El vecino país aprobó con un margen de diferencia superior al proyectado un proceso constituyente que tendrá un componente inédito en la historia reciente de la región: 155 ciudadanos y ciudadanos aprobarán una nueva Carta Magna. Los voceros, que no provendrán de los partidos políticos, serán elegidos el próximo 11 de abril. El debate coincidirá con el calendario electoral del año próximo.
La abrumadora victoria constituyente cristaliza dos oleadas recientes de movilizaciones: la del estudiantado protagonizada en el 2006, y las registradas el año pasado, donde un heterogéneo mapa social tomó plazas y calles. El futuro político de Chile es una incógnita: si bien la derecha ha sufrido una gran derrota al ver caer el molde legal que garantizaba las zonas pétreas de la matriz económica y política pinochetista, el campo progresista y de izquierda carece de una plataforma partidaria común que pueda canalizar el descontento generalizado del pueblo chileno con el modelo neoliberal, pero también con los partidos políticos
El presidente Sebastián Piñera reunió a su equipo político en el Palacio de la Moneda horas antes de conocerse los resultados para unificar criterios discursivos en torno a una manifestación ciudadana que todas las proyecciones coincidían en pronosticar favorable a un proceso constituyente. La coalición gubernamental, con diferencias a su interior, ya que una porción de dirigentes de la alianza se mostró coincidente con la moción Apruebo, pretendía que la otra opción del plebiscito, la del rechazo, obtuviera un porcentaje de adhesión cercana al cuarenta por ciento.
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Sin embargo, el doble triunfo de la ciudadanía movilizada el año pasado, ya que se aprobó reformar la Carta Magna y a su vez el plebiscito facultó a que referentes de la sociedad civil sean quienes debatan la letra de la nueva Constitución, alcanzó una base de votos abrumadora: cuatro de cada cinco chilenos dijo ayer que la ley de leyes trasandina, un molde legal aprobado en los años de plomo del dictador Augusto Pinochet, no iba más.
¿Por qué razón las protestas de la ciudadanía chilena registradas un año atrás contra la administración de Sebastián Piñera puso en el centro de su agenda de reivindicaciones a la Constitución? Una vez cerrado el ciclo dictatorial chileno dos dispositivos políticos quedaron enraizados en el vecino país: uno fue el orden económico aperturista, el denominado milagro económico chileno solo multiplicaba panes y peces para el decil más rico la sociedad, mientras tanto derechos esenciales como la salud y educación estaban mayormente privatizadas; en segundo lugar, y de ahí la emergencia del debate constituyente, el mencionado orden económico se sostenía en un conjunto de leyes que edificaban la arquitectura del denominado "Estado subsidiario chileno", una categoría a la que suele referirse el frontman del Grupo de Puebla, el dirigente chileno y amigo personal del presidente Alberto Fernández, Marco Enríquez Ominami. Precisamente, Ominami remarca a menudo que el Estado subsidiario pinochetista, donde las dos coaliciones partidarias que administraron el Ejecutivo una vez caída el régimen dictatorial -la ex Concertación (hoy desmembrada) y la actual alianza gubernamental Chile Vamos- mostraron grados de adhesión significativos, implica un Estado débil y ausente.
No es casualidad, entonces, que el apergaminado rostro de Sebastián Piñera no haya podido ayer por la noche disimular la catástrofe política de su derrota. El Jefe de Estado intentó rescatar que no hubo hechos de violencia durante el proceso electoral. Sin embargo, es indudable que en la movilizada ciudadanía chilena está fresca en su memoria lo hecho por las fuerzas policiales de Piñera: el salvajismo de sus carabineros que, como quedó debidamente constatado, apuntó el año pasado con munición gruesa y de forma deliberada a la altura de los ojos de los manifestantes para producir heridas lesivas. Con buen tino la colega Dacil Lanza de la plataforma de comunicación La Lengua, que acaba de estrenar un interesante podcast de política internacional -"Un día cualquiera"-, advirtió ayer el deliberado cambio de timón narrativo que buscó imprimir Piñera tras conocerse los resultados para buscar camuflar su derrota: "El mismo presidente que el año pasado decía que su gobierno estaba en guerra contra un enemigo poderoso e implacable, pretendió transmitir emoción y orgullo por la participación electoral ciudadana en el particular contexto de la pandemia".
