- Papas: Alrededor de la mitad de las fibras capaces de saciar el apetito se encuentran en su piel. Una receta: colocá las cáscaras en una bandeja para horno y rocialas con aceite, sal, pimienta negra y pimentón. Cocínalas a 200°C durante 10 ó 15 minutos, hasta que estén crujientes.
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- Cebollas: Su piel, parecida a una hoja de papel fino, contiene fibra y más antioxidantes (quercetina y fructano) que la cebolla misma, según el portal WebMD. La quercetina es un flavonoide protector del corazón, que podría contribuir a reducir la presión sanguínea y las placas en las arterias, de acuerdo con el portal. En tanto, los fructanos serían buenos para el intestino, ya que son prebióticos. Podés aprovechar la piel de la cebolla para potenciar el sabor de caldos y sopas. Cocinala a fuego lento y luego colala antes de servir los platos.
- Sandía: La parte blanca de la cáscara contiene citrulina, un aminoácido con un abanico de beneficios, según WebMD. Podrías licuarla junto a la pulpa, con jugo de lima y menta.
- Cítricos: Su cáscara contendría más flavonoides y hasta cuatro veces más fibra que la pulpa, indica el sitio antes mencionado. Los flavonoides –tangerina y nobiletina– tendrían propiedades antiinflamatorias e incluso podrían contribuir a reducir el colesterol. Rallá las cáscaras y agregalas a tus carnes, pescados, ensaladas y cócteles.
- Kiwis: No pongas mala cara, también se puede comer su piel peluda. Es rica en vitamina E y en flavonoides. Receta: colocá en una licuadora un kiwi sin pelar, ½ taza de frutillas congeladas, 1 taza de jugo de naranja y ½ taza de yogur natural.
16 de enero de 2015
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