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Su último espectáculo, “De vuelta al pago, compadre”, está de gira por el conurbano durante noviembre: visitará Adrogué el martes 17, Morón el jueves 19, Ramos Mejía el viernes 20, San Fernando el Sábado 21 y Castelar el domingo 22. “Y el otro domingo estamos en España… En España e Independencia”, bromea para entrar en clima.
¿Con qué se encuentra la gente que va a ver tu show?
La verdad no sé cómo definirlo. Yo no cuento chistes: charlo de cosas que me pasaron a mí y a mis amigos. Todo lo que está relacionado con el humor y, si no lo tiene, lo ponemos. Menos sobre política, para no herir sensibilidades. Todo con mucho respeto, pero sobre cosas simples.
Es un humor familiar, que no recurre a la guarangada…
Sí, hoy parece que todo pasara por ahí. En ese estilo, me hace reír muchísimo Jorge Corona, es un monstruo. Pero mi ídolo total es Luis Landriscina, y admiro a todo aquel que tenga la intención de arrancarle una sonrisa a su interlocutor. Para mí, ese ya es un ídolo, porque está intentando mejorarle el ánimo a través de un chiste. Mi humor es más para una mesa en la que podrían estar sentados el papá, la mamá y los abuelos.
¿Desde chiquito quisiste ser humorista en Mendoza?
Nací y me crié en Maipú y ahora vivo en Luján de Cuyo, que está pegadito. En realidad, de chiquito quería ser músico famoso, o futbolista, o el actor de las telenovelas, para que las chicas me asediaran. Pero no pasó nada de eso. Ahora sí me llegó el asedio de las chicas y se los agradezco mucho, pero llegaron de la misma edad que yo, así que ya no estoy muy interesado. Y, si me interesara, tal vez no me acordaría para qué.
¿Sentís que le debés mucho de tu carrera a Tinelli?
Todo, todo, todo. Llegué al programa por un casting al que no quería ir. Sentía que en Mendoza no tenía ninguna posibilidad, hasta que un amigo me convenció para llevarme. Quedé y empecé a caerle bien a Marcelo y a la gente del programa. Se fue dando un círculo afectivo, más que una relación artista-público. Estar al lado de Marcelo, es como que Diego Maradona llame a un apasionado del fútbol y le pida que juegue y haga el gol del triunfo. Le agradezco haberme traído a las puertas de este mundo, haberme llevado de la mano y haberme prendido la luz.
¿La fórmula de tu éxito es la tranquilidad con que hacés tu humor?
Puede ser que la gente viva tan acelerada, que el humor vertiginoso no les deje desenchufar la máquina, y que conmigo puedan hacer una pausa. El humor siempre es el mismo, lo que varían son los estilos.
¿Cómo combinás tu oficio con la labor solidaria de tu fundación, que no es para nada graciosa?
La fundación surgió porque yo vengo de una familia de campo, y con la pobreza nos conocemos de cerca. Hemos padecido miserias, aunque siempre trabajando. Ahora, con este presente, Dios me ha dado más de lo que necesito, y entonces estoy ayudando a mucha gente, para ampliar esa mano tendida que quiero darles. Hay muchos que trabajan conmigo y colaboran, tratando de poner un paño frío a la situación.
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¿Tu hijo, Juan Francisco, participa de tus espectáculos?
Desde que nació el Chanchi, a los tres días lo entré alzado al escenario, y después siempre estuvo. Hoy toca el bombo y hace música con la banda que me acompaña, Los Indígenas. Los llamo así porque siempre vivieron en la indigencia.
Le dio más por la música que por la comedia…
Le gusta todo, y para él es un juego, no siente presiones. Si alguna vez no tiene ganas de salir al escenario, no sale. Hasta ahora no ha sucedido nunca, porque le gusta mucho. A lo sumo, pide que antes o después de la función lo llevemos a los juegos con la mamá.
¿Qué cosas de la vida cotidiana te hacen reír?
Los argentinos tenemos la particularidad de reírnos de lo que nos daña, de lo que nos duele y nos avergüenza. En ese sentido, hoy hay mucho de que reírse. Uno abre un diario o ve un noticiero, y hay cosas que son penosas o vergonzosas, pero que a la vez dan risa. Para transformarlo y ponerle una frutillita, como a una torta, y así afrontar la realidad. Eso es el humor.