Una vez más el horror conmueve a un barrio abatido. La mañana lluviosa y la noticia macabra del profesor de educación física, quien además fue arrollado por su propia camioneta, elevan la impotencia de los lugareños, quienes no encuentran respuesta. Hace unos meses, una familia vivió una noche de terror, cuando los ladrones entraron por el balcón y maniataron a todos sus integrantes. En aquella oportunidad no hubo que lamentar víctimas fatales.
Para los vecinos, la zona está marcada por los delincuentes. La nueva modalidad de colgar pasacalles con la imagen de San Expedito significa algo, ya que en el último suceso similar, también había un cartel cerca. Esa no es una invención de la gente atemorizada, se trata de una nueva señal narco (como en algún momento fueron las zapatillas colgadas de los cables).
De acuerdo a la visión de la gente del lugar, los delincuentes trazaron su propio mapa de la inseguridad, dibujan y anuncian las zonas donde dar el golpe. Con respecto al verdadero mapa, el que lleva delante De Narváez, alrededor de donde asesinaron a Landolina se recibieron varias denuncias de robos, lesiones y, sobre todo, esquinas donde la venta de droga durante todo el día es evidente y la policía, pese a los llamados de los denunciantes, no aparece.
La inseguridad se cobra una nueva víctima fatal. Lomas del Mirador vuelve a ser el escenario, pero la casualidad y la causalidad parecen ir de la mano en este caso. Para los vecinos, los delincuentes utilizan un código imperceptible –aunque parezca increíble- para la policía. Al parecer, las denuncias existen, sólo que no tienen oídos que reaccionen.