En 1976 el intendente era Eubaldo Merino, quien el 11 de marzo de 1973 había sido electo como candidato del Frejuli con el 75% de los votos.
“La represión que vino después del golpe fue terrible, sobre todo contra algunos sectores del peronismo que en Morón tenían una presencia muy grande. La mayoría de los desaparecidos en la zona era peronista”, recuerda el ex intendente Merino 33 años después, en diálogo con 24CON.
Si bien las medidas represivas ya existían antes del golpe, la persecución en la zona se incrementó notablemente sobre todos los sectores populares. Ya en los primeros días, dirigentes políticos, gremiales y estudiantiles fueron secuestrados y trasladados a comisarías y centros clandestinos de detención. Y muchos de ellos continúan desaparecidos, como Pedro de Martín, secretario de gobierno de la municipalidad.
En los primeros meses, la represión estuvo a cargo del Ejército hasta que a mediados de 1976 Morón quedó comprendido dentro de la subzona 16, que también abarcaba al partido de Moreno y estaba bajo el mando de la Fuerza Aérea.
A Soraida Martín el golpe la sorprendió con sólo 16 años y en medio de una reunión con compañeros de la UES, el ala estudiantil de Montoneros, en un colegio ubicado a pocas cuadras de Arias y Santa Rosa, en Castelar.
“Me acuerdo que planteamos que ya no era posible seguir en nuestros domicilios. Que teníamos que cambiarnos todo el tiempo de lugar y que cada uno iba a ser responsable de sí mismo”, cuenta.
Pero vivir en la clandestinidad no era nada fácil en el Morón de aquellos años. “Nos teníamos que mover todo el tiempo, y encima los milicos tenían pinzas (operativos de control en las calles) por todos lados. Me acuerdo que para ir a la casa en la que estaba tenía que atravesar tres pinzas: dos en José María Paz y una en Puente Roca”, señala.
Después de lograr escapar durante unos meses, en enero de 1977 Soraida fue secuestrada en Mendoza y enviada a Buenos Aires, donde pasó por varios centros clandestinos de detención de Morón, entre ellos la Mansión Seré, hasta ser liberada a fines de 1978, en la cárcel de Devoto.
Para ella había “un especial ensañamiento con el peronismo. Lo digo porque lo viví en carne propia. Cuando estuve secuestrada en la Mansión Seré un represor me dijo: a ustedes los tenemos que exterminar. Yo tuve suerte, pero muchos de mis compañeros siguen desaparecidos”.
Luis Pereyra, otro militante estudiantil de Morón, tenía 17 años cuando el 16 de septiembre de 1976 lo secuestraron en la VII Brigada Aérea, a donde había sido citado para hacer la conscripción. Después de pasar por varios centros clandestinos de detención, en enero de 1979 lo liberaron.
“La represión apuntó contra todo el pueblo argentino, pero contra los que veníamos del peronismo revolucionario con mayor fuerza. Es que en Morón teníamos una fuerza muy grande”, sostiene.
Y fueron muchos los compañeros perdidos. “Por eso pienso que subestimamos la dimensión del aparato represivo que había –reconoce Luis- aunque a la distancia todo se ve más claro. En ese momento estábamos convencidos de que nuestra lucha valía la pena, incluso al precio de dejar la vida”.
Treinta y tres años después el contexto político del país es muy distinto. Pero Luis, Soraida y miles de militantes que sufrieron en carne propia el terrorismo de Estado persiguen aún el mismo sueño de entonces: construir una sociedad más justa.