haciendo sus piruetas en la puerta del Banco Provincia ubicado en Zufriategui y Soler. “Piensan que somos chorros”, se queja Jony.
Considerado un deporte extremo, debido a las graves lesiones que se pueden sufrir al practicarlo, el
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skate cuenta en la Argentina con 5 mil seguidores. Uno de ellos es Nicolás, un chico de de 12 años que es habitué de la plaza de Ituzaingó, aunque el año pasado estuvo a punto de “colgar” su tabla. Fue cuando en un intento por hacer un ollie (salto) cayó al suelo y sufrió dos fracturas en un brazo. “En ese momento pensé en vender el skate. Pero pasaron unos días y me dieron ganas de seguir. Y acá estoy, todos los días en la plaza”, cuenta a 24ITUZAINGO.
Y su caso no es el único. Fracturas u otras lesiones causadas por las caídas son moneda corriente dentro de los skaters, sobre todo entre quienes lo hacen en forma amateur, sin las condiciones ni los recaudos apropiados.
Jonathan, de 20 años, tiene su propia teoría acerca de por qué aunque las lesiones estén a la orden del día, “el que prueba lo que es subirse a un skate no se baja más. Porque es como una droga, pero sana. La sensación que se siente no se compara con nada, aunque te caigas y te quiebres una pierna”, sostiene.
Otra característica del “mundo skater” es que tiene algo de tribu urbana, de subcultura con códigos y vocabulario propios, que por momentos lo asemejan más a una moda que a un deporte. El rap y el punk son los dos géneros musicales que más adeptos tienen dentro de los skaters.
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Daniel, más conocido como Zaiko, es un claro exponente de esta mixtura entre música y deporte. Además de ser un fanático del skate tiene otras dos especialidades: rapea y recorre la ciudad pintando paredes y trenes con sus aerosoles. “Sobre todo me gusta pintar los trenes, por la adrenalina que se siente sabiendo que tenés que correr para que no te agarren”, explica Zaiko. Eso sí, por el momento está con “licencia por enfermedad”. Es que apenas si puede caminar:
tiene las rodillas en carne viva de tanto skate.