A una semana del temporal

El temporal le destruyó la casa y los vecinos se la reconstruyeron íntegra

Ituzaingó parece zona de guerra. Soldados y vecinos se mezclan con árboles y postes caídos. Presos que no se escaparon y mucha solidaridad.

A una semana del temporal que azotó gran parte del Conurbano, la zona más afectada continúa siendo una zona de catástrofe. El partido de Ituzaingó fue el que más sufrió las ráfagas de viento que alcanzaron hasta 120 kilómetros por hora. Techos volados, árboles y postes tirados, barrios enteros sin luz y sin agua y miles de vecinos que esperan y desean que no vuelva a llover.


24CON recorrió los barrios y se encontró con imágenes que fácilmente podrían ilustrar una película de cine catástrofe o bélico. Plazas sin árboles, calles minadas de cables eléctricos y pinos sobre los techos de las viviendas.

Presos que no se fugaron, vecinos que ayudaron y pinos peligrosos

“Me ayudaron los vecinos. El árbol me rompió todo y ellos sacaron el tronco y me ayudaron a reconstruir la casa”, explicó Salvador en tono orgulloso frente a su casa, ahora bicolor. Enfrente, la Unidad Penal Número 39, la cárcel de Ituzaingó.

Salvador vive con su esposa Alicia, discapacitada, que camina ayudada por bastones canadienses, y su hija de apenas 6 años. “Quedamos atrapados. Primero fue la lluvia, después el viento y atrás el árbol. Nunca pensé que se cayera para acá, porque estaba inclinado hacia la calle”, ejemplificó mientras con sus manos simulaba el sentido de la caída.

El árbol impactó de lleno sobre el techo de chapa de la pequeña casa. Derrumbó dos paredes y arrancó una ventana. La familia quedó bajo el techo, atrapada. “Yo salí por un huequito de la pared y empecé a los gritos, vinieron los vecinos y me ayudaron a arrancar la puerta. Saqué a mi esposa en andas. Teníamos miedo de que se terminara de caer el árbol, pero había quedado agarrado con los cables. Si el cable no soportaba el peso, hoy estaríamos enterrados en el cementerio”, explicó.

El rol de sus vecinos fue fundamental. Durante los días posteriores al temporal juntaron ladrillos, chapas y tirantes y en el último fin de semana levantaron nuevamente las paredes. El color verde de la pintura anterior al temporal contrasta con el naranja de los ladrillos nuevos.


“Estamos reconstruyendo. Teníamos un microemprendimiento de pizzas y sanguches de milanesa. No me quedó nada, pero estamos reconstruyendo”.

En el barrio cercano a la cárcel se vivieron situaciones extrañas. El primer día se corrió el rumor de una fuga de presos. “Se comentó que un árbol tiró una pared y se escaparon como cien presos, pero yo recorrí y no hay ningún agujero. Además nos hubiéramos enterado. Cuando se escapa alguno lo corren por todo el barrio”, apuntó un kiosquero quien afirmaba saber todo del barrio.

“Se les escapan cuando los sacan a cortar el pasto. Sacan a diez, de los más tranquilos o los que les falta poco para cumplir la condena, y a veces alguno sale corriendo. El otro día pensaron que se les había escapado uno, pero estaba en el almacén comprando una coca”, explicó otro vecino, señalando la cárcel, mientras desde las garitas de seguridad lo miraban celosamente.

La misma cárcel se solidarizó con los vecinos ante los cortes de luz y agua. Desde la morgue del penal habilitaron una canilla donde se podían cargar bidones, aunque algunos “vivos”, cargaban y luego los vendían a pocas cuadras a más de 20 pesos. Además, los reclusos cocinaron pan y los entregaron a los vecinos más cercanos durante las primeras horas del día siguiente al vendaval.

El barrio Las Naciones fue el más afectado. Ubicado en la zona norte de Ituzaingó, al límite con San Antonio de Padua, y enmarcado por calles que llevan el nombre de distintos países, muestra destrozos en todo el tendido eléctrico, en los árboles y las casas aledañas.

“Suerte que fue a la noche, no había chicos en el jardín”, explicó a 24CON Adriana Maza, directora del Instituto General San Martín, el cual perdió todo el techo del patio cubierto y un añejo árbol terminó destrozando el techo de parte de las instalaciones. “Estaba la directora general que vive acá. Se asustó mucho. El árbol estaba en el patio recreativo. En la huerta tiró seis pinos, uno sobre el otro”. Como muchos otros colegios de la zona, no hay clases. Como las casas circundantes, las escuelas no tienen agua ni luz, lo que hace imposible recibir a los alumnos.

