Ensayos fotográficos

El 'Templo Sij' de Amritsar: el comedor mas grande del mundo

El fotoperiodista Marcos Olivera viajó a la India y visitó el Templo Dorado en Amritsar de la comunidad Sij dónde todos los días comen entre 40 mil y 100 mil personas sin distinción de religión, partido político y casta social. Te invitamos a que recorras una maravilla hecha de oro que se mezcla con la pobreza de la India.

Por Marcos Olivera

Vista del Templo Dorado

El oro y el barro. La inmortalidad y el cuerpo imperecedero. El poder y el derrumbe. El Templo Dorado encandila con el oro puro de su cúpula y entorna los ojos de los peregrinos que acuden a él para encontrar pan y consuelo, dos valores que en India escasean tanto como las promesas.

Hasta cinco alimentos se sirven en el plato que le dan a cada uno que lo desee 

En Amritsar, capital de Punjab, tan cerca de Pakistán, los sijs tienen su Meca. Al menos una vez en su vida deben venerar el hogar que alberga el libro sagrado que, desde hace cuatrocientos años, "duerme" en cuna de oro mientras sus feligreses a duras penas se acobijan en el suelo.

Ahí, en medio de un lago artificial con aguas que ellos llaman néctar y con la cual se "bautizan" en un ritual bellísimo de honor y homenaje, los sij (y también los turistas) recorren las paredes de mármol con dibujos artesanales que glorifican aún más el dorado del oro. 

Puertas adentro, es otra historia. El hambre se mezcla con el entusiasmo de los voluntarios que amasan el paan, cortan verduras y mezclan los masala en ollas tan gigantes como el apetito de sus comensales. Que pasan de a cinco, de a diez, de a cien, sin hablar casi, con la mirada baja y la mano extendida, mientras toman su escudilla de acero perfectamente lavada y se sientan en fila india, justamente, hasta que uno de los salones queda lleno de bocas que apenas se abren para comer y agradecer.

La imagen conmueve, pero no es inmóvil. En menos de veinte minutos los comensales se van e ingresan otros. Cinco, diez mil, veinte mil. Lo que el cuerpo necesite y las ollas aguanten.

Cientos de voluntarios hacen pasa-manos y cocinan durante todo el día 

El hambre bajo el oro y el oro que ilumina el legado del Gurú Nanak, quien sostuvo (cuando creó el sijismo) que la religión debe ser un medio de unión entre los pueblos. Por eso ellos no preguntan en qué creen, sino que vayan pasando, porque el hambre es tan universal como la fe y no hay credo que la cure.

Nanak sincretizó el hinduismo con el islamismo. Hukam es el dios que veneran pero no en una figura sino en sus enseñanzas expresadas en el libro sagrado que escribieron con infinita piedad los diez gurúes de si fe. Un libro que no narra ninguna historia, que solo esconde alabanzas a Dios.

Creyentes y tranquilos: visitar el Templo Dorado es una experiencia sanadora 

Los sijs son los hombres de turbante. Así se identifican pero no se los define. Son mucho más que eso. Son sus largas barbas y sus pantalones cortos. No creen en las castas ni en rituales como los sati que golpean la sensibilidad de los hindúes. Se bautizan en un baño de néctar y por eso Amristar significa, precisamente, estanque del néctar de la inmortalidad.

Son altos, fuertes y su rostro transmuta paz. No pueden cortarse el pelo en toda su vida y eso los hace, también aguerridos. La novena religión (en cantidad de practicantes) del mundo se despliega en Amritsar entre el oro y el hambre.

Una síntesis perfecta de lo que el hombre quiere y lo que el hombre es.

Para ver el proyecto fotográfico completo hace click acá 

Fotos: Marcos Olivera / http://instagram.com/marcosolivera_/

Texto: Angeles Lopez  



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