El dueño del prostíbulo se defiende: "Gracias a este lugar se evitan violaciones"

Por Pablo Katz
Miércoles a las 7 de la tarde. Una Traffic blanca estaciona en un lugar prohibido, sobre la mano izquierda de la avenida Rivadavia, casi esquina 9 de Julio, en pleno centro de Morón. Cuatro hombres bajan de ella y empiezan a descargar una gran cantidad de botellas de whisky, de licor, de cerveza y de gaseosas junto con algunos elementos de higiene, sobre todo rollos de papel higiénico. Mientras uno se queda vigilando la camioneta, los otros tres ingresan con la mercadería al departamento de Rivadavia 18.079, donde funciona el prostíbulo en el que trabajaba Franco Arapa.

La escena fue presenciada por este cronista cuando se acercó al lugar con la intención de conversar con el dueño para darle la oportunidad de que hiciera su descargo ante la grave denuncia presentada por el custodio.

Con la certeza de que el lugar seguía funcionando, el próximo paso fue intentar entrar. Luego de recorrer un largo y lúgubre pasillo, una escalera conduce al primer piso, donde una puerta con rejas es la antesala al prostíbulo.

Tal vez el olfato del “seguridad” instalado en la puerta o algún llamado oportuno de los hombres que descargaban la mercadería y que ya sabían que quien llegaba no era un cliente sino un periodista que estaba cumpliendo con su trabajo, provocó que la puerta de rejas se cerrara abruptamente.

“El lugar está cerrado”, se limitó a decir un hombre que parecía ser el encargado, sin importarle la contradicción de que segundos antes hubiera dejado ingresar a un cliente.

-Yo soy periodista y quisiera hablar con el dueño. Tengo entendido que se llama Andrés. Es por una nota sobre una denuncia contra este lugar.

- A ver, voy a averiguar –respondió el hombre y se metió dentro del prostíbulo. Unos minutos después se volvió a asomar a través de la puerta de rejas y agregó: “Perdón, pero el dueño no está y acá no hay ninguna persona que se llame Andrés. Si quiere pase en otro momento porque ahora no hay nadie que lo pueda atender.

Al ver que era infructuoso insistir, este cronista emprendió la retirada, pero al pasar por la puerta se le acercó un hombre que se identificó como Rodrigo y dijo estar a cargo del transporte de la mercadería. “Yo puedo darle tu número al dueño para que se comunique”, dijo después de interiorizarse sobre de qué iba la denuncia.

Tres días después, un hombre que se identificó como “Hugo” y se presentó como el dueño del prostíbulo, se comunicó al teléfono de este cronista. Se produjo entonces el siguiente diálogo:

- Yo quería hablar con usted porque hay una persona, Franco Arapa, que dice haber trabajado en el prostíbulo suyo y que intentaron matarlo porque denunció que vendían droga y permitían trabajar a menores.


- Perdón, pero no sé de qué me habla. No conozco a ninguna persona con ese nombre.

- Franco Arapa. Dice que trabajó a principios de año como custodio en el prostíbulo de Boatti y Rivadavia, y que últimamente lo hacía en el que está al lado de la pizzería Tokio.

- Le repito. No sé quién es. No conozco a ninguna persona con ese nombre.

- Usted no lo conoce, aunque él dice que a usted, si verdaderamente es el dueño de los dos prostíbulos, lo conoce muy bien….

- Bueno, él que diga lo que quiera. Pero yo no tengo la menor idea de quién es. Tal vez es alguien que quiere plata o que está mandado por otra persona.

- ¿Por qué dice eso?

- Porque si está denunciando todo esto que es falso, es lo único que se me ocurre que puede pasar.

- Pero dice que él vio cómo las chicas que trabajan ahí vendían droga.

- Le repito, que diga lo que quiera. Acá nadie vende droga ni tampoco hay menores trabajando. 

- También denunció que intentaron atropellarlo con un auto y que lo amenazaron de muerte con una pistola.

-No sé de qué me habla. Yo ni siquiera tengo auto, así no sé cómo pude haber intentado atropellarlo.

- Usted sabe que tampoco es legal tener un prostíbulo.

- Esto no es un prostíbulo. Acá  la gente viene a tomar una copa y si después quiere hacer algún trato con una chica es cosa de ellos. Aparte esas chicas si no estuvieran acá, estarían trabajando en la calle, en una situación mucho más riesgosa y donde a veces hasta las matan.

- ¿No me querrá decir que está cumpliendo una función social con lo que hace?

-No, sé que esto no está bien, pero en la calle estarían mucho peor. Y otra cosa. Acá vienen muchos hombres de condición muy humilde, que lamentablemente tal vez por su aspecto son discriminados y no tienen oportunidades de conocer a una chica en la calle. Y también vienen discapacitados.

¿Y qué quiere decir con eso?

- Que aunque usted no lo crea, yo pienso que con un lugar así estamos evitando hasta que haya casos de violación. No sé si algunos de los hombres que vienen acá, si no tuvieran la posibilidad de estar con una chica en un lugar como este, no serían potenciales violadores.

- Es como mínimo curioso su análisis.

- No sé si es curioso o no, pero estoy convencido de que es así.

“Hugo” se despide. Quedan varias preguntas por hacerle. Cómo hace para tener abiertos locales donde se ofrece sexo cuando la policía y los inspectores municipales deberían clausurarlos. Pero dice que no tiene tiempo para seguir hablando. Que no puede dejar su teléfono, pero que en unos días se va a volver a comunicar. Habrá que seguir esperando.
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