Internacionales

El principio de todo

La política exterior de EE. UU. se debate entre los principios y el pragmatismo, mientras la defensa de los valores democráticos disminuye en la era de Obama.

Por James P. Rubin
El propósito central de la política exterior de EE. UU.  —articular la razón fundamental de seguridad nacional para el empleo de la fuerza en Afganistán— tiene una desconexión poco afortunada. En su discurso en West Point, Barack Obama no ligó su poderosa retórica sobre EE. UU. como una potencia global que cree en el principio de que “hacer lo correcto nos hace poderosos” con su argumento para el envío de más soldados. No mencionó el imperativo moral para derrotar a los talibanes y su atroz ideología.

EE. UU. tiene que proteger al mundo de Al Qaeda, es un noble propósito el de derrotar a los extremistas islámicos cuya barbarie hizo tanto daño a afganos y paquistaníes inocentes.

La omisión de la dimensión moral por parte de Obama refleja una tendencia mayor. Durante el último año, al establecer los contornos principales de su política exterior, los principios de los valores democráticos fueron pasados por alto demasiado seguido. Desde luego, eran necesarios grandes cambios para recuperarse del daño forjado por el Gobierno de Bush. Pero al hacer más énfasis en escuchar que en hablar, queda la impresión de que el apoyo histórico de EE. UU. a la difusión de los valores democráticos disminuyó.

La presidencia de Bush legó a Obama un país debilitado. Dirigir el rumbo entre los principios y el pragmatismo no es fácil. Pero al menos desde que John F. Kennedy llamó a los estadounidenses a soportar cualquier carga en pos de la libertad, los demócratas, desde Carter hasta Clinton, lo intentaron.   

Un buen ejemplo es China. No hace mucho, un Congreso demócrata aprobó la revocación del estado comercial de nación más favorecida concedido a China, principalmente debido a las violaciones endémicas de los derechos humanos. El primer presidente Bush vetó ese proyecto de ley. Clinton  no vinculó el comercio con China con los derechos humanos, pero convirtió las prácticas sobre derechos humanos de ese país en un tema principal de discusión, incluso cuando Beijing se incorporó a la Organización Mundial de Comercio y las relaciones bilaterales mejoraron.

El segundo presidente Bush elevó los valores democráticos y los derechos humanos a un nivel incluso más alto. No sólo convirtió la construcción de la democracia en el Oriente Medio en su justificación a posteriori para la invasión a Irak, sino que también declaró que la búsqueda de la libertad y la democracia era la misión principal de EE. UU. en el extranjero. Por supuesto, su estrategia de democracia —mediante la invasión— se fue a pique pronto, en medio del caos de una guerra civil en Irak.

En el territorio estadounidense, la causa de la democracia también se convirtió en una lucha partidista. Vale la pena recordar que en la cúspide de su arrogancia, legisladores republicanos agitaron dedos (señalando las elecciones libres de Irak) ante los miembros demócratas que tenían dudas legítimas sobre la conveniencia de la política de guerra de Bush. Junto con los enormes sacrificios de sangre, tesoros y respeto relacionados con la debacle en Irak, ese espectáculo del informe presidencial seguramente es una de las razones por las que muchos demócratas dejaron de ver del mismo modo la búsqueda de la libertad en otros países. Irónicamente, a pesar de que el presidente Clinton obtuvo muchos elogios internacionales por su intervención moral al salvar a un millón de albanokosovares de una masacre, ser calificado como un realista nixoniano es un cumplido en el Washington dominado actualmente por los demócratas. 

Desafortunadamente, en varios llamados a la conciencia en este último año, el principio de los valores democráticos cayó víctima de este amargo legado. Ya sea al evitar una visita del Dalai Lama a la Sala Oval, al no exigir una oportunidad para promover los derechos humanos durante la reciente visita del presidente a China, o al no insistir en la liberación de los disidentes encarcelados en ese país, se tomó la decisión práctica de que las preocupaciones de EE. UU. sobre la economía, el calentamiento global y la no proliferación adquirieran prioridad en la relación con China. En el caso de Birmania, existía la posibilidad de que el diálogo con la represiva junta militar tuviera éxito donde la política de aislamiento previa había fallado. Y debido a que la iniciativa de Bush sobre la democracia en Oriente Medio estaba destrozada, ¿por qué no reforzar las relaciones con los Estados árabes moderados, como Egipto, sin considerar las medidas represivas ejercidas contra los activistas de oposición? De entre todos los países, Sudán tiene un cálculo similar. La mayor parte de los asesinatos en masa ya fue cometida en Darfur, ¿por qué no ser prácticos y trabajar con Jartum? El Gobierno tiene la capacidad (¿pero tiene la voluntad?) de mejorar la situación  sin importar que su presidente, Omar al-Bashir, esté acusado  por la Corte Internacional.

