Un viaje de perros, micros y sin motocicleta

Un cronista de 24CON recorrió la Patagonia. El relato de un viaje soñado.

Al pie del volcán Lanin, el merengue más grande de la región.

Memorias de Junín de los Andes

 

Tengo un problema con los nombres propios, lo sé. Cuando Nélida o Nilda, aún no puedo recordarlo con certeza, abrió la puerta de la hostería Milla Piuke, ubicada casi al pie del cerro de La Cruz y sonrió, supe que la bienvenida a Junín de los Andes sería mucho más cálida que los dos grados bajo cero que crepitaban en la ciudad.

Imperiosamente descargo el bolso y dejo con él la tensión de arribar desde una ciudad cargada de explosivos automóviles, congestionados transeúntes y retorcidos edificios. Invasivos. Llego a un valle donde sus 15.000 habitantes levantan la mano al cruzarse, como si estuviesen en una constante comunión. Se conocen. Son cómplices, no espías.

Es mediado de septiembre y los desesperados Chimangos que sobrevuelan la Patagonia junto a las últimas nevadas, así lo indican. Los pájaros buscan comida. Yo busco un refresco para saciar las 20 horas de viaje que separan al Conurbano bonaerense de la zona cordillerana de Neuquén tal cual me había sido indicado por la Secretaría de Turismo de la provincia.

 

Con tanto paisaje es imposible quedarse quieto, pensar en uno mismo. Arranco.

Hostería Milla Piuke, la guarida de mis trastos más preciados.

Atino a caminar y mis piernas inconcientemente encuentran el centro. Claro, Junin amenaza ser como la gran mayoría de los pueblos: sus atractivos giran en torno a la plaza del lugar. Sin embargo, aquí la corona está puesta sobre el merengue gigante que observa a la ciudad, el volcán Lanin. Una roca de 3776 metros de altura que descansa placidamente dentro del parque nacional homónimo. A escasos kilómetros del casco principal.

Noto de entrada que la tierra está poblándose de agua a cada centímetro. Abriéndose camino. Mi perfecto oasis. Regaderas por doquier. Salto, esquivo y disfruto. Pruebo. “El agua de deshielo es la más pura y cristalina que la naturaleza puso en esta tierra”, me dirá algún sabio caminante. Entonces, aprovecho la oportunidad y disparo dos o tres preguntas que me llevan directamente a un obligado paseo…

 

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