Revista Veintitrés

Triple crimen: Habla el testigo clave que conoció a "todos"

Por su negocio, conocido como “la pulpería”, pasaron Forza, Pérez Corradi, el testigo muerto y su novia. Por primera vez cuenta su calvario por el triple crimen.

Por Lucas Cremades

Desde que asesinaron a Sebastián Forza, Damián Ferrón y Leopoldo Bina, mi vida se convirtió en un calvario. Y mucho tienen que ver los medios porque la gente les cree más que a la Justicia. Declaré ocho horas ante el fiscal de Mercedes Juan Ignacio Bidone y no tengo nada que ocultar. Lo único que hice fue conocerlos a todos.” El que habla por teléfono, enojado y temeroso a la vez, es Pablo Héctor Quaranta, de 38 años y fisicoculturista.

Hoy, Quaranta sabe tanto de potenciadores musculares y de anabólicos como del entramado que se fue gestando en su Megacentro de Nutrición Deportiva, en Federico Lacroze 3104, Capital. Fue socio  de Sebastián Forza y Martín López Magallanes, tuvo a Ibar Esteban Pérez Corradi como inversionista y contrató a Emiliano Marcos, el testigo muerto en las vías del tren. Por la circulación de los personajes clave involucrados en el triple crimen, el local es apodado “la pulpería” entre los allegados a la causa.

Quaranta siente que estuvo en el lugar equivocado en el momento justo. Su relato permite ubicar las piezas sueltas que explican cómo se fueron tejiendo las conflictivas relaciones comerciales entre Forza y Pérez Corradi.

En la agenda de Quaranta, ambos personajes aparecen a mediados de los ‘90: “En 1995 trabajaba en una farmacia de Flores y conocí a Forza, que era visitador médico y cliente. Se formó una linda amistad, él tenía 20 años y le gustaban mucho los autos, los perfumes y los relojes, como a mí. Le compré un Gol y después una camioneta. Para cuando conoció a Solange Bellone, empezó a interesarse en importar y vender productos para fisicoculturismo. Pero, de a poco, Sebastián se fue a otro mundo”.

También en esa farmacia, Quaranta entabló relación con Pérez Corradi: “Era una luz, un tipo sumamente inteligente que hacía negocios las veinticuatro horas del día. Compraba y proveía aminoácidos, proteínas y algunos esteroides importados que me interesaban para mi actividad física. Yo le presenté a Sebastián, porque Corradi necesitaba tamoxieno, un producto oncológico que Forza podía tener”.

–¿Cómo siguió su relación con Forza?

–En el 2003, Sebastián tenía la droguería de productos oncológicos Seacamp en sociedad con López Magallanes. Juntos, me ofrecieron poner una farmacia, que estaba habilitada y en la que iba a figurar como único dueño, mediante un acuerdo de palabra. Forza puso las garantías para el alquiler. Pero a los dos meses el ex dueño de la farmacia dio de baja la categoría, y no pudimos habilitarla. En octubre del 2003 tuve las llaves del local de Lacroze y Freire. Empecé vendiendo los productos para deportistas. Sebastián se peleó con Magallanes por algo muy serio, que lo tenía loco... no te puedo decir más”.


Quaranta recuerda a Ariel Vilán, “amigote” (y socio) de Magallanes en la droguería Unifarma, acercándose a su local, interesado en vender productos dietarios. “Era el che pibe del ‘Gordo’. La última vez que lo vi fue en el 2004.”

–Fue socio de Pérez Corradi en Odin Concept.

–Esteban solía traerme suplementos que importaba de Estados Unidos y de China para que yo vendiera. En el 2006 me ofreció asociarme y remodelar el local para habilitarlo como farmacia y me comentó que era el socio financiero de Forza, le cambiaba cheques y se pasaban clientes. Él invirtió en la remodelación, yo aporté el contrato de alquiler y pasé a integrar la sociedad con el 40 por ciento que me transfirió su hermano Eugenio Corradi.


El proyecto duró lo que un suspiro. Las ideas de Corradi no eran sólo los preparados para deportistas. “Tenía un socio contactado con mutuales y con droguerías oncológicas y sus intenciones eran preparar medicamentos oncológicos y para enfermos de HIV. Me pareció que se estaba metiendo con los grandes laboratorios. Le pedí cuatro meses para irme del local y me dijo: ‘Quedate y me pagás mil dólares por mes de alquiler. Más que plata, me vas a deber un favor’. Era una persona nerviosa y ambiciosa, pero teníamos una buena relación. A su pedido, volví a vender mis acciones a un tal Cabrera, que nunca conocí.” Se refiere a Jorge Adrián Cabrera, a su vez socio de Martín Lanatta, detenido en la causa como presunto homicida.

Pero las buenas migas no llegarían muy lejos. La última vez que la muchachada de la “pulpería” se reunió fue para el cumpleaños de Corradi, el 17 de julio de 2007. Estaban Forza y Bellone, Quaranta y el cumpleañero.

Como si de recordar muertos se tratara esta historia, Quaranta agrega: “El 2008 fue difícil: balearon mi camioneta en un intento de robo en el conurbano. En junio, Forza me contó de una pelea con Pérez Corradi por mucho dinero, que le dejaron una silla de ruedas en la puerta de su farmacia y de las amenazas: me quería convencer de que mi atentado había sido programado por Corradi”.
Diez días antes del triple crimen, Forza lo visitó junto a Ferrón. “Estoy fundido. Cerré la droguería. Tengo un Honda Civic para venderte. Te agarro cheques”, le dijo. “Me pedía contactos con otras droguerías: buscaba efedrina a granel”, continúa Quaranta. Y le dijo: “Con Sebastián nos conocemos hace un mes, pero somos como hermanos”.

Como si la suma de casualidades fuera poca, a través de Quaranta, Emiliano Marcos conoció no sólo a Natalia Canella, su futura novia, sino a todos los personajes de esta historia: nombres que volcó primero ante el abogado Miguel Angel Pierri y, más tarde, frente al fiscal Bidone. Después de declarar, Marcos, de 27 años, fue encontrado muerto en las vías del ferrocarril en Villa del Parque.
“Marcos era primo de mi mejor amigo. Fue empleado del local desde el 2005 hasta septiembre del 2008, cuando decidí echarlo porque llegaba tarde y estaba desganado. Durante varios meses en que estuvo peleado con su madre, lo dejé vivir ahí. Y conoció a Natalia: yo me había contactado con ella en la red social Netlog, y le vendíamos un producto que la ayudaba con su enfermedad, lupus.” A Forza y Corradi, en cambio, los habrá visto a lo sumo dos veces. “Por eso no salgo de mi asombro ante las versiones de que Marcos fue el testigo clave para relacionarlos con los asesinos. No tenía responsabilidades ni participación en los negocios.” Quaranta asegura que Marcos era “una persona depresiva que se había alejado de sus amistades y su familia”. En cuanto a Natalia, la mujer de 30 años encontrada por un policía cuando intentaba imitar el destino de su pareja, la describe como “depresiva e incoherente. Me llama la atención que diga que el cuerpo de Emiliano estaba intacto cuando su hermano declaró que estaba prácticamente partido en dos. Es como si, en ellos, Solange Bellone hubiese encontrado a dos candidatos perfectos para armar una versión irreal de la historia de su marido”.
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