Se trata de Rodolfo Livingston, quien colaboró con la agrupación “Salvemos al Barrio”, de Villa Pueyrredón y Agronomía, para elaborar el informe que logró limitar la altura de las construcciones en esos barrios a 12 metros (al promulgarse la ley 34.447).
Autor de una decena de libros con más de 38 reediciones, realista y socialista, Levingston, de 79 años, reflexionó en ese entonces sobre la tragedia ocurrida en el gimnasio: “Este no es el primer derrumbe ni creo que sea el último. Hay miles de causas, como la impericia profesional de ingenieros y arquitectos mientras se está ejecutando. Pero la sociedad en la que vivimos no es el resultado de los arquitectos sino de los empresarios y políticos de turno. Y siempre hay un acompañamiento ideológico. Lograron meternos en la cabeza que lo último es conocido como lo mejor. Otro paradigma que logró instalarse en la sociedad dice que lo alto se traduce en progreso: ‘Cómo se va para arriba este’, suelen decir”, ejemplificó.
El profesional se mostró duro con las autoridades y sobre todo con el jefe de gobierno porteño, Mauricio Macri cuando este opinó al respeto de las construcciones ilegales: “Es un tilingo, habla muchas tonterías”, expresó el arquitecto.
Su pasión por las reformas y las casas nuevas lo colocó en la vereda de enfrente a la de un “desarrollo inmobiliario voraz: sólo tienen en cuenta las ganancias. No a la gente, ni al paisaje, ni mucho menos a la ciudad en general y a los servicios públicos. El afán de ganancia los ciega. En una reunión de arquitectos y brokers –como les dicen ahora a los agentes comerciales– para hacer un edificio, no vas a oír hablar de los futuros inquilinos ni de si se olvidaron de poner el enchufe para la mesa de luz de la mucama. Sólo van a hablar de cuántos metros cuadrados tiene el terreno en relación a cuántos departamentos se podrán construir”, publicó el semanario.