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Estafas cotidianas: los fraudes más comunes, cómo prevenirlos y el rol clave de las entidades financieras y los usuarios

Daniel es Licenciado en Administración de Empresas, con posgrados en Analisis de Inteligencia en la Investigación Criminal y en Administración del Derecho y la Seguridad Pública. Obtuvo la Maestría en Data Analytics y Business Intelligence. Es profesor de la materia Investigación de Fraudes en la Licenciatura en Ciberseguridad y en las diplomaturas de Seguridad en Entidades Bancarias y en la de Ciberinteligencia. Se desempeño como Oficial de Inteligencia Criminal y como consultor en investigación de fraude en Latam.

Lunes, 14 de julio de 2025 a las 00:39

Hoy la estafa no llega disfrazada de cuento del tío con un desconocido tocando el timbre. Hoy la estafa llega por WhatsApp, por Facebook, por Instagram o incluso disfrazada de un mensaje de texto bancario. Llega, golpea sin pedir permiso y si no sabemos cómo enfrentarla, se lleva nuestros ahorros, nuestra información y nuestra tranquilidad.
 
Cada año, miles de argentinos —amas de casa, jubilados, estudiantes, profesionales— son víctimas de fraudes cada vez más sofisticados. Algunos pierden unos pocos pesos. Otros, su jubilación entera o la ayuda que reunieron para sus hijos. Muchos callan por vergüenza. Otros, por miedo. Y los delincuentes, mientras tanto, afinan su estrategia.
 
Aquí expondremos cuatro de las estafas más comunes hoy en Argentina, explicaremos cómo operan y cómo podemos prevenirlas. También abordaremos un punto clave: la responsabilidad de las entidades financieras, que deben ser vigilantes de su propia seguridad digital y de proteger a sus usuarios. 
 
El robo de WhatsApp: la trampa de la confianza
 
Hoy, casi nadie se salva de recibir un mensaje sospechoso. Un link raro. Un número desconocido que escribe diciendo que es del soporte técnico. Detrás, casi siempre, hay un objetivo: robar la cuenta de WhatsApp.


 
El método más usado es engañar a la víctima para que entregue su código de verificación de seis dígitos. Una vez dentro, el delincuente se hace pasar por la persona, escribe a su lista de contactos —familiares, amigos, compañeros de trabajo— y pide dinero con cualquier excusa: “Estoy varado, necesito que me hagas una transferencia”, “No puedo acceder a mi cuenta, ¿me ayudás?”. Apela a la confianza, la urgencia y el miedo. Y funciona.
 
Cada año, miles de personas transfieren dinero creyendo que ayudan a alguien querido. Después, la cuenta se bloquea, el contacto se esfuma y el dinero se pierde.
 
¿Cómo evitarlo?
 
La prevención es sencilla pero no siempre popular: activar la verificación en dos pasos en WhatsApp, jamás compartir el código de verificación y ante un pedido de dinero, confirmar siempre por llamada o video. El “urgente” es la señal más clara de que algo huele mal.
 
El engaño a jubilados: descuentos que salen carísimos
 
Las redes sociales, especialmente Facebook, se han convertido en un mercado libre de promesas falsas. Los jubilados, muchas veces menos familiarizados con la tecnología, se vuelven blanco fácil. Los estafadores publican anuncios tentadores: descuentos en internet, combos de cable, telefonía móvil a mitad de precio. “Promoción para jubilados”, “Plan especial para mayores de 70”, “Sin cargo de instalación”.


 
La víctima deja sus datos, a veces hasta su CBU o tarjeta. O hace un pago por adelantado para supuestos gastos de gestión. El servicio, claro, nunca llega. Lo que sí llega es el robo de identidad o el vaciamiento de cuentas.
 
Estos engaños funcionan porque juegan con la necesidad de ahorro y la confianza: “Si lo vi en Facebook debe ser real”. El problema es que las plataformas no siempre controlan estas publicaciones y el usuario termina indefenso.
 
La clave para prevenir: desconfiar de ofertas mágicas, verificar directamente con las empresas proveedoras, pedir ayuda a familiares antes de contratar algo por internet y nunca compartir datos bancarios por teléfono o redes.
 
“En una sociedad informada, estafar no debería ser negocio. Y si lo es, que pague quien lo comete, no quien lo sufre.”
 
Instagram: vidriera de tiendas fantasmas
 
La estafa evoluciona. Instagram, que empezó como red de fotos, se volvió una galería de compras impulsiva. Tiendas online de ropa, calzado, tecnología, pasajes de avión, estadías en hoteles: todo al alcance de un clic. El problema es que detrás de muchas “tiendas” hay perfiles falsos, imágenes robadas y promesas que nunca se cumplen.


