En Brasil, 30 millones de personas viven del narcotráfico

La República Federativa de Brasil cuenta con una población estimada mayor a los 212 millones de habitantes. Distintas organizaciones no gubernamentales y universidades públicas, estiman que no menos de 63 millones de habitantes son adictos a distintos tipos de drogas (casi la mitad del infernal mercado de USA de 120 millones).

El estado de Amazonas es el más grande de los 26 estados brasileños, tiene más de 1500 millones de kilómetros en la frontera con Colombia y cerca de la mitad de estos en la frontera con Perú. Con este país también presenta sus límites el estado norteño de Acre. Este estado con Rondonia, Mato Grosso y Mato Grosso do Sul tienen límites con Bolivia. Este último y el de Paraná también tienen fronteras con Paraguay.

La inmensa cuenca del río Amazonas con sus cientos de afluentes que además corren por Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia, Venezuela y Guyana, constituyen las rutas de ingreso de la mayor cantidad de sustancias al Brasil. Los ríos de casi todos esos países, se encuentran prácticamente "liberados" no solo para el transporte de estupefacientes, sino para el contrabando de bienes y la trata de personas. Las fuerzas de seguridad y/o fuerzas armadas que intervienen en los mismos, en el marco de "la gran mentira de la guerra contra las drogas", sostenidas por las clases políticas que se supone gobiernan a esos países, solo realizan "ventas de humo" en procedimientos bochornosos, deteniendo pequeños traficantes que no abonan sus respectivos "peajes". Un modelo calcado del que se aplica en Argentina hace más de diez años, perfeccionado en la actual gestión macrista.

La ciudad de Belem y el estado de Pará en el que se ubica la misma, son muy importantes por el paso de las drogas que ingresan a Brasil -fundamentalmente de la cocaína peruana y colombiana- destinadas a los grandes centros urbanos para consumo interno o exportación. Las ganancias del "negocio blanco" resultan notables: el kilo de cocaína de muy buena pureza que en Perú cuesta 5 mil dólares y en Colombia un poco más, alcanza valores en Río o Sao Paolo de 15 o 20 mil dólares, muy similar al precio de nuestro país. Y en Europa puede alcanzar los 60 mil dólares, con una rentabilidad tal que no existe en ninguna otra mercancía.

En Brasil no existen, al menos en una escala importante, los laboratorios de clorhidrato de cocaína. Las veces que se importaron pasta básica o pasta bruta, terminaron generando productos desechables. Sí existen miles de "cocinas" de corte de estas sustancias y para la elaboración de los distintos "venenos blancos": basuco, es decir basura sucia de la cocaína o la mal llamada "pasta base", que en nuestro país es conocida como "paco". Hay muchas plantaciones de cannabis diseminadas en sus 8,5 millones de kilómetros cuadrados -el quinto país del planeta- aunque también ingresan importantes cantidades de marihuana desde la frontera con Paraguay. El kilo de "marucha" oscila entre los 400 y 500 dólares, razón por la cual se entiende que en general sólo las fuerzas de seguridad y los políticos y jueces, declaran capturas "verdes" y no "blancas".

Las grandes ciudades como Río de Janeiro y Sao Paolo -con 10 y 16 millones de habitantes respectivamente- más Belo Horizonte, Bahía, Recife, Belem, Fortaleza, Manaos, Maceio, Curitiba, Porto Alegre y Goiania cada una de ellas con entre 5 y 7 millones de habitantes, constituyen enormes mercados de demanda de estupefacientes. Los inmensos bolsones de pobreza existentes -a pesar de las políticas sociales de los gobiernos de Lula y Dilma- tienen una alta incidencia en el consumo de drogas. Vale señalar por ejemplo que en el estado de Río de Janeiro existen más de 1300 favelas conforme a cifras oficiales, y luego de sucesivos gobiernos conservadores estaduales, sigue habiendo territorios liberados, con la presencia de un "poder armado paralelo" (más de 70 mil "soldados" sumando Comando Vermelho, Primer Comando, Tercer Comando y Amigo de Amigos, solamente en la ciudad de Río de Janeiro). Las cifras resultan monstruosas, al considerar que distintas organizaciones no gubernamentales aseveran que en Brasil no menos de 30 millones de personas viven de los recursos resultantes del narcotráfico.

Existen también en Brasil un sinnúmero de "cocinas" de drogas sintéticas, las cuales provocan miles de muertos todos los años (muchas no son tipificadas como estupefacientes por la Organización Mundial de la Salud). Por suerte el consumo de heroína en Brasil es bastante más bajo que en otros países -muy lejos de las epidemias que afectan a USA e Inglaterra- y estos opiáceos suelen llegar por vía marítima desde los productores mexicanos o asiáticos, merced a los millones de hectáreas de cultivos de amapolas, debidamente protegidos por los gobernantes y por supuesto por la inefable DEA.

Los 7491 kilómetros de línea costera de Brasil, constituyen por su dimensión y bajos o nulos controles, una fuerte base para las exportaciones de estupefacientes. El puerto de Santos sin dudas es el más relevante en esta temática, aunque los puertos de Paranaguá, Navegantes, Río Grande e Itapoá, entre otra veintena de menores escalas, constituyen también fuertes bocas de salidas de estupefacientes, en general hacia distintos países africanos, para luego pasar a ser vendidos en Europa o Asia. Paralelamente los políticos y fuerzas de seguridad, venden humo con su supuesta lucha contra las drogas, con graciosas imágenes filmadas en los aeropuertos de Río y Sao Paolo.

La supuesta llegada al gobierno de Jair Bolsonaro solo empeoraría monstruosamente la situación brasileña, con los trogloditas que lo van a acompañar, derrumbando los escasos programas sanitarios y sociales de los gobiernos precedentes. Sin dudas este salvajismo generaría muchos más millones de pobres y de desocupados, en el ámbito de su segura adopción de "la gran mentira de la guerra contra las drogas", en la cual unos cuantos de sus funcionarios muy probablemente se dediquen a generar increíbles negocios: "Va em bora y brincadeira para poucos".

Fuente: RealPolitik 

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