Por comodidad, dicen. Tal vez sean admiradores encubiertos del jardinero Willy de los Simpsons. O, tal vez, simplemente les guste.
Es una tendencia deudora de culturas como la egipcia, la griega o la romana que, sin querer queriendo, impulsan Mike Amigorena, Vicentico de Los Fabulosos Cadillacs, Agustín Pichot, ex Puma y diseñador, David Beckham y Brad Pitt, entre más famosos.
"¿Por qué la pollera es exclusiva para las mujeres y los pantalones no son sólo para nosotros?", cuestiona Adrián Scarella, de 25 años y de Adrogué. Dice que la usa porque es más cómoda que andar en jeans o en bermudas. "Los pantalones tienen la costura del cierre que aprieta y los días de calor hace transpirar las piernas. Si te ponés una pollera te entra el vientito", describe. El detalle: ninguno se depila las piernas.
Edgardo Becher, médico urólogo, asegura que no está comprobado que la pollera sea mejor para los genitales masculinos. Pero dice que "la ropa ajustada mantiene a los testículos demasiado cerca del cuerpo y -con calor y humedad- disminuye la capacidad espermática y puede causar la aparición de bacterias y hongos".
Aunque no haga falta, Adrián, en pollera, aclara que no es homosexual, que está casado y que tiene un hijo. Él, Ignacio (22), Mauro Rueda (18), César Gómez (29) y Adrián Cardozo (23) creen que la sociedad juzga porque la gente es "cerrada" y no está acostumbrada a ver algo distinto. "A mi mujer, Florencia (26) le causa gracia. Me dice que me queda bien -cuenta Adrián-. Mis suegros no me hacen comentarios. Pero en el barrio me señalan, como a los floggers, que los tildan de gays".
En 1986, fue el diseñador francés Jean Paul Gaultier quien la hizo reaparecer. Armani, Kenzo y muchos más también están en la lista. Los más arriesgados apuestan por un cambio que reinvindica la condición hipermasculina de la pollera frente a la tiranía del pantalón. Como Agustín Pichot, que las vende en su boutique de París. Adrián y sus amigos tienen otra propuesta: que la sociedad acepte sin prejuicios que la mujer se apropie de moldes masculinos y viceversa. Y así llegue el día en que los hombres puedan subir al colectivo en pollera, como si nada.
Fuente: Clarín