"El amor de mis hijos fue el motor para superar el cáncer"

Naanim Timoyko: su enfermedad, la separación y el regreso al teatro.

Traviesas nubes juegan a las escondidas con un cálido sol de invierno que se rebela a desembarcar. En la casona de dos plantas, emplazada en pleno corazón del Olivos Golf Club, reina el silencio. Apenas transcurrieron las primeras horas de la tarde de un domingo otoñal que ya tiñó de ocres y dorados el parque de la casona de dos plantas que brilla con luz propia.

 

La que irradian sus integrantes, Naanim Timoyko, Rosa María (17) y Juan Bautista Mateyko (11), la pequeña Caniche Toy “Nala” y un atigrado gato que se lanza a arriesgadas aventuras por los tejados. Todos comienzan a despertarse. Los domingos tienen permitido dormir hasta más tarde. Naanim es la primera en aparecer. Con una bata de seda negra y a cara lavada, es la misma bella y seductora mujer que supo triunfar sobre los escenarios del teatro de revistas en los ‘80. Aquella que abandonó todo para unirse a Juan Alberto Mateyko y cristalizar el sueño de crear una familia.

“En aquel entonces, sentí que cerraba un ciclo de mi vida con la obra ‘Tango Argentino”, con la que fui a París y a Broadway. Y no sentí dejar todo para cumplir otro sueño: el de esposa y madre”, relata la tranquila mujer. Su propio cuento de hadas se cumplió tal cual ella lo había soñado y durante largo tiempo lo disfrutó a pleno. Sin embargo, hace unos años, en su destino se cruzó un oscuro nubarrón.

“Yo no me ando con chiquitas. Cuando decido patear el tablero, lo hago con todo. Mi matrimonio de más de veinte años ya venía mal y cuando estábamos por separarnos, saltó lo de mi enfermedad. Me detectaron un tumor debajo del seno izquierdo. Fue el momento más difícil de mi vida. Pero ya estaba en la balsa, así es que debía continuar... -cuenta Naanim con una naturalidad y una paz que demuestra el buen momento que hoy está viviendo-.

 

Al principio, esto me quitó el buen humor. Pero tenía el soporte incondicional de mi familia y mis amigas. Entonces, me fui acomodando. Me salvaron la fe y la medicina. Soy muy creyente, por eso no dejé de creer en Dios. Pero no era muy consciente y sólo tenía pánico a la anestesia. En el Mater Dei me atendieron de maravillas, y cuando desperté, después de la intervención, lo hice con una gran sonrisa y le dije a mi amiga: ‘¡Gorda, me sacaron un cáncer!’.

 

Mi único temor era no volver de la anestesia. Juan Alberto y los chicos, se portaron súper bien. No tuve el valor de sentarme a hablarlo con mis hijos. Pero son un sol. Rosita se metió en Internet, contando con el soporte de sus amigas, y averiguó todo. El amor de mis hijos fue el motor para superar el cáncer”, relata Naanim como si se tratara de una película.

“La operación salió bien y me hicieron estética, así es que eso estaba superado. Pero ahí comenzaba otra durísima etapa que era el tratamiento. Me fui acomodando de a poquito a cada paso de la terapia. Y como no quería que me vieran mal, me cubría la cabeza con unos pañuelos que me inventaba cociéndole pelo en los bordes para que nadie se diera cuenta de que ya no tenía cabello... Hoy pienso que no sabía lo fuerte que era. Debía separar las aguas. Y fui hacia adelante, como una topadora. Recurrí al humor. Me divertía, y eso me hacía muy bien. Asistía a Fundaleu para la ’quimio’ junto con mis amigas. Como si fuéramos a tomar el té. Y, mientras esperábamos, jugábamos a los dados. Estaba contenta de estar viva. Para lo demás, tenía tiempo”, confiesa la mujer que, por un momento, esconde las garras que le afloraron cuando debió luchar contra todo, para poder disfrutar de un presente feliz.


“Después que superé todo eso, llegó el momento de la separación. Algo que ya venía postergando desde hacía tiempo. Al principio me dio un poco de miedo pensar en arrancar de nuevo, sola, luego de 23 años junto a un hombre. Sin embargo, lo pensé y creo que mi omnipotencia me llevó a convencerme de que todo era para mejor. Comencé terapia y mi psicólogo me dijo: ‘Hacé lo que puedas, no luches contra todo, andá de a poco’. Era para aliviarme el camino, pero yo rompí con todo”, afirma muy segura.

Y como para demostrar y demostrarse que lleva las riendas de su vida, ahora Naanim Timoyko también decidió retomar su carrera. “Yo no era muy consciente. Estaba feliz con todo lo que tenía. Pero aún había una asignatura pendiente que debía resolver. Sentía que la vida me había dado una segunda oportunidad en todo. Y debía aprovecharla. También pensé que los chicos jamás me habían visto sobre un escenario y era como una deuda que yo tenía con ellos. Me conocieron sólo como mamá; el famoso era el papá. Por eso tenía muchísimas ganas de volver pero no sabía por dónde arrancar. Pensaba, ¿y ahora cómo sigue esta película?

 

Tímidamente comencé a expresar mis ganas y parece que la gente indicada me escuchó, porque me llamaron para decirme que tenían un personaje chico para una obra en el teatro San Martín. Hacía 23 años que no actuaba, y fue muy fuerte. Así fue como volví a debutar en el escenario del teatro Presidente Alvear con la obra ‘Titulares’. Y ya, en el primer ensayo sobre las tablas, me electricé y dije: ¡Acá es donde quiero estar; éste es mi lugar! Me volví a sentir completa. Recuperé el rito del teatro, junto a compañeros maravillosos, con un estupendo clima de camaradería”, cuenta entusiasmada y con una gran sonrisa. La misma que ilumina su rostro cuando se le hace referencia al amor.

“Hoy, el espacio del amor lo cubren mis hijos. Rosita, que es mi compinche y ‘Juanpi’ que es un mimoso. Con Juan Alberto mantengo una buena relación, pero las heridas aún están abiertas. Por eso siento que aún no estoy preparada para formar otra pareja. Por el momento, estoy vacunada. También estoy fresca, como una pinturita pero con el corazón durmiendo por ahora”, concluye una mujer tan fuerte como valiente para quien los desafíos, se convierten en un aliciente para continuar adelante.

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