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Olivares hace la siguiente lectura política sobre el triunfo constituyente trasandino: "los votos traslucen un apoyo contundente de la población a favor de terminar y sellar la Constitución de Pinochet. Ayer terminamos con un orden que aplicaba distintos candados jurídicos y legales a favor de la Carta Magna de la dictadura, que fue redactada en su momento entre cuatro paredes. Hoy día el pueblo chileno ha dicho ?no queremos más esa Constitución que ha sentado las bases del neoliberalismo en nuestro país'. A su vez, la sociedad se ha expresado a formar su propia hoja de ruta para proyectar un futuro distinto. También es muy importante remarcar la intención manifestada de la ciudadanía de expresar el nuevo orden constitucional a través de un órgano denominado Convención Constitucional, que es algo semejante a una Asamblea Constituyente".
En ese sentido, es decir sobre la caracterización del inédito órgano colegiado que debatirá el nuevo vértice legal del vecino país Olivares estimó que: "los constituyentes deberán representar las ansias de cambio que palpita en las calles. Entonces, la primera lectura política es que Chile le ha dicho hoy no a la herencia dictatorial de la constitución pinochetista y, por el contrario, le ha dicho sí a redactar una nueva Carta Magna a través de un órgano democrático integrado por ciudadanas y ciudadanos".
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Ahora bien, ¿qué agenda de cambios será empoderada con el emergente tablero político resultante de los comicios de ayer? Al respecto, la titular del Colegio de Periodistas consideró que: "Yo creo que las principales demandas del pueblo movilizado, en un proceso de movilizaciones como no veíamos hace décadas, pasan por la necesidad de verse reconocidos por el Estado como ciudadanos y ciudadanas, y no solo como consumidores y consumidoras. Y eso implica una batería de derechos que tienen que estar garantizados en una nueva Constitución: es decir el derecho a la educación, el derecho a la salud, a la cultura, a la comunicación, a la Justicia, a un medio ambiente limpio, o el derecho de acceso al agua. Claro, se trata de la victoria de un movimiento social que, efectivamente, es heterogéneo pero que busca, justamente, desterrar un modelo que transformaba los derechos ciudadanos en bienes de consumo".
¿Qué colores y qué rumbo político tomará el vecino país a un año de las elecciones presidenciales? Es imposible predecirlo hoy. El lapso que corre desde el clamor instituyente popular hasta la consolidación de un nuevo orden institucional no es una ciencia exacta. Nueve años separaron el denominado Caracazo hasta la victoria electoral de Hugo Chávez en Venezuela, en nuestro país la ventana temporal entre las protestas sociales del 2001 y la victoria de Néstor Kirchner fue mucho más pronunciada. Es evidente que la hasta ayer no más hegemonía política conservadora chilena está en crisis. Sin embargo, el campo chileno progresista hoy es un archipiélago de expresiones partidarias: el moderado Partido Socialista, el tradicional Partido Comunista o el ascendente Frente Amplio, contienen representaciones aisladas, tanto a nivel comunal o parlamentario, del denominado descontento ciudadano. A corto plazo, se vislumbra un empate catastrófico entre los mencionados bloques partidarios.
Es evidente que, a pesar de la algarabía popular manifestada ayer por la noche en las principales plazas de Chile, aún resta un largo camino para, tomando las palabras del presidente derrocado Salvador Allende, se abran las grandes alamedas del pueblo. Pero, con igual clarividencia ha quedado registrado otro hecho imposible de refutar: Chile despertó.
Fuente: Nuestras Voces