Aún más estremecedora fue la respuesta del Gobierno de Obama ante el movimiento de oposición en Irán. Existen razones legítimas para evitar que EE. UU. sea visto como un país que interfiere en los asuntos internos de la república islámica. ¿Por qué arriesgarse a complicar aún más las negociaciones nucleares, cuyo resultado es tan crucial para la seguridad en el Golfo Pérsico? Tras haber etiquetado a Irán como parte de un Eje del Mal y haber luchado por el cambio de régimen en ese país, no es fácil que EE. UU. persiga la diplomacia al tiempo que se pone del lado de los activistas en favor de la democracia que se reúnen en las calles. Pero el solo hecho de decir que el mundo atestigua una tragedia en ese país no es suficiente.   

La idea no es que el nuevo Gobierno haya hecho un cálculo práctico en algunas de estas difíciles decisiones. El problema es que lo hizo en todas ellas. Hubo un tiempo en el que los presidentes adquirían fortaleza política al defender los valores democráticos. Pero ahora, ser “realista” se considera una política inteligente. Y ésa es la verdadera tragedia. De este modo, algunos demócratas permiten que los fracasos de George W. Bush estropeen lo que era una fortaleza en política exterior del Partido Demócrata.

A algunos también les preocupa que EE. UU. viva en una caja de cristal. La historia de los abusos en Abu Ghraib y Guantánamo requiere poner las cosas en orden si se pretende desafiar las prácticas contra los derechos humanos de otros países. Pero la nueva Administración tuvo un inicio admirable en este frente. No hay que esperar a cerrar Guantánamo para denunciar a Irán por encarcelar a los padres de estudiantes iraníes en EE. UU.  que critican a su Gobierno en Facebook.  

Más que cualquier otro país, EE. UU. se compromete con los principios en las relaciones internacionales. Con respecto a la paz, hay que pensar en Rabin y Arafat en la Casa Blanca; respecto a los derechos humanos y la democracia, hay que recordar cómo los Premio Nobel de la Paz Václav Havel, Lech Walesa y Nelson Mandela bendijeron a Estados Unidos por su apoyo durante los oscuros días de la Guerra Fría y el Apartheid. En el ámbito del libre comercio, el Banco Mundial, el FMI y la OCDE no habrían existido sin el liderazgo estadounidense.

Se requiere un cambio directo de rumbo, e Irán es un buen lugar para empezar. Respaldar el derecho de la oposición de manifestarse y denunciar los abusos contra los derechos humanos no es lo mismo que promover un cambio de régimen. La clave es lograr la presión de todo el mundo, y no sólo de EE. UU. Aunque es posible que la ONU no les importe a algunos estadounidenses, al Gobierno iraní sí le importa. En lo relacionado con la ayuda tecnológica —bloquear el seguimiento del Gobierno iraní contra sus críticos en Internet, por ejemplo—, el estándar debe ser respaldar a los demócratas iraníes sin promover esfuerzos activos para derrocar al Gobierno, teniendo en cuenta la historia del papel de la CIA en el golpe de Estado de 1953 en ese país. No hay razón por la que no se puedan continuar las conversaciones nucleares al mismo tiempo.  

En el futuro, Washington también debe prepararse para ejercer más presión en relación con los derechos humanos en China. Beijing no compró casi US$ 1 billón en bonos del tesoro de EE UU como un favor, sino como una inversión sólida. China no va a dejar de comprar o vender por sentirse ofendida por las declaraciones de EE. UU. sobre los valores democráticos y los derechos humanos.

Hubo muchas razones por las que Afganistán fue declarado como la “buena guerra” por los demócratas. A diferencia de la de Irak, ésta se beneficia del apoyo mundial, de una relación auténtica con los ataques del 11/9 y de la repugnancia universal contra la ideología extremista talibán, según la cual los no musulmanes son el enemigo, las mujeres son infrahumanas y el asesinato de inocentes está justificado.

Existen muchas razones para considerar que la guerra en Afganistán es a largo plazo, más allá de la estrecha misión de impedir que Al Qaeda tenga acceso a las bases de entrenamiento. De hecho, sería posible dramatizar el elemento moral para garantizar el apoyo necesario por parte de los aliados claves de la OTAN, como Alemania, que se mostraban particularmente susceptibles a tales llamamientos. Esta relación con los principios no implica una guerra más larga y difícil. Al contrario: muchos soldados saben que son agentes del progreso que evitan un regreso al terror talibán. Y, sí, algunos están orgullosos de escoltar a niñas pequeñas a la escuela. No se trata de la construcción ilimitada de una nación. Es una forma de compartir las bendiciones de la libertad, y parte de una misión de la que los estadounidenses pueden sentirse orgullosos.

No existe una fórmula mágica para lograr el equilibrio entre principios y pragmatismo. Hay un tiempo para el cálculo y un tiempo para la inspiración. En Afganistán, Irán, y China, es momento de ambas cosas.  
                                                        
* Rubin es profesor de la Universidad de Columbia. Fue Subsecretario de Estado en el gobierno de Clinton.
¿Quiere recibir notificaciones?
Suscribite a nuestras notificaciones y recibí las noticias al instante