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La historia de los tejedores benditos

Roberto Pinkus muestra la herida abierta de una industría desterrada en San Martín. ¿Cómo era el polo textil más importante del país? ¿Por qué el odio a los judíos? 24CON habló en exclusiva con el autor de un libro único.
Martes, 03 de marzo de 2009 a las 13:35

En caravana por los polvorientos caminos que desde Sajonia y Silesia descienden  hasta Polonia, pasando por prados y bosques, ciudades y aldeas devastadas y saqueadas por las guerras napoleónicas, avanzaba una insólita procesión de vehículos cargados de gente, animales y objetos(…) Sin embargo, ya fuesen ricos o pobres, todos coincidían en un aspecto: poseían un lustroso telar de madera que llevaban atado a sus carros o carromatos.

Israel Yehoshua Singer, Los hermanos Ashkenazi


Roberto Pinkus

nació en 1936 en el barrio de Villa Lynch, suburbio del Gran Buenos Aires. Además de un empresario textil, hijo de inmigrantes polacos, es el autor de “Villa Lynch era una Fiesta”, libro sobre la época de oro de la cuna de la colectividad judía en el Conurbano. “Los duendes de los pioneros llegados a Villa Lynch me contaron de sus inicios, sus sacrificios y, también, de su final injusto. Éste es un trabajo hecho a corazón abierto; con una permanente música de fondo: mis sensaciones primarias y mis recuerdos indelebles” comienza a contar Roberto.


¿Por qué eligió ese título?
Hay un libro de Hemingway que se titula: Paris era una fiesta. La cita del título identifica el apogeo de un barrio. Un barrio con tambos, fabricas de ladrillos y vacas caminando por la calle, que se convirtió en menos de 20 años, en el centro textil más importante del país, para terminar siendo, un barrio fantasma.

¿Cómo fueron los primeros pasos de ese esplendor?


El antecedente fue la General Motors, que compra las tierras donde hoy está el parque Irigoyen y el Carrefour, en la década del 20. Pagaron 5 centavos el metro cuadrado.
Visión no les falto. En el 38 inauguran una planta de ensamblamiento. Ese período del 40 y pico al 70 (porque la decadencia empieza con el golpe de Ongania en el 66).
Y la estocada final la da Martínez de Hoz, con la apertura indiscriminada, que no afectó sólo a la industria textil sino, a toda la industria de San Martín y el país.

¿Usted considera que el proceso desindustrialización fue casual o que fue parte de un proceso generalizado para derrocar a una America latina productiva?


Yo no creo en las brujas pero que las hay las hay. Nada obedece a cuestiones casuales, sin duda. No hay que dejar crecer y una de las maneras es esa: los golpes de estado, otras: el lavado de cerebro, la falta de educación. La corrupción es un método de atraso,
es una víbora de mil cabezas. El poder de las mafias, es muy eficiente.

Una ciudad, un pueblo, una aldea, son un universo de huellas espirituales y de valores que convergen en toda realidad pasada, presente y futura. Pinkus se adentra en la leyenda de Villa Lynch, en sus olores, sus árboles, sus ruidos. En sus recovecos íntimos.

¿Cómo nació el Peretz?


Nace en una pieza alquilada. La primera idea fue hacer una biblioteca para que los hijos se eduquen en nuestras tradiciones. Pero al mismo tiempo, tenían un hondo amor por el país que los cobijó. Nosotros éramos bilingües, nuestros padres nos hablaban en yiddis y nosotros les contestábamos en español, aprendíamos nosotros y ellos.

Quince hombre grandes, maduros, curtidos por la vida, se reúnen hace años, miércoles por medio. Se conocen, sin excepción, desde la niñez. La convocatoria es con temario abierto; disienten en casi todos los temas y discuten con pasión sobre política, economía, fútbol. Nadie convence a nadie. ¿Qué fuerza poderosa los convoca? ¿Por qué están allí, en el mismo lugar, a la misma hora, siempre los mismos?

Todos, absolutamente todos nacieron o llegaron niños a Villa Lynch. Crecieron y se desarrollaron; ganaron y perdieron; se nutrieron de afecto, solidaridad y ética. La industria textil y el “Peretz” galvanizó los vínculos. Luego, la vida los dispersó. Ninguno vive desde hace tiempo en Villa Lynch. Sin embargo, la brasa del leño sigue encendida con vigor. Con ellos y por ellos se escribió esta historia.

La historia del Peretz es un monumento al país decadente. Ese edificio es un cadáver que se esta riendo de las enormes posibilidades que tiene. Pero entiendo que no es facil.

¿Cómo puede ser que el club este tapiado con ladrillos, nadie se quiere hacer cargo?


Nosotros fuimos a hablar con Santiago Montoya por la deuda que el club tiene con Arba, “quédese con el club”- le dijimos- “¿sabes cuantos clubs tengo?, en cada uno de estos partidos hay un club fundido”- nos contestó.
Por una cuestión sociológica, como Luna de Avellaneda. Ese es el estereotipo de lo que estamos viviendo. Y la fiesta se terminó. Hay que volver a construirla.


¿Cómo era la comunidad judía en los inicios de Villa Lynch?


En Villla Lynch había 400 fabricas. Casi todas de dueños judíos. Era muy interesante porque como en todo pueblo chico siempre hay River y Boca, pero la comunidad era solidaria, porque inclusive venía un gringo y le daban de comer. Un gringo que no sabia hablar, venía a parar a la casa de algún amigo. La mayoría de los que yo conocí, nos fuimos integrando con toda la sociedad. Vivíamos jugando en la calle. La mayoría de los judíos quieren que sus hijos estudien. Típico, el padre sastre el hijo médico.Y es porque lo que tenés en la cabeza no te lo puede quitar nadie.

¿Por qué San Martín?
La comunidad que llega primero era anarquista y socialista, influenciados por la revolución bolchevique del '17. Muchos de los que llegan a Villa Lynch habían sido despedidos de la gran fabrica que los tomó, Campomar. Que llego a tener 3000 obreros.
Los dueños no aceptaban que un obrero piense en contra y ellos pedían jornadas de ocho horas y no trabajar los sábados y los despedían, sin miramientos. Así que estos judíos obreros textiles, instalaron sus propios talleres. Como los talleres eran ruidosos, vinieron a la provincia, cruzaron la General Paz, donde no generaban quejas de los vecinos por ruidos molestos.

 


¿De donde viene el odio a los judíos?
El pueblo judío es como el pueblo Quichua, es de la condición humana y hay de todo.
Nosotros tenemos entre nuestro pueblo a tipos como Einstein y a delincuentes como Lanki, que fue el mafioso más importante de Nueva York. Le preguntaron una vez a Borges qué pensaba de los judíos, y dijo: “No se, no los conozco a todos”.

Le voy a dar una interpretación muy personal a su pregunta, cuando usted durante quinientos o seiscientos años predica el odio y la discriminación y la demonización de un pueblo, no se lo va a sacar asi nomás.El odio es un odio ancestral que viene desde que los judíos mataron a Cristo. Pero es una mentira, porque Jesus era judío.

Vigilaba el patrón el rumor insomne de los telares.
Los más audaces de esa raza de patrones levantaron
Muros de piedra, ventanales enrejados.
Colgaron fluorescentes de los techos y de noche
Villa Lynch era un tambor.

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