¿Quieres recibir notificaciones de alertas?

El flagelo invisibilizado: violencia sexual digital y desconexión adulta

Abogado; Director Ejecutivo de Grooming Argentina; Fundador de la red Grooming Latam; Gerente de la línea de reporte de la red Global INHOPE en Argentina; Magister en Educación Digital; Docente Universitario.

Domingo, 08 de junio de 2025 a las 23:07

Cuando el cuidado desde el reconocimiento, acompañamiento real, rol de supervisión y guía, presencia constante y diálogo horizontal no hacen “doble click” en la vida digital de las infancias y adolescencias, se pone en evidencia un flagelo invisibilizado: niñas, niños y adolescentes a la intemperie y permanentemente permeables a sufrir algún tipo de violencia en el ecosistema de Internet. Esta desconexión no es solo técnica, es emocional, y está dejando a las infancias expuestas a una soledad peligrosa en el entorno digital.

A raíz de la pandemia, comenzó a gestarse un cambio de paradigma notable en el ritmo y dinámica diaria de las chicas y chicos en Internet. Al punto tal de que Argentina se convirtió en el país con mayor índice de conectividad en América Latina, donde niñas, niños y adolescentes habitan – en promedio – 7 horas diarias con sus teléfonos móviles.

Este escenario lo analizo desde un enfoque poliédrico. El aumento notable de la conectividad, la ausencia de educación digital en las escuelas, el diálogo que no aparece en casa cuando se trata de la "vida digital", la falta de políticas públicas y el aprovechamiento que hace la industria de la pedofilia de todo lo anterior, son algunos de los elementos que describen un escenario de "pandemia en las sombras" en todo el mundo. A esto se suma un sistema adulto que aún no ha logrado ponerse a la altura de los desafíos que implica la crianza en un mundo hiperconectado.

Desde Grooming Argentina observamos hace años un mundo adulto "anestesiado en materia digital", que se ha posicionado como "copiloto" de la vida digital de sus hijos, sin GPS. Cuando al copiloto se le daña el GPS, la responsabilidad recae netamente en quien conduce: en este caso, el niño o niña que posee el dispositivo. Esa distancia en términos de destreza, habilidad y manejo no es inocua: es desconexión. Y sus consecuencias impactan directamente en la vulnerabilidad. Un padre que se aleja cada día más del acompañamiento digital, se convierte en un padre más negligente. Y cuando esa desconexión se transforma en costumbre, deja de ser excepción para convertirse en norma.

Datos de la red Grooming Latam revelan que 8 de cada 10 niñas, niños y adolescentes afirman saber más de tecnología que sus padres. Esto refuerza la teoría de que están solos en Internet. Creen que papá y mamá no pueden ayudarlos, porque no entienden.

La sincronicidad familiar no debe ser solo una configuración tecnológica, sino un concepto real de corresponsabilidad para construir un entorno digital seguro en casa y en familia.

Hace años hablamos de la "orfandad digital": en Internet, los hijos son los padres. Esa distancia, cada vez más notoria, debe ser resignificada para crear sociedades más justas, más igualitarias, con perspectiva de protección.

Las infancias de hoy piensan primero en clave digital y luego en clave física. A diferencia del mundo adulto, que debe ocuparse (y preocuparse) por lo que ocurre no solo fuera del hogar, sino dentro. La pedofilia se mueve omnipresentemente de manera intangible, con "copia de llaves" de cualquier hogar, por la falta de conciencia sobre la protección de los datos personales.

Estamos en un momento clave: nos falta la llave de acceso a la vida digital de nuestros hijos. Series como "Adolescencia" lo muestran claramente: los chicos están solos en Internet, expuestos a adultos con intenciones delictivas y de violencia sexual directa, real, no virtual, en entornos y subculturas desconocidas.

El desafío no es solo saber usar una red social. Es comprender que aquella pastilla en el vaso que nos advertían nuestros padres, hoy puede ser una notificación en el celular de una niña, niño o adolescente. Ya no se trata solo de proteger a quienes amamos, sino de entender que ellos mismos pueden convertirse en víctimas de esa trampa digital, disfrazada de juego, amistad o validación.

Estamos frente a un enemigo público que ha encontrado en Internet el vehículo de acceso a la vida de cualquier niño o adolescente. Estos tienen habilidades superiores a las del mundo adulto que debe cuidarlos, y son vulnerables por su inocencia. En Argentina, 4 de cada 10 chicos acceden a su primer celular antes de los 9 años. Este acto es una "emancipación digital": el mundo adulto les suelta la mano.

La hiperconectividad y el acceso prematuro a pantallas son sinónimo de hipervulnerabilidad. Esto no es una exageración, es un diagnóstico basado en la realidad. Un niño con una pantalla sin guía adulta está expuesto a todos los riesgos que el mundo digital ofrece sin filtros.

Dos mundos que no deberían convivir: la pureza de la infancia y el crimen atroz de la pedofilia.

Esta industria criminal se mueve entre la Internet superficial y la oscura. Allí habitan subculturas pedófilas que intercambian información, venden contenido y cometen delitos aberrantes: el tráfico del mal llamado "pornografía infantil". Una contradicción semántica. No existe tal categoría: es violencia sexual grabada. Las palabras crean realidades. Llamarlo "porno" es vulnerar dos veces.

El grooming y el material de violencia sexual digital están creciendo de forma alarmante. El grooming es un secuestro emocional. Una forma de violencia sexual sin contacto físico, donde el agresor manipula emocionalmente y perfecciona la violencia desde la distancia.

La única estrategia válida hoy es la prevención primaria. Y eso comienza con información. Una sociedad informada es una sociedad protegida. Como nos dijo el Papa Francisco: la prevención es un acto de amor.

La escenificación de la vida digital de las infancias debe interpelarnos desde la protección. Padres e hijos son vulnerables. Lo que no se comprende, no se enfrenta ni se transforma. Hay que volver al rol de guía, supervisión y cuidado. Ser custodios de lo digital. Involucrarse no solo es un derecho, es una obligación ética y emocional.

Internet impacta. Golpea. Atraviesa. Las amenazas son reales. Las violencias también. Aunque no sean físicas.

El mensaje es claro: el vínculo siempre hará la diferencia. Lo que salva no es el castigo, es el lazo. El adulto que sostiene, incluso cuando no entiende. El que se banca el silencio, el enojo, y permanece.

Estamos enfrentando una red: se llama pedofilia. Debemos construir otra más grande. Una red de protección, información y compromiso colectivo. Porque las infancias no pueden esperar.

IG: @HernanGNavarro 

 

PUBLICIDAD
PUBLICIDAD
PUBLICIDAD
PUBLICIDAD