Tiempo de balance

Un esfuerzo con poco apoyo

Terminó Beijing 2008 y el tema es recurrente. Los deportistas argentinos y la diferencia con el resto.

Por Andres Randazzo
Ya pasaron, ahí van y se le ve, como un tren que marcha sin detenerse, sólo la luz roja de atrás. En medio del brillo que aún resplandece el cálido aire de Beijing, la Villa Olímpica dejará de ser tal y se transformará en un excelente barrio privado con un costo exorbitante.

La fiesta de clausura tuvo, dentro de tanta espectacularidad, la presencia de los deportistas que hicieron grandes a los Juegos. Entre ellos, estaba Juan Curuchet, con la bandera argentina empuñada como un estandarte que defendería en cualquier circunstancia. 

No fue azarosa la elección como abanderado del ciclista de 43 años para despedir a Beijing. El hombre oriundo de Mar del Plata había anunciado que éstos iban a ser sus últimos Juegos y pudo ponerle un punto dorado a su carrera. Junto con Walter Pérez, Curuchet realizó una tarea de inteligencia para ganar el oro en la Clase Americana.

Fue el primero, que llegó en bicicleta una mañana de agosto. Pudo considerarse como una sorpresa, en realidad lo fue. Pero las conjeturas comienzan allí. En lo más básico de los análisis. ¿Cuál es el camino a seguir para coronarse en un Juego Olímpico?

Esa respuesta sería sencilla en un país con ideología deportiva de primer mundo. Los éxitos en la máxima cita del planeta tienen que llegar de la mano del esfuerzo colectivo y la dedicación, durante cuatro años, de manera intensiva. Claro, para conseguir una preparación adecuada, el respaldo debe ser el mínimo. ¿Cómo entrenar al 100% si hay que buscar sponsors para poder, aunque sea, viajar? Para garantizar el éxito deportivo es imperioso que los atletas reciban el apoyo monetario de algún sector y, así, utilizar sus esfuerzos para preparar las competencias.

Si se repasa con la velocidad de Usain Bolt (para seguir relacionados con los Juegos), los logros de los deportistas nacionales, surgen de sus propias e inmensas virtudes, esas con las que se alcanzaron las seis medallas (2 doradas y 4 de bronce) y se igualó la marca de Atenas.

El fútbol, el básquet y el hockey, sólo se encargaron de sentenciar su calidad de grandes equipos y se ubicaron en el lugar del podio que pudieron, acompañados de la suerte o del infortunio. El yachting dio otra prueba más de vigencia, cuando de la mano de Santiago Lange y Carlos Espínola repitió la ubicación de los Juegos pasados. Además, Camau se transformó en el atleta argentino con más medallas en la historia.

Por último, queda para tirar en el tapete el caso de Paula Pareto, la única que subió al podio sola. La Peque le dio la primera medalla al judo nacional y en un deporte individual en China.

Quizá parezca demasiado subjetivo dejar para el final algunas de las decepciones. No por achacarle algo a los deportistas, sino que para, de alguna manera, entenderlos. Georgina Bardach, Germán Chiaraviglio y Santiago Fernández pudieron traer medallas pero sus actuaciones distaron del ideal por motivos varios.

¿Falta de apoyo? ¿Nervios para no echar por la borda tanto esfuerzo? Puede ser, todo puede ser. Faltan cuatro años para Londres, tiempo prudencial para ver si se intentará dar el zarpazo a la elite deportiva o se prenderá una vela para que la calidad de nuestros atletas aparezca en Inglaterra. 
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