El análisis que realiza la Unión de Kiosqueros de la República Argentina, está basado en datos de la Agencia de Recaudación y Control Aduanero (ARCA) y reveló que durante el último año dejaron de operar 16.000 kioscos de barrio en el país.
De los 112.000 puntos de venta formales que funcionaban previamente, actualmente subsisten 96.000, lo que representa una disminución del 14% interanual. Este fenómeno, particularmente visible en barrios porteños como Recoleta, Belgrano y Palermo, refleja cómo los cambios en los hábitos de consumo y el aumento de la competencia están afectando a un comercio emblemático de la vida urbana.
Los motivos de los cierres:
De acuerdo con Ernesto Acuña, vicepresidente de la Cámara, las ventas bajaron un 40% en comparación con junio del año anterior. Esta caída se vincula a la disminución en el consumo de bebidas sin alcohol —que representan un 60% de la facturación de estos negocios—, con una baja del 18% según el INDEC, además de retrocesos del 23% en golosinas y del 11% en galletitas. Pero la crisis no se explica únicamente desde lo económico.
La competencia con supermercados de cercanía y grandes cadenas es cada vez más agresiva. Mientras los kiosqueros tradicionales enfrentan serias dificultades, las grandes superficies logran atraer consumidores mediante ofertas y precios más accesibles. En ciudades como Buenos Aires, donde prácticamente hay un kiosco en cada cuadra, esta competencia desigual deja al modelo tradicional en clara desventaja. Mayoristas, supermercados compactos y tiendas de descuento han captado a un consumidor que, presionado por la inflación, opta por comprar en cantidad o elegir marcas más económicas. Según Nielsen, las ventas de marcas alternativas de alfajores y gaseosas crecieron un 16%, reflejando un cambio de comportamiento impulsado por el bolsillo.
Aun así, la economía no es el único factor en juego: también evolucionó el perfil del consumidor. La tendencia apunta hacia elecciones más saludables: se compran menos caramelos y más productos de dietética, menos gaseosas azucaradas y más bebidas sin azúcar o con fines específicos, como el agua tónica, que ganó lugar en las góndolas.