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La leyenda de "El Frente Vital", el Gauchito Gil de los pibes chorros

Murió hace doce años víctima del Gatillo Fácil. Hoy su tumba es visitada cada 6 de febrero. Le adjudican milagros. Su madre habló con 24CON y dijo: "Yo no quería que fuera chorro".

En la tarde lluviosa del 6 de febrero de 1999 se dibujaría una nueva mancha en el historial de la Policía bonaerense. Víctor Manuel “El Frente” Vital, con sus 17 intensos años, había sido una nueva víctima del gatillo fácil. Meses después se convirtiría en una especie de “Santo de los pibes chorros”, caracterizado por ser, para sus pares, un ladrón de códigos, carismático y bondadoso.

 

Hay quienes le atribuyeron milagros y varios de sus ex colegas le imploraron durante años ayuda para esquivar las balas de la policía. Tras 12 años de su muerte, su madre formó una ONG, creó una escuela con su nombre y sobre su tumba… sus amigos le ofrendan cerveza, porros y flores.

Aquel día Vital pensó que zafaba una vez más. Se había escondido en la casa de Inés Vera, un viejo aguantadero de la San Francisco que siempre le había resultado una guarida exitosa para escapar de la policía.

Después de haber robado una farmacia, un “mulo” (tal como se le dice en la jerga a los guardias de seguridad) los había delatado y tanto a él como a su amigo Daniel no les quedó otra más que huir. Ya lo sabían: "se la tenían junada".

La mesa no fue el mejor lugar que encontraron para esconderse en ese reducto de chapas y madera de 3 x 4. Pero ahí debajo, agachados y desarmados, estaban los dos cuando el sargento Héctor “el paraguayo” Sosa derribó la puerta a patadas sin que hiciera falta pedir permiso.

“No tires que nos entregamos”, le gritó el Frente, cubriéndose el rostro con la mano derecha, intentando atajar el plomo. Sus pedidos, no fueron órdenes ni mucho menos. Fue fusilado de cuatro disparos de bala y cayó en seco al piso.

Su compañero de robos recibió un tiro que le perforó el hombro. Mitad se hizo el muerto y mitad quedó semi inconsciente producto del impacto, por lo que horas después sí pudo zafar.

Ese día la villa se revolucionó. Llovía agua desde el cielo y palos, chapas y tiros en la tierra, en un enfrentamiento feroz entre la policía y los que tenían sed de venganza. Víctor iba a ser enterrado en el cementerio de San Fernando tres días después, precisamente el 9 de febrero, cuando los peritos le devolvieron el cuerpo a su madre.

El Robin Hood de la “Sanfra”

La historia del Frente fue inmortalizada en el libro “Cuando me muera quiero que me toquen cumbia” (2005), escrito por el periodista Cristian Alarcón, que en su momento trabajaba para el diario Página 12.

Con ciertos permisos narrativos y ficcionados, el relato que se enmarca dentro del género “periodismo literario” lo describe como una especie de héroe en la villa. Un ídolo pagano. “Se convirtió entre los sobrevivientes de su generación en un particular tipo de santo: lo consideraban tan poderoso como para torcer el destino de las balas y salvar a los pibes chorros de la metralla”.  

Dos episodios clave en su prematura vida de ladrón le dieron al Frente su “beatificación”. Un día repartió yogures y leche entre los chicos del barrio, mercancía que había obtenido tras robar un camión repartidor, al mejor estilo Robin Hood y con la intención de sacarle a los ricos para darle a los pobres.

Sin embargo, otras versiones indican que en realidad ofreció el apetitoso botín a su madre, Sabina Sotelo, pero que la mujer, lisa y llanamente: “lo sacó cagando”. Es que ella nunca estuvo de acuerdo con el “oficio” de delincuente en el que se desempeñaba su hijo, y siempre rechazaba la plata “sucia” que traía a casa tras cometer sus atracos.

Lo de los milagros también fue por un hecho puntual. Tiempo después de su muerte, dos de sus amigos, también pibes chorros, decidieron esconderse en el cementerio para escapar de una persecución policial. Ese día la policía no pudo encontrarlos y para su asombro, cuando ya no había vigilantes que puedan cazarlos, se dieron cuenta que habían estado refugiados a metros de la sepultura del Frente, su “mártir protector”.

Construcción social o periodística, mito o engrandecimiento de un simple adolescente ladón, lo cierto es que el carácter de Víctor era su fuerte. En diálogo con 24CON, Sabina -su madre- lo recuerda como “un chico muy dulce, muy carismático”.

 

“Siempre me abrazaba y me besaba. Yo no elegí que sea ladrón, pero lo recuerdo todos los días de mi vida. Delincuentes siempre existieron, pero antes había códigos y respeto. Jamás agarraban a una vieja, ni sacaban una cartera, el que hacía eso era un ratero. Ahora por 5 pesos te pueden matar, en eso influyó la droga. El adicto tiene que robar para sustentar su enfermedad, pero tampoco hay lugares para que se los pueda internar, y una vez que entran en la adicción es muy difícil que salgan”, dice.

