Tiene 80 fieras salvajes y las trata como gatitos

El dueño del zoo de Luján quiere sumar "mascotas" a su vasta colección. Cuestionado por "jugar" con el instinto salvaje de los animales, se defiende y dice: "si les das amor, te devuelven amor".

Por Cecilia Di Lodovico
Pablo, el león, sale de su jaula y comienza a correr alrededor de ella junto a sus compañeras de encierro, cuatro tigresas bengala. Sucede que Pablo tiene una misión: preñar a las felinas porque el director del Zoo de Luján, Jorge Alberto Semino, quiere sumar “Ligres” (cruza de león y tigresa) a su colección de 400 animales. En 30 hectáreas combina sus dos pasiones: las máquinas agrarias, automóviles y locomotoras de colección y animales exóticos: leones, tigres, elefantes, osos, monos, pumas y dromedarios, entre otros, que conviven en una vieja estancia de Luján que también supo albergar a las bestias de Cutini. “Es muy interesante la idea y la forma de llevar todo: mientras los padres se quedan a ver los vehículos, la familia se entretiene en el zoológico”.

Pero Semino está enojado con la prensa: “Yo no tengo un equipo de prensa como Pérez Companc en Temaiken y prefiero gastar la plata en los animales. Acá hacemos las cosas a pulmón”. Tal vez, por esa decisión, opte por dejar comentarios en cada una de las notas que denuncian o critican el Zoo de Luján.

Sucede que, un periódico británico (The Sun) publicó un artículo que retrataba la experiencia de una cronista en la tierra de Semino. La fotografía la mostró “montando” un león y estalló una polémica. Antes, el programa “Crónicas Extremas” de Rolando Graña denunció, entre otros temas, que en el zoológico lujanense los cuidadores tenían poca experiencia, que se maltrataba a los animales, que los alimentaban mal y que los drogaban para mantenerlos tranquilos. Por otro lado, la cámara mostró el contacto entre los visitantes y los animales salvajes, cuestión prohibida: la Ley 12.238 de zoológicos y su Decreto reglamentario N 2308/01, dictamina que "queda prohibida la alimentación y el contacto directo con los animales, a excepción de los animales domésticos que no revisten peligrosidad", a fin de evitar accidentes y resguardar así la seguridad de los visitantes en los establecimientos.

Por otro lado, el Zoo de Luján tampoco cumple con el Reglamento para Manejo de Mamíferos Acuáticos de la Provincia, que desautoriza la instalación de oceanarios alejados de la Costa Marina. A varios kilómetros del mar, en el zoológico de Semino vive un lobo marino y dos focas. "Martín, un lobo marino de 250 kilos, lo tenían en un circo. Cuando vino era flaquito, era un palito. Vos movías las manos y él hacía cualquier tipo de prueba, hacía la vertical, daba vueltas carnero, se paraba en una aleta. Hacía lo que querías, pobrecito. Yo prohibí que le hagan hacer pruebas. Ahora está gordo y si golpeás las palmas, no te da bolilla. Eso me pone contento porque pienso que recuperó su tranquilidad. Lo único que hace es dejarse acariciar y alimentar. Es buenísimo". 

Sin embargo, Semino impulsa un petitorio para que la ley de zoológicos sea modificada: “Lo que hay que entender es que estos no son animales salvajes, sino nacidos en cautiverio. Esa es la diferencia y la ley debería tener una subcategoría para estos casos”. Lo que pretende es que las autoridades de la provincia “respeten el derecho de elegir tener o no contacto con ejemplares de especies animales que no siendo formalmente consideradas domésticas nacieron en cautiverio y han sido criados con reconocidas metodologías y técnicas de sociabilización y amansamiento que son tradicionales para algunas especies en otras partes del mundo, así como con métodos basados en el refuerzo positivo y la impronta (imprinting) y técnicas propias desarrolladas y aplicadas exitosamente durante 15 años en el país por el Zoo Luján”.

Julia y sus dos hijos, Nicólas y Martín, fueron los primeros tigres de bengala en llegar a Luján. Ellos, y luego las 80 fieras que viven en el predio ubicado en el kilómetro 58 del Acceso Oeste, se convirtieron en la principal atracción. “En 15 años –continúa- no hubo ningún accidente y no es suerte, es trabajar con profesionalismo, hay que saber educarlos. Cuando crecen, siguen jugando de la misma manera, de hecho, podemos tener tigres y leones viviendo juntos. Natalia, por ejemplo, una tigresa de 200 kilos, se crió con Luli, una perra de 15 kilos. La adoptó como la mamá. Los animales se crían de bebés en nuestros ambientes y con nuestras costumbres. Si no lo ves, no lo podés apreciar”. "Esto lo vas aprendiendo con la práctica. Cuando un tigre viene caminando hacia mí, yo sé lo que está por hacer; si va a saltar, si quiere jugar, lo que sea. La atención es primordial".

De hecho, el titular del zoológico demostró su destreza dentro de la jaula de "los grandes felinos". "Esta agazapada, preparada para cazar" y, con un ademán, indicó a los extraños que se corran "despacio". En ese momento, la tigresa saltó y arrastró varios metros a otra, una maniobra que podría ser fatal para un ser humano. "Está jugando", señaló Semino. "Sólo hay que enseñarles que sean suaves. Si vos a un animal le das amor, te devuelven amor. Sería más fácil encerrarlos y darles de comer por encima de la reja”.
 
                                                                                                                   30 de septiembre de 2009
Fotos: Zoo de Luján.
 
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