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Veterano de Malvinas hará su propia "lucha": cruzará a la isla en kayak

Sobrevivió a un bombardeo y vio morir a sus compañeros. Ahora, con sólo cuatro litros de agua y un puñado de comida, desafiará a las heladas aguas del mar.
Martes, 25 de enero de 2011 a las 13:39

En tiempos violentos, más que un remo y un kayak, Alejandro Carranza cargaba con un fusil y andaba en buques que escupían fuego. Marchaba por Isla Soledad, sorteaba esquirlas, tiraba bengalas y, de vez en cuando, lloraba al recordar su hogar en Mataderos, donde el viernes Santo de 1982 recibió su convocatoria a la Compañía de Ingenieros Mecanizada Nº10, II sección. Meses después, y más cerca de tener la edad para un viaje de egresados que para matar gente, se convertiría en uno de los tantos veteranos de Malvinas.


Quizá es porque sus sueños casi resultan cercenados por la guerra; por el tiro que le dio a aquel inglés que murió lentamente contra una roca o por la brutal pelea que disputó por un puñal (en la que estuvo al borde de la muerte), que Carranza decidió volver a ese lugar. A ese punto y coma de su vida.


La travesía es tan difícil como lo fue salir vivo de la matanza: lo hará en kayak junto a otros dos expedicionarios en febrero de 2012, en una travesía inédita donde la resistencia será llevada al extremo en los 800 kilómetros que separan ambas costas, en los cuales dormirán sólo cuatro horas por día y remarán más de 15 a través de corrientes marítimas gélidas. No sin antes hacer la prueba de fuego que será el próximo 14 del mismo mes y que unirá, en una etapa de adaptación, la capital fueguina con Isla de los Estados. La bautizaron “Kayaks hacia el Faro”.


“Hace cuatro años, cuando se me ocurrió, pensé que era imposible pero cuando consulté con el Servicio de Hidrografía Naval y la Armada me di cuenta de que las condiciones pueden ser favorables para cruzar”, cuenta el también veterinario especializado en cirugía a 24CON.


Arriesgado, loco, intrépido. A Carranza le sobran los adjetivos de la opinión pública, pero son sus dos compañeros de viaje (Walter Del Grecco, el fabricante de los kayaks que utilizarán y Juan Pablo Dacyszyn, kayakista profesional) y los más de diez sponsors quienes avalan el viaje.


Para llegar a Isla de los Estados, donde desembarcarán en el Faro del Fin del Mundo (de ahí el nombre), los tres kayakistas dormirán en campamentos costeros, comerán las pocas reservas que caben en los compartimentos llamados tambucos, cargarán agua en los ríos de la cuenca de Tierra del Fuego y viajarán escoltados por el Kstar, un velero soporte de emergencia.


Sin duda, el tramo más complejo es el Estrecho de Le Maire, el paso marítimo que separa Bahía del Buen Suceso y la isla, que está señalado como el segundo estrecho más peligroso del país tras Cabo de Hornos. No hace mucho tiempo atrás un dúo de franceses intentó bordear toda Tierra del Fuego a bordo de sus kayaks pero la hipotermia los frenó en el Canal de Beagle. Uno de ellos murió.


“En una primera instancia, la expedición la iba a hacer solo pero Marcus Demuth (otro remero francés) me preguntó si podía venir conmigo. En ese momento decidí que no, que la quería hacer con argentinos y que el número ideal era tres. Todas las expediciones que llegan a destino son de a tres”, asegura Carranza.


Con un presupuesto que ascenderá de U$D30 mil en este viaje a casi el cuádruple en el de 2012, queda en claro que el dinero no es lo único que hace falta para llegar a Malvinas: “Suena irónico pero hoy sólo nos piden a los veteranos, después de estar nuestro ingreso vedado durante tantos años, tener el pasaporte al día, una cantidad de dinero para la estadía, una reservación hotelera y un seguro médico. Nos dieron autorización para bajar en Bahía Fox, que es un puerto intermedio dentro del estrecho de San Carlos. Es más cerca del continente que Puerto Argentino”.


Veintinueve años después de “estar ansioso por pelear” y de “creer que la guerra era un juego” hasta que, como afirma, “nos cayó encima”; de ser herido de bala; prisionero; de su “penosa marcha por Puerto Argentino” hasta llegar al buque hospital Bahía Paraíso (donde revela que fue el “primer lugar después de mucho tiempo donde me sentí como en casa”) y de alojar a un ex combatiente inglés en su casa, el veterano carga consigo un mensaje de paz y un anhelo que no cree llegar a ver: “La guerra fue una estupidez, tenemos que volver a hacer amigos de los Kelpers e incorporarlos como hicimos con los italianos y los españoles. Ahora, el único modo de recuperarlas es remándola. No la voy a ver yo, ni un hijo mío, pero tengo la esperanza de que un nieto lo haga. Ese es el espíritu que me lleva, no otro”.

 

25 de enero de 2011

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