Cristina inicia operativo clamor para ser candidata

Unos días atrás, Roberto Navarro promocionó como una "bomba informativa" la decisión de Cristina Fernández de Kirchner de presentarse como candidata presidencial para las elecciones de 2019. La noticia repercutió en los medios periodísticos de manera bastante previsible...

El conglomerado oficialista salió a demonizar nuevamente a Cristina, la Justicia dispuso la reapertura de la causa por enriquecimiento ilícito del matrimonio Kirchner y el denominado PMR (periodismo militante rentado) salió a celebrar la confirmación que tanto esperaban y que parecía dilatarse. Hasta Jorge "Turco" Asís le encargó a su alter ego, Oberdan Rocamora, anticipar su publicación semanal para preguntarse: "¿Y si la doctora les gana?".

En verdad, la pretendida "bomba informativa" que hizo estallar Navarro tiene mucho más de "Crónica de una muerte anunciada" que de novedad. En la intimidad de Cristina es un secreto a voces que la voluntad de volver a la presidencia la desvela desde antes de haber abandonado el cargo en 2015, caprichos y dislates de por medio que exigieron la asunción provisional de la presidencia por parte de Federico Pinedo, ante su manifiesta negativa de entregar la banda y el bastón presidenciales a Mauricio Macri. Muchos adjudican a esta voluntad de retorno su determinación de torpedear la candidatura de Daniel Scioli, ya que en tanto un presidente peronista le hubiera alejado ocho años la posibilidad de un regreso, la victoria del actual mandatario era casi una garantía de que los tiempos de la sucesión se acelerarían.

En aquél pronóstico anticipado por Scioli en el debate presidencial previo al ballotage de 2015, en el que describió con pelos y señales las siete plagas de Egipto que se encarnizarían sobre el pueblo argentino en caso de que Macri accediese a la presidencia, estaban encerradas las expectativas de Cristina para un rápido retorno. Se sabía cuál sería el plan de Macri: el mismo de Martínez de Hoz, o de La Alianza, pero actualizado, y respaldado por un poder financiero y judicial mucho más sólido, por lo que el daño potencial para la economía y la sociedad argentina amenazaban con ser mucho más terribles.

Por eso Cristina decidió marcar la cancha desde antes de transmitir el mando, no sin antes haber concluido el proceso de atomización del peronismo, de modo tal de ser la única conductora posible de una eventual reunificación de la alianza del viejo FpV. En sus sueños -y en el del círculo áulico que la rodeaba- estaba la aspiración de que la presidencia de Macri no se extendiera más allá de un año, ante el malestar generado por las bicicletas, ajustes y transferencias de ingresos que se habían anticipado. Pero tales expectativas fallaron, porque tanto la demonización con que la prensa oficialista rodeó a su figura, más la acción mediática y judicial que instaló la convicción de que se había tratado de un gobierno de corruptos y el blindaje mediático provisto a los medios por una distribución muy diferenciada de la pauta oficial, posibilitaron no sólo la continuidad de la gestión Macri, sino también la derrota de la ex presidente en las elecciones de medio término nada menos que a manos de Esteban Bullrich.

La aparente declinación de Cristina insufló expectativas dentro de un sector de la dirigencia peronista, el peronismo presentable o federal, que aspiró a dotar de gobernabilidad -más allá de lo razonable, tal vez- a la gestión Cambiemos, a partir de dos supuestos. Primero, que Macri no podría optar a la reelección, habida cuenta del desastre económico que había generado. Por otro lado, que el repudio hacia Cristina le imponía un techo electoral muy bajo, por lo que no podría vencer a ningún candidato en la segunda vuelta.

Durante meses, con idas y vueltas, Sergio Massa, Juan Manuel Urtubey, Miguel Ángel Pichetto y Juan Schiaretti pensaron convertirse en los herederos de Cambiemos con un perfil peronizante, una suerte de neo-menemismo capaz de cazar votos en el zoológico de los votantes de Macridecepcionados y precarizados por su gestión, y del peronismo, socialistas, radicales e independientes dispuestos a un viraje que no les significara volver a caer en el juego de la "dama del látigo".