El juicio final


La problemática sigue en pie hasta la actualidad. El total de casos de gatillo fácil ocurridos en 2010, según denunció Correpi, alcanza a 171 víctimas fatales, cifra menor a los contabilizado años anteriores pero que se caldea en medio de una fuerte discusión política en todos los niveles por bajar o no la edad en la Ley de Imputabilidad de menores.


El caso puntual del fusilamiento de Vital llegó lento a la Justicia. Fue en septiembre de 2005, luego de varias jornadas de juicio, cuando un Tribunal Oral absolvió de los cargos que se le imputaban al cabo Héctor Eusebio Sosa, que había estado preso un año y medio por el homicidio. Los jueces consideraron que había “falta de pruebas” en su contra y que el efectivo había actuado en “legítima defensa”. Años más tarde, el “paraguayo” (tal como le apodaban) mataría a otros dos adolescentes, también en una persecución.

“En el instante que ví la autopsia supe que se trataba de un gatillazo, había 5 orificios de bala. Todos tenía una trayectoria de arriba hacia abajo, en un ángulo que sólo podía aplicarse si la víctima estaba acostada y el victimario parado. Había un tiro que atravesaba la palma de la mano, así confirmamos que él estaba cubriéndose el rostro, trando de parar el tiro", explica a 24CON María del Carmen Verdú, integrante de la Coordinadora contra la Represión Policial e Institucional (Correpi), y en ese momento abogada defensora de la familia Vital.

 

Para analizar el cadáver de Víctor se hizo una pericia interdisciplinaria en La Plata, con médicos forenses, peritos planimétricos (que trabajaron en la habitación), peritos balísticos (trabajaron sobre armas), y los tres emitieron un dictamen con gráficos correlacionando los distintos datos. Hasta se midió la altura del policía y la de El Frente, por lo que se estimó la altura de la boca de fuego. Como conclusión: “si el Frente estaba parado, el policía tendría que haber estado a tres metros de altura”. Pero estaban en el interior de una cocina.

Además, con la participación de testigos la defensa intentó comprobar que tanto Vital como Daniel habían arrojado sus revólveres antes de entrar al rancho, en plena corrida, para que a la hora de entregarse no quedaran “pegados” por portación de armas.

La lucha de una madre

No habían pasado ni un par de meses de la muerte de su hijo que Sabina mudó sus pertenencias y su rutina a una casa del barrio Gutiérrez en Don Torcuato, partido de Tigre. Actualmente, en su San Francisco abunda el paco y la pasta base. “Está muy peligroso”.

Con el pasar del tiempo formó la ONG "Organización por la Vida", actualmente tiene un merendero en su propio hogar al que asisten cerca de 170 chicos cada tarde y creó la escuela para adultos nº 704, que lleva el nombre de “Víctor Manuel Vital”. Asimismo, desde 2004 forma parte del Consejo Consultivo de la Provincia de Buenos Aires.

Sabina lleva la impronta imborrable del Frente. Dice que “todo pasó como si fuera ayer” y que a raíz de su historia personal dedica su vida a tratar de “rescatar” a los pibes chorros. “Nadie nace delincuente, si los grandes no sabemos lo que queremos menos lo saben los chicos”, fundamenta. Por otra parte, cada 29 de julio celebra el cumpleaños de su hijo con una mega chocolateada en el barrio, un evento por el que recaudan dinero durante todo el año y que también incluye un festival al aire libre.

Ahora mira crecer las flores desde abajo

Sus familiares y amigos (quienes muchos están cerca de los 30 años), recordaron el sábado pasado a Víctor con la habitual misa que realizan año tras año en la capilla cercana al cementerio de San Fernando. Desde el 9 de febrero de 1999, día en que fue sepultado, los restos del Frente descansan en el “S-21-00-55”, punto cardinal dentro del gigante predio municipal minado de nichos, y bóvedas.

Su sepultura está ubicada prácticamente en el fondo. Ese lugar que sirvió de refugio para sus amigos cuando huían de la policía ahora está cubierto de flores artificiales, inmensas y de varios colores, de una gorrita azul colgando de una cruz de madera, de un rosario, de una lápida con su imagen, y de los sentimientos tallados en piedra que dejaron su hermano mayor, su madre, y algunos de sus amigos más íntimos.

A su vez acompañan otras costumbres de código villero y menos popular que también se dan en otras tumbas, siempre y cuando uno de los “pibes chorros” haya sido abatido por el plomo policial. Por eso encima de los restos del Frente hay ofrendas de todo tipo: porrones y latas de cerveza, colillas de cigarrillos y marihuana, y hasta una botella de sidra cerrada.

Tal vez será cuestión de esperar, para que alguno de sus fieles compañeros vaya a rezarle, le pida protección contra las balas, la descorche… y le convide un sorbito.

 

08 de febrero de 2011

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