Leandro Paredes tiene 18 años y es la revelación del fútbol argentino. Tuvo su chance grande y no la dejó pasar: dos goles a San Lorenzo y dos goles a Racing confirmaron lo que el mismo Juan Román Riquelme expresó cuando lo llamó su “sucesor”. Con algo de suerte, vendrán más partidos, campeonatos, vueltas olímpicas y el inevitable paso a “hacerse la Europa” en el fútbol internacional. Pero todo empezó diferente.
Cuando pisó por primera vez la canchita, Leandro tenía el pelo largo y la ilusión de ser jugador como su papá, conocido en el barrio 20 de Junio por demostrar su habilidad en los partidos “por plata”. Se crió a pocas cuadras, en una humilde vivienda cerca de lo que algunos llaman la villita de los paraguayos. Después de esos partidos, en donde ya demostró su pasta de “crack”, se fue para el Club Brisas de Mataderos, en donde lo vio Ramón Maddoni y lo llevó a Boca.
“Es un orgullo que se acuerde siempre de acá aunque haya jugado unos partidos nada más”, explicó a 24CON José Luís Ferreyra, encargado de manejar el fútbol en el club desde hace 6 años. Desde entonces, logró que salga la primera “camada” de jugadores íntegramente del club.
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Apenas llegan al club, de esos bien de barrio, los pibes agarran la pelota y la patean con fuerza antes de que se vaya el sol. Son alrededor de 70 divididos en 6 categorías los que sueñan con llegar a donde arribó su vecino, el que ahora sale en los diarios y una vez les mandó una camiseta firmada para que rifen. Pero antes, tienen que buscar sobrevivir en un ambiente donde el negocio parece ganarle al fútbol por goleada.
Cada vez más pibes
El padre de José Luís fue uno de los pioneros en impulsar el deporte cuando la cancha aún era de tierra y actualmente su hijo todavía busca mantener ese espíritu amateur en el fútbol infantil, priorizando que los equipos sean todos de pibes del barrio. Pero no es fácil.
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“A veces en la liga tenés equipos que juntan pibes de todos lados y con 6 o 7 años hasta les pagan para jugar”, explica Ferreira, y asegura que el negocio lo hacen unos cuantos representantes y la ilusión de los padres que se quieren “salvar con los hijos”. Por eso les prometen ropa, botines y hasta dinero para que jueguen en sus equipos. Total, los equipos de Baby Fútbol no reciben ni un peso de derechos de formación.
Para la Justina es muy difícil mantener funcionando el club y las categorías del fútbol. Hay una cuota de $10 que casi nadie paga y cada vez que uno hace algo sale mucha plata, por lo que frecuentemente hacen rifas, bingos o “tapaditas” para tratar de solventar los gastos. Aunque nunca alcanza.
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“Los réferis te cobran $340 por jornada, a eso sumale el refrigerio que hay que darles a los pibes y ni hablar si hay que hacer un traslado a jugar de visitante. O cuando hay que mejorar la cancha. La otra vez levantamos una pared y salió 5 lucas, lo mismo que el cambio de luces o la chombita que le regalamos a los pibes”, explicó. Desde la Liga Municipal de Fútbol Infantil (Limufi) aportan pelotas, conos y trofeos a fin del campeonato. Lo demás, corre por cuenta del club.
Cuando la tarde gana el paisaje, se escuchan retumbar los últimos pelotazos en una sociedad de fomento que tuvo que postergar la fiesta por su 50 aniversario porque no había un peso. Lejos de ahí, Paredes concentra para el último partido del campeonato en el que pasó al frente. Nadie sabe aún como seguirá esa historia.
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29 de noviembre de 2012
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