Cristina, mientras tanto, advirtió la necesidad de atravesar la corte de los milagros que la condenaba a la derrota en virtud de su obsecuencia e intereses particulares -2013, 2015 y 1017- y comenzó a aceptar consejos y presencias de muchos a los que había jurado el desprecio eterno. Así, aceptó -muy a su pesar- que le sumaba más permanecer callada que salir a vociferar, tal como es de su gusto. Y paso a paso volvieron a retomar la frecuencia de los viejos tiempos los encuentros con Alberto Fernández, el PJ colonizado (bajo el comando genuflexo de José Luis Gioja) retomó su instrumentalidad para la estrategia de la ex presidente, consistente en convencer a propios y extraños de que sólo #Hay2019 si ella retoma la jefatura. Los primeros logros son incuestionables, habida cuenta de la inexistencia de un liderazgo alternativo. Así, en la última semana se incrementó considerablemente el volumen de la alianza formada en torno de Cristina, al reincorporarse nada menos que Héctor Daer, Hugo Moyano, Horacio Pignanelli y Felipe Solá, la mayoría, hasta no hace mucho, enfrentados entre sí y con Cristina.

"El peronismo huele sangre" -afirman muchos- y esa sangre brotaría del interior de la coraza de Cambiemos. Esto ha hecho que las enemistades y odios pasen a un segundo plano, cuando de lo que se trata es de recuperar el poder. Los sindicalistas saben que precisan a Cristina para aglutinar tras de sí a un universo de trabajadores que han visto esfumarse sus ingresos y su calidad de vida como arena entre los dedos, mientras que la dirigencia trataba de salvar la ropa para su propio sindicato, con un universo sindical fracturado en cinco centrales en pugna. Los intendentes no están dispuestos a evaluar cuántos de sus sufragios son propios y cuántos de Cristina. Ya les bastó el ejemplo de "Juanchi" Zabaleta o de Gabriel Katopodis, que a punto estuvieron de perder sus municipios al acompañar la insulsa apuesta de Florencio Randazzo. Qué decir de buena parte de la dirigencia peronista, que se acostumbró a seguir un liderazgo sin importar programa ni orientación. Los jóvenes -se afirma- son de Cristina. Los movimientos sociales ya cerraron con Cristina. El papa Francisco alienta la alianza con Cristina. Los colectivos de género no dudan entre la opción de Cristina o el peronismo federal.

Dentro de Cambiemos, donde los juicios de Durán Barba eran palabra santa hasta no hace mucho, se ha disparado el debate sobre la razonabilidad de seguir apostando a la polarización, cuando las encuestas empiezan a mostrar que el techo parece haber comenzado a estallar, y también Cristina vencería en un ballotage a Mauricio Macri. La confusión es tal, que el propio ministro de Economía Nicolás Dujovne concedió: "Nunca se hizo un ajuste de esta magnitud sin que caiga el gobierno", aunque inmediatamente trató de suavizar su afirmación, asegurando que Macri ganaría las elecciones.

No tuvo mucho éxito, ya que al interior de Cambiemos y, sobre todo, del Círculo Rojo liderado por Héctor Magnetto, desde hace mucho tiempo se considera que Mauricio Macri es una suerte de cadáver político y que resulta indispensable proteger la figura de María Eugenia Vidal y, de ser posible, prohijar una fórmula presidencial compartida -no importa en qué orden- con el gobernador de Salta, Juan Manuel Urtubey. Las razones son evidentes: las encuestas que se manejan en esos espacios no sólo hablan del altísimo malhumor social hacia el presidente, sino que no existe ningún escenario electoral en el que salga beneficioso.

El Peronismo Federal observa el tablero con cierta desesperación. El lanzamiento presidencial de Pichetto se convirtió en catástrofe a los pocos días de producirse. Sus afirmaciones sobre inmigración le valieron un repudio generalizado dentro del electorado opositor, y sólo sirvió para que la ministra Patricia Bullrich comenzara a ser medida como eventual acompañante de fórmula de Mauricio Macri y, ante el renovado auge de la figura de Cristina, su bloque parlamentario está sufriendo una fuga creciente de integrantes. Para peor, se le acaba su mandato a fin de año y le resultará imposible reelegir por Río Negro, por lo que su máxima aspiración consistiría en ser electo diputado por la provincia de Buenos Aires, al ser oriundo de Banfield.

