Esmeralda Mitre: pasado y futuro

Por Caras
Ya no frecuenta sus románticos jardines con exuberantes plantas y patio sugestivo. Ahora convive en un departamento con su novio, Darío Lopérfido (44). Pero el hogar familiar de Barrio Parque representa mucho en la vida de Esmeralda Mitre (28). “Mis amigos adoraban venir a esta casa, porque irradiaba libertad. Y como la mayoría de ellos son artistas, les copaba estar acá, era mi punto de reunión. Mis padres eran muy relax, las puertas estaban abiertas para todos. Después, de grande, me fui a vivir sola a un departamento. Fueron tres años y medio, hasta que hace poco Darío me propuso ir al de él”.

La memoria de “Esme”, actriz de sólida formación cultural que encontró en la actuación su lugar en el mundo, se aviva entre miles de recuerdos. “Se me vienen a la mente cumpleaños, la llegada del colegio, mi padre, mis perros, las bibliotecas que inundan la casa... De ahí me quedó que una casa sin libros y sin expresión artística o estética, para mí no es casa”, revela la hija del director del diario “La Nación”, Bartolomé Mitre, y de Blanca Isabel Alvarez de Toledo. Dice que su niñez fue divina, repleta de artes y letras, y su adolescencia más difícil por distintas circunstancias. “La clave de la vida está en aprender y lograr modificarse a raíz de las dificultades”, pregona. Hoy, considera al teatro como el lugar preferido de quienes gustan imaginar. Y apuesta a la combinación trabajo-formación. “Aprendí que todo lo referente a estudio, trabajo con los textos, lecturas e información facilitan el trabajo del actor, tanto como poner el cuerpo en escena. Cuantas más ejercitaciones y discusiones haya con el director y los compañeros, mejores serán los resultados”.

—¿Encarnar cada personaje significa un desafío distinto?

—El actor debe darle cuerpo y espíritu a lo que el autor creó, pero desde uno mismo. El personaje de “Natalie” que hice en “El príncipe de Homburg”, por ejemplo, me permitió resolver distintas dificultades de interpretación. Después de mi paso por el seminario de David Mamet, en Nueva York, y mis estudios con Gene Guerberof, Norman Briski y Luis Agustoni, todos mis trabajos me atraparon.

—¿Y cuál será su siguiente desafío?

—A nivel teatral, para el año que viene estoy involucrada en una gran obra de Shakespeare, pero no me corresponde anunciarla. Sí puedo decir que tendré un papel bellísimo, el más deseado de mi vida. También protagonizaré una película, llamada “La vida anterior”, con “China” Zorrilla y María Abadi.

—¿Recordará 2009 como un año especial, por cómo le fue en el trabajo y en el amor?

—Sí, seguro, porque mi relación con Darío está más consolidada. Y mi carrera se fue conformando de un modo que me satisface y gratifica. Ante cada paso que doy, quiero más aún.

—¿Encontró en Lopérfido a su coequiper ideal?

—Siento que formamos una dupla ideal e interesante en el camino de la vida. Nos gustan las mismas cosas y juntos las llevamos adelante. La clave de la pareja está en la diferencia, es verdad, pero también en que te puedas unir en lo que profundamente es importante, el ser y el espíritu.

—¿Qué valores rescata de él?

—Respeto mucho su cabeza, su tranquilidad y creatividad. Juntos logramos un buen balance.

—¿Comparten muchas cosas en común?

—El gusto por el teatro, al que vamos habitualmente, y por el cine. También salimos a comer a lugares tranquilos, y hacemos poca vida social. Nos encanta escuchar buena música, y por eso trajo este año a los mejores músicos de jazz.

—¿Confirma la versión de casamiento?

—No me parece inteligente adelantarme a los hechos. Creo que la realidad, como la convivencia, demuestran todo lo que pasa entre nosotros. Y la boda es algo que está omnipresente, ya sea que se lleve a cabo o no.
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