“El jardín y la primaria perdieron el patio cubierto. En el secundario cayeron los árboles”, afirmó la directora. En la mayoría de los casos, los arboles cayeron hacia la calle o peligrosamente cerca de las casas, solo en algunos casos fueron a parar sobre los techos.

Las calles Haití, Colombia y Costa Rica son algunas de las más afectadas, pero con sólo recorrer algunas calles, el peatón puede toparse con una nueva escena de desastre.

“Me salvó el viento, porque estaba tratando de cerrar la puerta cuando el pino cayó sobre el techo y tiró todo. Como no podía cerrar la puerta por la fuerza del viento estaba lejos del agujero”, explicó Oefelia mientras abría la puerta de su domicilio para mostrar los destrozos en el interior.

“Fue una explosión, el golpe y se cortó la luz. Todo junto. Empezaron a gritar los vecinos y me vinieron a sacar. Me arruinó el techo y todo lo de adentro. Hasta la estufa me golpeó”, explicó en el frente de su casa de la calla Colombia al 1000. Los arboles no tienen ni 50 años de edad y se los veía sanos, sin embargo no soportaron el embate del viento. “De la municipalidad me trajeron agua. Vino el ejército y cortó los troncos. Sigo sin luz y con el agujero en el techo. Esperemos que no llueva”, finalizó la abuela que sigue mirando su casa y el entorno, que parecieran haber sido bombardeados.

Las calles de barrio están siendo intervenidas por empleados municipales, bomberos y efectivos de Ejército. A diferencia de otros partidos, como Morón o Hurlingham donde se utilizan postes de cemento, la mayoría del tendido eléctrico y telefónico es soportado por postes de madera, principalmente de palmera, los que no soportaron el temporal y se quebraron cayendo sobre casas y calles, dejando cables pelados peligrosamente sobre las veredas. La falta de suministro eléctrico limitó el agua potable ya que el barrio no cuenta con agua corriente sino que cada vecino cuenta con un bombeador. El municipio y los bomberos voluntarios dispusieron de camionetas con grupos electrógenos para alimentar a los bombeadores.

Más alejado del barrio Las Naciones, el centro de Ituzaingó no se salvó del temporal. Las dos plazas cercanas a la estación están diezmadas, la calesita de la plaza 20 de Febrero, en la zona norte, es una postal de los destrozos y los colegios cercanos también. La Escuela media Número 5, conocida como AUPI, perdió parte del techo mientras se dictaban clases en el interior de las aulas: “Estábamos a mitad de cursada. Ya había pasado el recreo y estaban los alumnos en las aulas. En el primer piso se tiraron al suelo para cubrirse de los vidrios y en el segundo se taparon con las mesas”, apuntó Marcela Báez, regente del colegio y víctima del temporal.

“Primero explotaron los vidrios, después volaron las chapas del techo, se cortó la luz y se me cayó la mampostería encima. Tengo golpes, moretones, pero nada más”. El sector de administración, oficina de alumnos y dirección perdió completamente el techo. Las ventanas de las plantas superiores perdieron sus vidrios, y el colegio continúa a oscuras. El Concejo Escolar de Ituzaingó dispuso la reconstrucción del colegio para que las clases vuelvan cuanto antes. A una semana del temporal los albañiles trabajan a contrarreloj mientras parte de la planta alta está a “cielo abierto”.

La improvisación fue otra aliada de los vecinos.  Quienes tenían luz, tendían con un alargue un poco de electricidad a un vecino. Quien tenía agua pasaba en bidones a alguno cercano, y quien necesitaba bañarse, se valió de las estaciones de servicio de la autopista Acceso Oeste, quienes al entender la necesidad, dejaban los baños abiertos. Recién hoy el municipio habilitó duchas comunitarias en el club GEI, en la Sociedad de Fomento Villa Las Naciones, en el Polideportivo La Torcaza y el Club Atlético Ituzaingó. Tampoco faltaron los comerciantes vivos que triplicaron el valor de las velas, del agua y gaseosas y hasta quienes se pasearon con equipos electrógenos cobrando por cargar tanques de agua.

A una semana del temporal más fuerte de los últimos tiempos y aún con el barrio transformado en una zona de catástrofe, los vecinos de Ituzaingó se las arreglan para seguir con sus vidas, aun cuando al caer el sol la oscuridad y la incertidumbre invadan las calles.

11 de abril de 2012

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