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Los vínculos oscuros del cura nazi con el Proceso

El derrotero del catolicismo ultrarreaccionario en el país no culmina con la partida del obispo negacionista Richard Williamson.
Viernes, 27 de febrero de 2009 a las 11:44
Por Diego Rojas y Deborah Maniowicz

Luego de las polémicas declaraciones en las que negó el Holocausto y el uso asesino de las cámaras de gas por parte de los nazis, el cura lefebvrista Richard Williamson, perteneciente a una de las órdenes ultraconservadoras del catolicismo cuyo creador fue expulsado de la Iglesia por el papa Juan Pablo II, se llamó a silencio. Sin embargo, sus dichos habían hecho tanto ruido que incluso su callar resultaba insultante. Y perturbador en los más altos niveles. Su postura golpeó directamente a Joseph Ratzinger, nombre verdadero del papa Benedicto XVI, que el 24 de enero había retirado la excomunión a cuatro obispos de la congregación ultramontana, entre los que se encontraba Williamson, en una demostración ostensible del giro a la derecha de la institución vaticana. La rehabilitación de un religioso negacionista produjo una crisis severa cuyos ecos aún resuenan con potencia.

El gobierno argentino decidió expulsar al sacerdote que, además, está en contra de que las mujeres accedan a la educación superior. Williamson partió hacia su Inglaterra natal, donde tampoco será recibido con los brazos abiertos, aunque las leyes le otorguen el derecho de regresar. Antes de partir, sus custodios empujaron a un periodista de TN que buscaba una declaración del cura de extrema derecha. Williamson no habló. Pero, amenazante, levantó su puño derecho, como si atinara a tirar un golpe. Un golpe. Tal vez una metáfora de los varios golpes de Estado en los que su congregación participó activamente. Un recordatorio de las dictaduras a las que elogió. Una señal para que no se olvide los vínculos que tejió con los sectores más recalcitrantes de las sociedades donde anida. Williamson se fue. Sin embargo, en la Argentina, los lefebvristas quedan.

El 1 de julio de 1988 monseñor Marcel Lefebvre fue excomulgado por orden directa del papa Juan Pablo II. El día anterior, el cura había ordenado obispos a cuatro sacerdotes que, como él, consideraban que las reformas introducidas en la doctrina de la Iglesia a partir del Concilio Vaticano II constituían una afrenta a la religión misma. La Fraternidad Sacerdotal San Pío X, nombre que adoptó el grupo, rechazaba la eliminación de la misa en latín, el ecumenismo, la libertad religiosa y la destitución de la autoridad única del Papa. Todos preceptos aprobados en el Concilio que intentó reconciliar al catolicismo con las prácticas contemporáneas. Se postulaban como defensores de la tradición y del verdadero catolicismo, cuando en realidad sencillamente reivindicaban los aspectos más reaccionarios de la Iglesia. La doctrina lefebvrista era eminentemente política. “¡No se puede dialogar con los masones o con los comunistas, no se dialoga con el diablo!”, llegó a decir el fundador de la orden en una homilía.

En Francia, Lefebvre estableció fuertes vínculos con los sectores ultramontanos que les dieron sustento ideológico y religioso a los miembros del ejército en las colonias. Jean Ousset fue el fundador de Ciudad Católica, una organización a la que pertenecía el mismo Lefebvre y que había formado células en la institución castrense que defendían la guerra sucia y las torturas en Argelia en nombre de la lucha contra el comunismo. Para ellos, la independencia les daba vía libre a los musulmanes en esa nación. Las torturas estaban justificadas ya que se estaba desarrollando una verdadera cruzada. Para que Él reine, la obra cumbre de Ousset, tuvo, en sus numerosas ediciones, un prólogo firmado por Lefebvre. “Nuestro Señor reinará en la ciudad cuando algunos miles de discípulos estén convencidos de la verdad que les es transmitida y que esta verdad es una fuerza capaz de transformarlo todo”, escribió en aquel prólogo el cura expulsado. Luego del triunfo de los argelinos, los militares y capellanes involucrados en la OAS (organización guerrillera de extrema derecha que recogía los postulados de los militares franceses en el país africano) comenzaron a llegar a la Argentina. Un país que poseía un suelo fértil para sus doctrinas.

El padre Leonardo Castellani fue una de las figuras del catolicismo que brindaron soporte ideológico a la reacción local desde la segunda mitad de la década del treinta. Pluma destacada de la revista ultranacionalista Cabildo, allí escribió en 1945 un artículo titulado “Los judíos”. “Los judíos son como la hormiga colorada: una colmena fuerte no tiene temor de ella, son la ruina de las colmenas flojas”, escribe allí. Y prosigue: “Los antisemitas argentinos no son malignos, la mayoría son buenos muchachos, el verdadero antisemita envenenado es raro entre nosotros”. Y hay más: “No hay más remedio que el ghetto, las filacterias amarillas y la reconquista heroica de la economía nacional de manos de la gran finanza extranjera, que es hoy por hoy nido y el reducto del judaísmo”.