Massa ha debido profundizar su perfil opositor para tratar de revertir su caída en las encuestas, pero, a esta altura, el Frente Renovador es una caja vacía, luego de la partida de Felipe Solá, Daniel Arroyo, Facundo Moyano, Héctor Daer, Fernando Asencio y compañía. El único optimista parece ser el encuestador oficial del FR, Hugo Haime, quien ha presentado una escuálida medición en la que el tigrense aparece como el mejor candidato para un eventual ballotage contra Mauricio Macri, seguido por Urtubey y finalmente Cristina. La encuesta es poco confiable, pero no responde a la gran pregunta que se hace todo el Peronismo Federal: puede ser que Macri pierda con cualquiera, el punto es, ¿cómo se podría derrotar a Cristina en una PASO o bien convertirse en segunda fuerza ante un escenario de ballotage?

Schiaretti ya tomó una decisión: tratar de blindarse dentro de su provincia, y Juan Luis Manzur se ofrece como vice para cualquier fórmula posible, pero con la convicción de que la reelección tucumana es la alternativa más potable.

Para el salteño Urtubey las cosas parecen estar aún peores: no encuentra espacio para crecer dentro del peronismo y Cambiemos no tiene aún el suficiente desgaste como para que tengan que venir a buscarlo como rueda de auxilio. De todos modos, parece claro que su candidatura presidencial está naufragando en caso de que no se produzca la alianza con Cambiemos e, imposibilitado de una nueva reelección, el PJ incluso se encuentra en riesgo de perder la provincia.

¿Qué puede esperarse en el futuro? En el escenario más lógico, la candidatura de Cristina tendería a consolidarse. Sin embargo, la discusión de fondo, al decir de Guillermo Moreno, sería: ¿Cuál es la Cristina que regresaría? ¿Una Cristina peronista o una Cristina social-demócrata? Los pasos ensayados hasta ahora inclinan la balanza hacia la primera opción. Incluso no ha sorprendido que en los últimos días haya convocado a Guillermo Nielsen y que no se canse de ordenar que no se haga ningún tipo de crítica a Sergio Massa. Pero, como es sabido, la ex presidente es una caja de Pandora, por lo que es posible esperar cualquier salida imprevista.

¿Quién la acompañaría como vice? Hoy se evalúan dos opciones: Felipe Solá, lo que sería una señal hacia adentro de la Unidad Ciudadana, donde el ex gobernador registra un respaldo de un 80 por ciento, y Sergio Uñac, gobernador de San Juan, que le sumaría el respaldo de una porción importante del Peronismo Federal y del PJ.

En esta última alternativa, Felipe podría pasar a ser candidato a gobernador de la provincia de Buenos Aires, un cargo que conoce al dedillo. En caso de que Felipe integre la fórmula presidencial, Cristina mandó medir a tres candidatos: Verónica Magario, Martín Insaurralde y Axel Kicillof. En su entorno se comenta que la ex presidente está desempañando una tarea comparable con la de sus tiempos como primera mandataria y, quienes tienen un acceso más directo a su ámbito más reservado, afirman que ensaya discursos de reasunción frente a un espejo, esperando el día glorioso.

¿Pueden esperarse otras opciones? Por cierto que sí, aunque por ahora parecen menos sustentables. En particular, aquella que considera la posibilidad de que Cristina vaya presa, para evitar su participación electoral. En esa extrema -y casi descartable alternativa- incrementarían sus chances electorales Urtubey y Massa, crecerían las posibilidades de Felipe Solá y de Sergio Uñac, y no podrían descartarse a Agustín Rossi y a un decaído Alberto Rodríguez Saá.

Pero, como en todo escenario aparece un "tapado", muchos sostienen que la figura de Daniel Scioli cobraría una magnitud significativa, en caso de que ninguno de los otros precandidatos consiguiera despegar del resto. Al fin y al cabo, el motonauta sacó el 48,5 por ciento de los votos, luchando contra la voluntad de Cristina, La Cámpora y Carta Abierta, y fue el que profetizó el apocalipsis que Cambiemos tenía preparado para la sociedad argentina.

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