La doctora especialista en nutrición Mónica Katz, Directora de la Carrera de Médico Especialista en Nutrición con Orientación en Obesidad de la Universidad Favaloro, hace un extenso y minucioso recorrido por los mecanismos que se desatan en el cerebro cuando se recibe un estímulo placentero, y cómo éstos son capaces de generar conductas y aprendizajes que nos hacen buscar y repetir las cosas que nos brindan placer. Esto obedece, explica, a que las conductas de supervivencia están íntimamente ligadas a la dopamina, como el comer, el sexo y el descanso, tres actividades fundamentales para la preservación de la vida e incluso de la especie.
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En este sentido, la también fundadora del Equipo de Trastornos Alimentarios Hospital Carlos Durand, en Argentina, explica que regularmente la preferencia por algo disminuye a medida que aumenta el esfuerzo necesario para obtenerlo, es decir, que incluso las cosas más placenteras si requieren un esfuerzo muy alto, no generarán una conducta repetitiva para alcanzarlas. En cambio, explica, cuando aparece un estímulo placentero, todo dependerá de la diferencia entre el nivel de dopamina que teníamos antes y el que dispara ese estímulo. Entonces, si el nivel de dopamina anterior a una conducta es menor al pico generado por ella, ésta será aprendida. Aprendemos así, y luego buscaremos repetir esa conducta.
De ahí que la doctora Katz recomiende poner especial detalle en los factores que mantienen un nivel alto de dopamina, pues de esta forma se pueden aprender nuevas conductas como comer de manera más equilibrada, y en general mantener un estilo de vida más saludable. “El sistema de recompensas es atraído por las sorpresas; presta atención selectiva a señales que predicen placer o recompensa y éstas pueden hallarse en cualquier momento o lugar. Por eso, podemos decir que las personas no queremos ni chocolate, ni pizza, ni helado, ni queso, sino simplemente todo aquello que nos hace sentir bien. Y eso puede ser muchas cosas y todas juntas, también”, expresa.
Incluso recomienda que quienes estén iniciando una dieta en la que ciertos alimentos estén restringidos no dejen de hacer pequeñas “probaditas” durante varios días, hasta que al perder la “novedad” dejen de ser estimulantes para el cerebro y disminuya la tensión que genera el no poderlos comer. “Al ver un chocolate, se libera dopamina y ésta predice el placer que se avecina. Por eso, guía a las personas a dejar lo que están haciendo para comer toda la tableta, aunque el objetivo sea perder unos kilos de peso. Esta es la razón por la cual las dietas que prohíben lo preferido, incrementan el deseo, el picoteo o el descontrol. Creo que el mejor consejo si están tratando de perder peso, y no lo logran porque se tientan, es que todos los días tomen una porción chica de lo que más les gusta, como si fuera un antibiótico. Verán que luego de unos siete a diez días retomarán el control sobre la comida y ya no se descontrolarán. Comer aquello que preferimos, repetidamente, disminuye la búsqueda que estamos dispuestos a realizar para obtener ese objeto”, explica.
3 de octubre de 2014
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