El aprovechar la luz del día, resultaría, entonces, un sistema ofensivo para el organismo que sólo volvería a normalizarse recién el primer lunes del otoño, cuando los relojes regresan a la normalidad.
Los estudios realizados indican que “las personas vulnerables se beneficiarían al evitar cambios bruscos en sus ritmos biológicos”, según afirmaron los científicos Imre Jansky y Richard Ljung.
Los investigadores indicaron que la responsabilidad del infarto sería de la hora de sueño perdida, cuando los relojes se adelantan 60 minutos. "Podría pensarse que estas horas de despertar más tempranas durante el primer día de la semana y la consecuente falta de sueño tendrían un efecto cardiovascular adverso sobre algunas personas”, dijeron.
En contraposición, en otoño usaríamos esa hora extra especialmente los lunes. Además, las mujeres serían más vulnerables a los ataques cardíacos, al igual que las personas menores de 65 años por su rigidez en los horarios laborales.
Más de 1.500 millones de personas en todo el mundo viven en países que usan el sistema de ajuste del horario para aprovechar la luz del día y ahorrar energía.