 
Los delincuentes crean cuentas con fotos atractivas, buenos diseños, comentarios falsos y precios demasiado buenos para ser reales. Cuando el cliente paga  — generalmente por transferencia directa a una cuenta personal — desaparecen. Cierran la cuenta, bloquean al comprador, eliminan todo rastro.
 
Jóvenes y adolescentes caen por miles, muchas veces usando ahorros de meses o dinero familiar. La frustración es doble: la pérdida económica y la impotencia de no tener a quién reclamarle.
 
¿Cómo defenderse?
 
Verificar siempre la reputación de la tienda: buscar comentarios reales, corroborar datos fiscales, usar pasarelas de pago con protección al comprador. Y ante la duda: si parece demasiado barato para ser verdad, probablemente lo sea.
 
Usurpación de identidad: el peligro invisible
 
Pero tal vez la modalidad más peligrosa no sea la que te roba dinero de inmediato, sino la que usa tu nombre para abrir puertas criminales. La usurpación de identidad avanza en silencio. Un DNI filtrado en la web, una selfie que enviaste para validar un servicio, una base de datos hackeada: toda esa información sirve para que un delincuente solicite un préstamo, saque una tarjeta de crédito o abra una cuenta bancaria o billetera virtual que se usa para lavar dinero de delitos mayores.
 
En muchos casos, la víctima se entera cuando es demasiado tarde: recibe una deuda que nunca contrajo o una notificación judicial por movimientos sospechosos.
 
Lo más alarmante es que esta modalidad puede ser la punta de un iceberg: detrás puede haber redes dedicadas al narcotráfico, terrorismo, trata de personas o espionaje. La identidad robada es el disfraz perfecto para mover dinero sucio o encubrir operaciones ilegales.
 
 “Los delitos económicos ya no se esconden en pasillos oscuros ni necesitan ladrones enmascarados. Hoy entran por la puerta principal de tu celular, se sientan en tu mesa y, si no estás atento, te vacían la cuenta bancaria sin que abras la billetera”.
 
 Y qué de la responsabilidad de las entidades financieras?  

 
Sería injusto cargar toda la culpa en la víctima. Las entidades financieras —bancos tradicionales, fintech, billeteras virtuales— tienen una responsabilidad directa. Deben invertir en sistemas antifraude, robustecer controles internos y educar a sus clientes. 
 
Una entidad que permite abrir una cuenta con controles laxos, que no verifica patrones inusuales de transferencia, que no bloquea operaciones sospechosas, es parte del problema.
 
Hoy, la banca digital y la inclusión financiera traen enormes beneficios, pero abren puertas que deben ser vigiladas. Si una persona de 80 años saca un préstamo online de madrugada, la alerta debería saltar. 
 
Si una billetera virtual recibe fondos millonarios desde varias cuentas desconocidas, debería investigarse. No alcanza con campañas de “cuidá tu clave”. La responsabilidad es compartida.
 
Denunciar siempre: no destruyas la prueba
 
Ante una estafa consumada, la reacción más común es borrar todo por vergüenza o desesperación. Grave error. No destruyas ni borres chats, correos, recibos de pago, números de cuenta. Cada detalle sirve como prueba para la investigación. Aunque parezca imposible, la mayoría de los casos termina esclareciéndose, sobre todo cuando la denuncia es rápida y completa.


 
No importa si la suma es pequeña. Denunciar ayuda a desarticular redes criminales y evitar nuevas víctimas.
 
Una reflexión que incomoda: más penas, menos fraudes
 
Al final, queda una pregunta incómoda. ¿Por qué el fraude sigue siendo negocio? Porque es barato de cometer y barato de pagar. La estafa, hoy, tiene penas bajas y procesos judiciales largos. El resultado: para muchos, delinquir sigue siendo rentable.
 
Cambiar esto requiere penas más altas, de cumplimiento efectivo, y procesos judiciales rápidos.Solo así robar identidades, vaciar cuentas y engañar a abuelos dejará de ser un deporte de bajo riesgo.
 
Conclusión
 
La mejor herramienta sigue siendo la información. Compartir este artículo, hablar del tema en casa, ayudar a nuestros padres y abuelos a verificar ofertas, enseñar a nuestros hijos a desconfiar de lo fácil y recordar que nadie —nadie— regala dinero por internet.
 
 “Cada estafa que se comete es un fracaso del sistema y una oportunidad para aprender. Pero si como sociedad queremos frenar el fraude, necesitamos penas más duras, de cumplimiento efectivo y procesos judiciales rápidos. Solo así la estafa dejará de ser negocio para quien la comete.”
 
Daniel Piazza
Ig: @drpiazza
X: @iciacorp

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