Revista 24CON

El barrio fantasma

Son más de 600 familias que no tienen gas ni electricidad. El correo pasa de largo porque no los registra. Cómo es ser un barrio fantasma en el corazón más poblado de la Argentina

Por Mariano Jerez

Matilde acomoda con cuidado la foto de su esposo sobre la repisa de la sala y no puede evitar que la nostalgia la embargue por un instante, olvidándose apenas de los embates de su alergia. El médico le recomendó cuidarse y la llenó de medicamentos que poco o nada hacen para evitar el daño que produce el penetrante olor que se filtra por el departamento. No hay perfume o sahumerio que alcance ante la putrefacción de las heces que flotan en el lago artificial formado frente al edificio.

Matilde suspira y en su exhalar busca ánimo. El sol asoma detrás de la torre donde se encuentra el tanque de agua que abastece al complejo en el que vive, la misma torre en la que se cuelan los chicos para nadar, ajenos al peligro, pero concientes de que nadie lo prohíbe.

Después de todo ¿quién se atrevería a imponer reglas en un lugar que no existe? Matilde es Medina y vive en el  Barrio UTEVI, a diez minutos del centro de San Justo, donde se encuentra un conjunto de edificios de tres pisos y casas de tipo chalet ubicados sobre la avenida Marconi al 5200 que no figuran en los mapas del municipio. Pareciera irónico toparse con una zona que no puede ser encontrada, pero aun así, la vecina, es una de las tantas denunciantes de una estafa que llegó a oídos de Naciones Unidas.

Vivir en el más allá

Si alguien busca desaparecer y no es un fantasma, las calles internas del barrio o alguna de las casas con numeración clonada sería la forma indicada para hacerlo.

Aunque vivir en el limbo tiene sus ventajas, el hecho de no figurar en catastro trae sus contratiempos: la empresa distribuidora de agua tuvo que rodear la edificación con el caño principal de abastecimiento y el correo pasa de largo. Ni hablar de la provisión de gas y luz que pasó a la clandestinidad de un sistema de garrafas y malas conexiones.

A la precariedad de esta situación se suman –o valdría mejor decir se restan- los impuestos que no se cobran y la falta de control municipal que provoca algunas “licencias” edilicias como las cámaras sépticas del complejo que fueron colocadas sobre la vereda de la avenida Marconi. Sin conexión con las cloacas, desbordan inundando de materia fecal la calle provocando en la vecindad importantes alergias como la que sufre Matilde.

Por ser uno de los vecinos más antiguos, diez años en el barrio le dan a Miguel Barrios suficiente tiempo como para recordar que justamente el paso del tiempo logró que el cartero llegase a su domicilio: “Ahora nos conoce, pero al principio las cartas se perdían y nunca llegaban…como la mayoría de las calles internas no existen, nosotros tampoco”. “Además siempre existe el riesgo de que te quieran tomar la vivienda, ya que al no tener las escrituras de los terrenos, nos encontramos indefensos a los intentos de usurpación. Como no existimos, el municipio no nos cobra impuestos. Queremos pagar pero no quieren cobrarnos y es que si lo hacen, nos tienen que reconocer”.

Cuestión de fechas

El 27 de junio de 1996, Luís Zamín se asoció con Enrique Rozwadower para conformar la sociedad civil Unión de Trabajadores y Empleados para la Vivienda I (UTEVI I) con el objeto de construir un barrio, que a la fecha ya estaba construido y hasta había sido comercializado por la inmobiliaria Tarraubella, según se desprende del acuerdo con el socio adherente Manuel Mansilla de octubre de 1990. Desde Tarraubella, sin embargo, negaron a 24CON haber comercializado los planes de viviendas.

Los vecinos recuerdan que fue un hecho concreto el que inició las primeras sospechas sobre irregularidades: “Alrededor de 1995, tuvimos la opción de abonarle al capataz. A cambio, daba un recibo común y corriente. Pero un día tuvo un problema con el administrador y dijo “esto es una estafa”. Aseguró que todo era un fraude”, sostiene Gustavo Baez, otro de los vecinos que decidió no continuar pagando ante la incertidumbre. Matilde explica que todos creían que compraban una casa en cuotas, “pero en realidad nos estaban adhiriendo a una sociedad”.

Megacausa

Cuando el titular de la Comisión Nacional contra la Impunidad Rodrigo Ferreiros, recibió a los vecinos no dudó en apadrinarlos en el proceso penal que recayó en el Juzgado Nacional de Instrucción en lo Criminal nro. 13 a cargo del dr. Zelaya.

En el organismo se habla de una megacausa por la cantidad de afectados, cifra que podría aumentar si el fiscal vincula el caso con otros grandes emprendimientos inmobiliarios que también investiga la Justicia: entre ellos, el complejo Altos de Laferrere. Si bien en las investigaciones hay nombres y empresas que se repiten, las causas aun corren por separado y se encuentran en diferentes estadios procesales.

Según Ferreiros, la Justicia debe investigar a Tarraubella como desarrolladora del proyecto: “No es posible que se diera la vivienda sin escrituras. Hemos presentado una nota en mesa de entrada del Municipio, dirigida al intendente para que intervenga en el caso y ratifique la denuncia. Además habría que averiguar si los constructores tenían el permiso correspondiente para la obra”, explica.

Por lo pronto los vecinos esperan pacientes en esa especie de limbo al que fueron condenados a vivir. Un lugar del que únicamente se puede regresar a través del camino de la Justicia. Solo que la travesía es demasiado larga y penosa, tanto como las alergias que sufre Matilde día a día.

 

Fotos: Gustavo Bosco

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