La zona donde se erige la planta de reciclaje, es un paisaje urbano, aunque descampado. A un costado, la gran montaña de basura va rotando de época en época. Es la tierra del Seamse, depósito de todo aquello que “solucionamos” poniendo en una bolsa sobre un canasto. Llegada cierta hora de la tarde, esa montaña es abordada por una nube de niños y adultos que como una postal de la indigencia, buscan su vida entre lo restos. Por otra parte, a la planta la rodean otras plantas recicladoras que, a diferencia del emprendimiento social de la Cooperativa 8 de mayo, sólo son negocios privados.
La planta de reciclaje será comandada por los integrantes de la Cooperativa del Barrio 8 de Mayo, de José León Suárez, quienes vienen peleando a pulmón por poner en marcha esta iniciativa que dará empleo a decenas de personas. Encabezados por Lorena Pastoriza, la referente social los integrantes llevan un una historia de luchas por alcanzar el objetivo que logró ver la luz este último viernes 6 de marzo. Mientras se abrazaba con sus compañeros, Pastoriza recordó entre lagrimas: “Nuestro proyecto se gestó desde la base, desde los propios compañeros. En una etapa posterior tomó un carácter más técnico hasta llegar a hoy que ya formamos parte de la red “Reciclando Valores”. Después de la crisis de fines de 2001 cada vez más gente ingresaba al relleno sanitario y todo se hacía más difícil. Nuestro objetivo, entonces, era descomprimir el conflicto social. Con el proyecto de las plantas sociales pasamos a tener un criterio más abarcador. El rédito económico no debe alcanzar sólo a los trabajadores de la planta, debe llegar al conjunto de la comunidad. Por eso nos proponemos crear salas, escuelas, y también, ocuparnos de la formación de los compañeros, para que puedan tener una mejor oportunidad ante una realidad tan adversa. Este es el significado que para nosotros tiene la palabra `social´”