Escribía todo esto en 1945, apenas acabada la Segunda Guerra Mundial y el mayor genocidio de la historia. Más tarde se convirtió en el mentor espiritual de Salvador Nielsen, uno de los más reputados periodistas de la revista El Caudillo, órgano ideológico y de difusión de la Alianza Anticomunista Argentina (la tristemente célebre Triple A), donde Nielsen tenía a cargo la sección “Oíme”, donde se amenazaba a la oposición y se armaban listas de los que luego serían perseguidos por la organización paramilitar de ultraderecha comandada por José López Rega. Coherente, Castellani estableció vínculos de gran estrechez con Lefebvre. En 1977, en plena dictadura, le regaló uno de sus libros, El ruiseñor fusilado, con una significativa dedicatoria: “A monseñor Marcel Lefebvre, recuerdo de su paso fructuoso y meritorio por este país. Homenaje del sacerdote simple”. El polémico obispo acababa de pasar una temporada en el país y pudo observar con sus propios ojos la acción de la dictadura. Ciertamente, no se horrorizó.

“Tomen la imagen de la República Argentina. ¿En qué estado estaba hace apenas dos o tres meses? Una anarquía completa, bandidos matando a diestra y siniestra, las industrias completamente en ruinas, los dueños de las fábricas encerrados y tomados de rehenes, una revolución inverosímil. Llega un gobierno de orden, que tiene principios, que tiene autoridad, que pone un poco de orden en todo esto, que impide que los bandidos maten a los otros, y así vemos que la economía reflota, y que los obreros tienen trabajo y que pueden volver a sus casas sabiendo que no van a ser apaleados por alguien que quiera hacerlos participar en una huelga que ellos no desean”. Este panegírico de la dictadura argentina fue pronunciado ante cinco mil católicos integristas franceses en la ciudad de Lille. Se dice que estando en el país Lefebvre se entrevistó con Videla mismo, pero que el presidente de facto no dejó que se filtrara la información dado que el conflicto entre el lefebvrismo y el Vaticano ya estaba establecido. Durante su visita abrió en el país cuatro conventos y dos iglesias. Uno de los conventos se encuentra en La Reja, lugar donde residía Williamson antes de su expulsión.

Marie-Monique Robin investigó los lazos entre los militares franceses y la última dictadura argentina. Durante la preparación de su trabajo le tocó visitar el seminario lefebvrista de La Reja. Allí sostuvo el siguiente diálogo con un joven seminarista francés:

– Usted sabe, señora, el problema es que aquí, en la Argentina, hay curas comunistas...

–¿En serio?

–¡Sí! ¿Y cómo cree usted que se puede salvar el alma de un cura comunista?

–Rezando por él...

–¡Si con eso fuera suficiente! No, el único medio de salvar el alma de un cura comunista es matándolo.


La obra de Lefebvre tiene un vasto desarrollo en la Argentina. Distribuidas a lo largo y ancho del país, en Argentina hay 26 capillas de la Fraternidad San Pío X: existen iglesias en la ciudad de Buenos Aires, Martínez, Pilar, Laferrere, Villa Carranza, Guernica, Mar del Plata, Jujuy, Río Negro, San Luis, Santa Fe, Santiago del Estero Tucumán y hay 5 en Córdoba, 3 en Corrientes y 2 en Mendoza. Existen más de 4.000 fieles locales y el país es, por su número, el cuarto en importancia para la orden, luego de Francia, Estados Unidos y Alemania. Actualmente hay 35 sacerdotes lefebvristas. Tienen a su cargo tres escuelas: Niño Jesús, en La Reja; Santo Domingo Savio, en Mendoza, y el instituto Padre Pío, en Alta Gracia, Córdoba. Una vez por mes la totalidad de los sacerdotes argentinos de la orden se juntan en un retiro espiritual. Una vez al año se reúne en el país toda la congregación iberoamericana. De manera constante organizan campamentos con su feligresía que se caracterizan por su rigurosidad y la permanente formación ideológica en sus principios.

Ezequiel María Rubio es el asistente de Christian Bouchacourt, superior de la orden en América del Sur. Luego de varias negativas a brindar su punto de vista sobre el papa Ratzinger, la posición de la orden acerca de los judíos y su responsabilidad en la muerte de Jesús, la relación de los lefebvristas durante la dictadura argentina, accedió a señalar dos cuestiones significativas a Veintitrés. “Williamson se debía ir del país. Podría haber dicho lo que dijo en privado, pero no representando a la orden”, señaló. Luego, fue contundente: “Mientras siga habiendo campañas promoviendo el matrimonio homosexual, la eutanasia, el aborto y presionen a la Iglesia para que aflojen, nosotros vamos a mantenernos firmes. No vamos a aflojar”. Están entre nosotros, tal vez preparándose para épocas más propicias para sus postulados, tal como sucedió durante la dictadura. No van a aflojar. Aunque reclamen para sí la luz divina, son un peligro que representa el costado más oscuro de la historia pasada y por venir.
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