Es, definitivamente, la feria más grande de Argentina. Incluso está reconocida por la Comunidad Económica Europea como “la feria ilegal más grande del mundo”. En sus entrañas se cuecen cerca de 10.000.000 de dólares cada vez que abre sus puertas. Un mundo de gente que va y viene ensimismada, changarines, criminales y estafadores de toda talla colman la postal del lugar.
Entre los timos más populares que se escurren por los puesteros, el juego de “la Mosqueta” figura en el primer puesto. ¿De qué se trata? Simple, de adivinar en qué vaso está escondida la pelotita. Como en las películas turcas.
“Normalmente la apuesta mínima no baja de los 100 pesos. Trabajan en equipo. Hay dos o tres que enganchan a los clientes: simulan estar apostando y ganando sin problemas. Cuando alguna víctima pica el anzuelo, la hacen perder o directamente le roban. Como estos mafiosos están arreglados con la seguridad de la calle, actúan con total libertad”, contó el dueño de un pequeño local de ventas de gaseosas al diario Clarín.
Aunque el chantaje no sólo atrapa a los jugadores que se le atreven al azar, también son víctimas los transeúntes más distraídos. Como el caso de la mujer que se paró a ver la partida de otra persona y uno de los cómplices “le sacó $160 del bolsillo y los tiró sobre la mesa”. Automáticamente, el “crupier” levantó el otro vaso y no había nada por lo que se quedó con el dinero. Todo esto seguido por una serie de gritos: “Yo no quería jugar. Me sacaron la plata del bolsillo”, sollozó la mujer según comenta el matutino. A lo que el embustero respondió: “Señora, hay que saber perder”.
Pero el juego del menos avispado no termina ahí. Todo cliente que pisa La Salada conoce los vendedores de “celulares de arena”, así como suena. Se trata de un grupo de jóvenes que ofrecen teléfonos que sobrepasan los mil pesos de valor final a un muy bajo precio, pero que, al momento de terminar la transacción, entregan un celular que está relleno con arena.
A la lista de pillajes que acorralan a La Salada le sigue el reconocido punguista. El busca de la “guita fácil”. Son, en su mayoría, hombres jóvenes que “aprovechan los amontonamientos (tan recurrentes en los pasillos de la feria) para robar billeteras, celulares y cadenas”. Según reconocieron los comerciante que trabajan allí, no los denuncian porque sino “después nos roban a nosotros”.
24 de enero de 2011