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Estrés económico: el 50% de los argentinos percibe que no llega a fin de mes ni puede ahorrar

Se registra un deterioro en la capacidad para afrontar consumos, según un estudio de la UCA. La situación se agravó en la última década.

Por Redacción

Jueves, 26 de junio de 2025 a las 14:13

A pesar de la caída de la pobreza en el segundo semestre de 2024, el estrés económico alcanzó al 50% de la población, evidenciando una fragilidad estructural. Se trata de la percepción sobre la capacidad de los ingresos totales para cubrir consumos básicos mensuales, sostener patrones de consumo y ahorrar.



Esto sale del último estudio del Observatorio de la Deuda Social Argentina (ODSA) de la UCA. La insuficiencia de ingresos autopercibida se agudizó desde 2015. Previo al 2017, había una brecha importante entre los niveles de pobreza e indigencia y la evaluación personal de poder atender las necesidades del hogar. A partir de ese entonces, la distancia se fue achicando a la vez que empeoraron dichos indicadores monetarios.

En los últimos tres años, se observa un aumento del estrés económico, pero esta intensificación no es marcada entre los indigentes y pobres no indigentes, sino que el agravamiento se concentra, de manera principal y casi exclusiva, en el grupo de los no pobres.

“En los estratos medios bajos, se destaca un crecimiento de los hogares entrantes (que en 2022 no percibían estrés económico pero sí en 2023-2024, o que no lo percibían en 2022 ni en 2023, pero sí en 2024), reflejando un deterioro coyuntural de los sectores medios bajos”, explica el ODSA.

Además, entre 2022 y 2024 la autopercepción de insuficiencia de ingresos aumentó 50% en el nivel socioeconómico medio alto, pasando de abarcar el 9,8% de ese segmento al 15,2%.

En el segundo semestre del año pasado, la pobreza llegó al 38,1% y la indigencia al 8,2%, lo que representó una fuerte baja en relación a los 6 meses previos. Sin embargo, el 50% de la población percibió un deterioro en su capacidad para afrontar consumos o ahorrar. En 2023, ese guarismo era de 46%. Los picos de carencias se dieron en 2016, con el 51,9%, y en 2019, con el 55,3%.

Agustín Salvia, director del ODSA, explicó públicamente que en contextos de alta inflación o de desaceleración abrupta se genera una desactualización entre el ingreso del mes anterior y los precios vigentes, lo que provoca un sesgo en la medición tradicional de la pobreza y la indigencia. Ese desfasaje reduce la efectividad de los indicadores.

Otra cuestión que mencionó el especialista es que en el cuarto trimestre de 2024, el Indec realizó una mejora en su metodología y empezó captando con mayor precisión en la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) los ingresos no laborales, como los programas sociales. El ODSA estudia si este cambio tuvo un impacto relevante en la notoria reducción de la pobreza de ese periodo.

Al mismo tiempo, incide en la percepción el creciente peso de los gastos fijos en los hogares por las subas de tarifas y servicios, motivo por el cual aunque los ingresos hayan avanzado en términos reales, se nota una menor posibilidad de acceder a otros bienes.

También se estudió el efecto del estrés económico en función de la presencia de niños y niñas. Los datos muestran que el 55,6% de la población con menores a cargo experimentó este fenómeno, mientras que en los hogares con niños la proporción alcanzó 54,6%.

“Si bien las brechas en el estrés económico entre hogares con y sin presencia de niños se mantiene relativamente constante, cabe destacar que entre los hogares con niños los shocks económicos hacen aumentar con mayor intensidad la proporción de unidades domésticas con estrés. Los resultados a nivel poblacional (en porcentaje de personas) replican estas tendencias”, detalla el reporte.

Por otro lado, resaltan que el déficit en la dimensión Salud adopta un papel significativo para explicar los factores que subyacen al estrés económico. Es decir, tener inseguridad alimentaria y/o recortar gastos en atención médica y medicamentos, sin disponer de cobertura de salud -más allá del sector público- incrementa el riesgo, con una intensidad incluso superior que la indigencia y la pobreza por ingresos.

Asimismo, la dimensión Trabajo es relevante estadísticamente. Ocurre que la ausencia de una inserción formal en el mercado laboral por parte del hogar eleva la probabilidad de experimentar estrés económico, posiblemente debido a la incertidumbre, la inestabilidad en el empleo y la variabilidad de los ingresos.

 

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