Cuando juega el corazón

El mal golpea al deporte de manera constante. Un problema difícil de evitar y que no depende de la calidad de vida. Un repaso de casos pasados y recientes y la explicación médica del problema que golpea dentro de las canchas.

Por Andres Randazzo
En el último fin de semana, una noticia acrecentó un temor que se mece de la mano del deporte. Renzo Cataldo, un chico de 19 años, falleció mientras jugaba un partido en las divisiones juveniles de la liga mendocina de fútbol. El joven sufrió un paro cardíaco y se desplomó en el campo. Los médicos lo atendieron, pero minutos más tarde se diagnosticó lo peor: muerte súbita.

“La muerte súbita queda enmascarada en la propia definición. Es eso, una muerte natural, que puede ser de causa cardíaca o no”, le explicó a 24CON Luis Barja, jefe de Electrofisiología del Hospital Austral.


Otros casos. Es el último nombre de una fatídica lista que incluye a muchos deportistas. En enero de 2001, Gabriel Riofrío cayó al parquet en Sunchales a causa de un paro cardíaco, mientras jugaba para Estudiantes de Bahía Blanca por la Liga Nacional de Básquet. El alero, de 23 años, pertenecía a la Generación Dorada argentina y entraba en las proyecciones de muchos.

Luego de cada noticia de este tipo, el estupor y la incertidumbre afloran de manera instantánea. “Causa mucho asombro y, por otro lado, muestra la parte de inseguridad de nuestros atletas. La noticia se hace masiva porque el hecho de ver, a través de la televisión, a un deportista que cae en una cancha conmociona”, aseguró Barja.


En el recuerdo. A principio de la década del noventa, Juan Gilberto Funes tuvo que dejar el fútbol mientras negociaba su incorporación a Boca. El Búfalo tenía un problema cardíaco y los doctores le dijeron: “No debe jugar más al fútbol, si lo hace puede morirse en una cancha”. Con sólo 27 años, el potente delantero dejó la práctica del deporte. Sin embargo, el 11 de enero de 1992 murió a causa de una afección cardíaca.

Marcelo Bravo jugaba en Vélez, pero un control de rutina, a cargo del doctor Ricardo Coppolecchia determinó un agrandamiento del músculo cardíaco, lo que lo obligó a dejar el fútbol a los 20 años, en 2005.

Con esos dos antecedentes, se impone una discusión: si en dos casos (reconocidos, por cierto) pudo prevenirse, ¿por qué no ocurre siempre? “El infarto puede suceder seis horas después del inicio de un síntoma. Es decir que previamente el deportista desconocía su enfermedad”, afirmó Barja. Entonces, para controlarlo de manera eficiente, puede hasta ser inútil realizar chequeos diarios. Además, “en atletas adultos, la muerte súbita le ocurre a uno de cada 50 mil personas. Y en chicos, por ejemplo, pasa en ocho sobre un millón. Es decir, buscar la enfermedad puede ser tan difícil como encontrar una aguja en un pajar”.


Actuales. En 2008, dos jugadores de rugby perdieron la vida por este tipo de problemas. Los casos de Juan Cruz Migliore, wing de CUBA, y Andrés López Astigarraga, de Almafuerte, conmocionaron al deporte de la ovalada y abrieron nuevas dudas. Migliore cayó en el campo luego de un maul y sembró una nueva incógnita ¿la enfermedad tiene que ver con la fricción del juego y el esfuerzo? “Cuando se habla de eso, es raro. La exigencia no daña al deportista porque están preparados para eso”, afirmó Barja, quien encuentra una explicación para muchos problemas: “Lo que sucede con varios deportistas es que tienen el síndrome de Superman.

Todo lo pueden, todo lo hacen. Encima minimizan los problemas, cuando una persona siente algo enseguida lo consulta, ellos no, porque muchas veces priorizan la competencia”.
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