El esquema es claro: que en alguna parte de la boleta bonaerense tenga impreso el apellido Scioli, a pesar de la exposición que esto provoque y el costo que pueda pagar el jefe de estado provincial, alineado sin fisuras con la Casa Rosada.
En la provincia todo es silencio. En su visita a Chile, el gobernador sólo se animó a decir que no será candidato a diputado en 2009. Nada dijo sobre otros cargos, como ser Convencional Constituyente.
Varios hombres de confianza de Scioli no saben qué decir cuando se le pregunta sobre la intención de Kirchner. No porque no lo hayan escuchado ni analizado. Sino porque no pueden sincerar sus pensamientos.
No sólo porque tienen paralizada la obra y los recursos: nadie hasta donde podrá llegar la furia K en caso de decir que es una locura esa intención, como se escuchó en el entorno del gobernador, quien no para de sorprenderse por las tareas que le exigen.
Hasta ahora sigue manejando el silencio y sus tiempos, prefiriendo no empeorar una gestión que necesita imperiosamente de la ayuda nacional para continuar y no terminar incendiada. Además, su pertenencia le permite seguir de cerca el pensamiento de los intendentes, fundamentalmente del Conurbano, que tenían a Kirchner como su máximo garante de plata y obras, cuando las había.
En las elecciones del año próximo no se elegirán cargos ejecutivos sino sólo legislativos, donde la oposición suele tener mejor perfomance inclusive que el oficialismo. Por eso el kirchnerismo necesita para llegar tranquilo a 2011 un resultado “no negativo” el año próximo.