Las claves de un caso testigo de persecución judicial

El expresidente está en condiciones de quedar en libertad luego del dictamen de la corte brasileña sobre la inocencia de los condenados hasta el fallo definitivo. Pero Lula libre puede ser una complicación para los planes neoliberales de Bolsonaro.

El Supremo Tribunal Federal de Brasil se tomó su tiempo y mantuvo la expectativa hasta el final. Como esos elementales conductores de programas televisivos de prime time, demoró la incógnita, con música incidental adecuada, hasta el voto de desempate del presidente de la Corte, Jose Antonio Dias Toffoli.

Por 6 votos a 5, el STF puso punto final a un debate que se había extendido demasiado en torno a la inocencia de un reo hasta que se cumplan todos los plazos procesales. Esto es, que un condenado en segunda instancia puede esperar la definición final, en ese último escalón del sistema judicial que es el STF, en libertad.

Se dijo en algún momento en estos 580 días en que se trató esta insólita situación, que era un fallo sobre más de 190 mil condenados sin sentencia firme. Luego, más ajustados a la cifra exacta, se confirmó que era sobre 4895.

En términos políticos, se trata de un solo preso, el más importante y el que puede comprometer con su sola presencia en las calles brasileñas el sistema de neoliberalismo neofascista instaurado a paso firme desde la destitución de Dilma Rousseff en agosto de 2016, pero específicamente desde el 7 de abril de 2018.

Porque ese día el único preso que importa políticamente, Luiz Inacio Lula da Silva, quedó alojado en una celda de la sede de la Policía Federal de Curitiba. Esa detención facilitó el triunfo electoral de Bolsonaro. Su libertad podría complicarle lo que le quede de mandato.

El reclamo de la defensa del dos veces presidente brasileño apuntaba a las consecuencias de una persecución sin cuartel del juez Sergio Moro, que lo condenó sin pruebas por corrupción y forzó su detención, contra la jurisprudencia en contrario de la corte brasileña hasta entonces.

Pero eran otros tiempos y nada ni nadie podía ir haca un año y medio contra ese juez de Paraná con imagen de incorruptible. Moro fue premiado con el Ministerio de Justicia en enero pasado y ese gesto le fue quitando esa pátina de heroísmo a sus acciones.

Para colmo, en los últimos meses fueron apareciendo mensajes de la plataforma Telegram en el portal The Intercept donde se ve descarnadamente la forma en que tanto el magistrado como el fiscal de la causa Lava Jato, Deltan Dallagnol, manipularon información y pruebas con el único objetivo de sacar a Lula de la carrera presidencial, cuando todas las encuestas aseguraban que podría ganar incluso en primera vuelta.

Los mensajes de "Lula libre" atronaron todas las redes cuando se supo el resultado final de la votación en el STF. Por costumbre, cuando hay casos de tanto impacto, la compulsa se va haciendo por tramos. Es así que ya hace quince días había se sabía que la cosa venía para empate.

Hasta este jueves, iban 4 a 3 a favor de mantener la libertad y por tanto la inocencia de un acusado hasta la última instancia. Lula fue condenado por Moro y la sentencia fue corroborada por la Cámara respectiva. Como sus abogados apelaron la condena, falta la definición de la corte. El 6 a 5 tal vez indica que no era sobre 4895 casos que debatían en el Palacio de Justicia.

¿Qué pasará de ahora en más? La defensa del exdirigente metalúrgico ya pidió la pronta liberación del reo, siguiendo el dictamen del STF. La jueza que reemplaza a Moro, Gabriela Hardt, deberá responder ante ese reclamo. Pero por ahora no parece probable que Lula deje la celda en breve.

Y no porque no corresponde cumplir el dictamen del máximo tribunal, sino porque el sistema político armado luego del impeachment a Dilma teme por la conmoción que puede causar un líder del arraigo de Lula y de su capacidad de movilización. Conviene recordar que Bolsonaro y los Chicagos Boys que lo secundan en el gabinete están llevando adelante un proyecto neoliberal que va a contramano de los postulados del PT, pero también de sectores militares y empresariales afectados por esas medidas.

Bolsonaro ya obtuvo dos leyes que para Paulo Guedes, su gurú en la economía, son claves: la reforma laboral y la previsional. Justo este jueves comenzó la licitación de la plataforma petrolífera del Presal, una joya de la corona que convertirá a Brasil en uno de los productores de energía más grandes del mundo.

Lula libre es una consigna que desde Buenos Aires se cantará en la cumbre de líderes del Grupo de Puebla que se reúnen este fin de semana y es un canto de guerra que enturbia la relación de Bolsonaro con el futuro presidente argentino. Alberto Fernández ya dijo que sueña con que Lula sea el invitado de honor cuando asuma la presidencia, el 10 de diciembre.

Lula es un preso incómodo para el proyecto bolsonarista, pero al mismo tiempo, Bolsonaro es un presidente incómodo a esta altura para algunos sectores del establishment brasileño. ¿Cuál será la respuesta del sistema ante esta situación, que no debería ser inesperada para ellos? Por ahora es una incógnita. Es probable que todos traten de patear la pelota lo más lejos posible y seguir demorando definiciones con chicanas leguleyas.

Pero las presiones tanto dentro como fuera del país son muy fuertes. El de Lula es un caso testigo del lawfare regional y no todos los togados quieren quedar vinculados a resoluciones que cada día se muestran más amañadas para evitar que el presidente que sacó a 40 millones de brasileños de la pobreza vuelva a cantar presente desde las calles.Y entre sus cánticos, diga que otro mundo es posible, como decía allá por 2003 cuando llegó al gobierno por primera vez. 



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