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Le robaron, salió a cazarlos, pero se incrustó adentro de una casa y murió

Miércoles, 11 de agosto de 2010 a las 22:11
Por José Luis Gallego

Ricardo Da Silva, un comerciante de 38 años, vecino de Villa Ballester, fue asaltado en la esquina de Ituzaingó y Quintana, a raíz de ese robo, salió en una persecución desesperada, en la que perdió la vida. Tenía sólo 38 años. Lo velan frente al cementerio de San Martín.

Su hija Melina no tiene más de 10 años, pero cuando cerró la reja los sintió. Entonces, los ladrones “enfierrados y durísimos”, se bajaron a los gritos y les apuntaron en la cabeza: “Ella vio un auto que pasó y retrocedió de golpe”, relata la cuñada de Ricardo Da Silva. “Les apuntaban en la cabeza a mi cuñado y al hermano, les robaron todo. Pero de pronto, mi cuñado grita ‘la policía’ entonces los ladrones se asustaron y huyeron”, explica con los ojos vidriosos de dolor mientras el remís espera para llevarla al velorio.

Esos delincuentes, que según testigos tendrían entre 18 y 23 años, estaban “sacados”. Venían de un “gira de furia” la cual consistía en secuestrar personas al azar, a la velocidad de la locura, golpearlos, torturarlos y echarlos por ahí.

 

Rotando de tanto en tanto, de auto en auto, para disociar la fuga del tendal de sufrimiento que dejaban a su paso. Cuando se cruzaron con Ricardo, los delincuentes ya habían pasado de una Kangoo a un Peugeot 307. Una de las víctimas habría declarado que en la Kangoo los captores llegaron tener a cuatro personas golpeadas, ensangrentadas y amenazadas. También, que cuando pasaban entre vehículos cargaban en su botín una cantidad importante de bolsas y objetos producto de los atracos consecutivos.

Ricardo gritó: “La policía”. No tenía un arma pero le sobraban “huevos”, los iba a “bajar” como sea. Ya  lo había dicho: “Si se meten con mis pibes los mato”. Cuando los “chorros” huyeron él salió a cazarlos con toda la furia acumulada. No tenía armas, solo su 4 x 4. Vaya a saber cómo pensaba detener a estas “bestias calzadas” que a veces matan de gusto. Pero igual, cualquiera haya sido la estrategia guionada por impotencia que sufre alguien que es ultrajado, ésta no llegó a concretarse ya que Ricardo se mató antes.

Susana vive a dos cuadras de la Rana, uno de los lugares más “picantes” del Conurbano, pero ella está tranquila: “De este lado no roban, del otro sí”. Tiene unos 50 y pico y el sueño pesado: “Encima, se había cortado la luz, me fui adormir a las diez y medía”.

Seguramente ya estaba soñando, cuando Ricardo Da Silva, a más de 100 kilómetros por hora, al intentar esquivar a otro vehículo que apareció en la boca calle, se metió en el taller mecánico de su marido, en la planta inferior, debajo de su cama. Bajaron con velas, con el corazón en la mano y la certeza en el pecho que algo había explotado.

Entonces lo vieron: “La policía vino casi en el momento, estaba por acá. Nos dijo que estaba muerto”, relata la dueña de la casa donde impactó la Vitara doble tracción. La camioneta entró completamente en el taller mecánico de la esquina y Ricardo murió en el acto. Los delincuentes huyeron, pero posteriormente habrían sido capturados por la policía, relataron familiares de la víctma.

 

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