Después del 1ro de Enero del 59

La revolucion día a día

El día a día de la histórica revolución después del triunfo.El primero de enero de 1959, el dictador Fulgencio Batista, definitivamente derrotado por las fuerzas revolucionarias comandadas por Fidel Castro, abandonó Cuba. Había triunfado la Revolución Cubana...

Por Redacción 24CON

El 2 de enero de 1959 Fidel Castro proclamó el triunfo de la Revolución desde el balcón del ayuntamiento de Santiago de Cuba. Y entonces comenzó el recorrido de la isla, que culminó una semana después con su entrada triunfal en La Habana. Hace ya medio siglo de eso. Pero los orígenes de la Revolución son todavía más viejos, tan viejos como los automóviles utilizados por los seguidores de Fidel en el ataque al Cuartel Moncada, exhibidos en el Museo de la Revolución. Es como si en México estuviera hoy en el poder un grupo que hubiera iniciado su lucha en tiempos del presidente Miguel Alemán.


El mundo fue cautivado por una revolución que tuvo desde el inicio una vocación internacionalista. Desde Francia, Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir viajaron hasta La Habana, donde fue puesta en escena La puta respetuosa. “Es mi mejor puta”, diría Sartre. Desde Francia llegó también Régis Debray, un joven que publicó ¿Revolución en la revolución?, el ensayo que proponía como ejemplo —para tragedia de las guerrillas de Latinoamérica— la estrategia de la Revolución Cubana. Tentativas foquistas empezaron desde entonces a surgir y fracasar en países tan distintos como Guatemala, Colombia, Perú, Bolivia, Venezuela y Argentina.

 


En los primeros 6 meses de 1959 se llevan a cabo ejecuciones sumarias de antiguos miembros de las Fuerza Armadas de Batista, calculándose en unos 300 los fusilamientos en La Habana y Oriente principalmente. La prensa norteamericana muestra preocupación, lo cual irrita a Castro.
Una vez tomado el poder, la oposición formó un nuevo gobierno. El Presidente fue Manuel Urrutia Lleó y el Primer Ministro José Miró Cardona. Los ministros fueron Regino Boti (Economía), Rufo López Fresquet (Hacienda), Roberto Agramonte (Relaciones Exteriores), Armando Hart (Educación), Enrique Oltuski (Comunicaciones), Luis Orlando Rodríguez (Interior), Osvaldo Dorticós Torrado (Leyes Revolucionarias), Manuel Ray (Obras Públicas) y Faustino Pérez (Recuperación de Bienes Malversados). Fidel Castro permanecía como Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas. Se trataba de un gobierno moderado , en el que coexistían diversas tendencias.


El 7 de febrero de 1959 se restauró la Constitución de 1940, al aprobarse la Ley Fundamental de la República, a la cual introdujeron los cambios correspondientes a la nueva situación del país, como el otorgamiento del poder legislativo y facultades constituyentes al Consejo de Ministros. Tomó posesión el presidente Manuel Urrutia Lleó, un exmagistrado, y Fidel asumió el cargo de Primer Ministro el 16 de febrero. Posteriormente ocurrieron sucesos como la intervención de la Cuban Telephone Company, la Cooperativa de Ómnibus Aliados y de Ómnibus Metropolitanos y se firmó la Ley de Reforma Agraria.

Los autos de la isla

El camino estaba expedito para cumplir las promesas del Moncada y la Sierra Maestra, a pesar del incremento de la contrarrevolución organizada desde República Dominicana y Estados Unidos, a donde huyeron numerosos criminales y políticos batistianos. Comenzaba así la otra guerra, una guerra más solapada, más sucia. Las montañas del centro y occidente del país se llenaron de bandidos armados y financiados por la contrarrevolución exiliada en los Estados Unidos y luego ocurrió la Invasión por Playa Girón, donde participaron aviones del Ejército Norteamericano y fuerzas contrarrevolucionarias entrenadas por especialistas de ese país.

Obreros, campesinos y estudiantes, integrantes de las Milicias Nacionales Revolucionarias y los Comités de Defensa de la Revolución -fundados en 1959 y 1960, respectivamente- tomaron las armas y derrotaron a los invasores en 72 horas, los bandidos también fueron aniquilados y continuó el proceso revolucionario.

 

La relación de México con Cuba fue menos romántica que la de Francia. Estaba basada en el interés común. Ambos países eran gobernados por sistemas no democráticos —uno de partido hegemónico, otro de partido único— que basaban su legitimidad, no en el voto, sino en un mito fundador: su pasado revolucionario, la lucha armada que culminó, respectivamente, en 1917 y 1959. Ambos países compartían además una misma geografía política: eran vecinos de Estados Unidos, lo que hizo que desde el comienzo la relación entre los dos fuera en realidad un ménage à trois.


Unidos por el mito fundador de la Revolución y por su vecindad conflictiva con la potencia del Norte, ambos países tuvieron una relación que fue doblemente excepcional: México no rompió con Cuba y Cuba no intervino en México. La excepcionalidad de su relación tuvo para los dos un impacto importante: los mexicanos no conocieron jamás el trauma de la insurrección y la represión, y los cubanos no quedaron nunca totalmente aislados en Latinoamérica.

Hacia fines de los noventa, sin embargo, y de forma explícita a partir de 2001, los pilares de la política exterior de México —no intervención y autodeterminación de los pueblos— comenzaron a ser sustituidos por otros principios —la lucha por la democracia y la defensa de los derechos humanos— que, junto con su alianza estratégica con Estados Unidos, socavaron las bases de los vínculos históricos que el país tenía con Cuba. Así, con la transición a la democracia en México llegó a su fin la relación especial que durante nueve lustros mantuvieron los gobiernos de la Revolución Mexicana con el régimen de la Revolución Cubana.

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