El "silenzio stampa" de Sergio Massa

La última vez que habló Sergio Massa ante las cámaras fue el 22 de febrero. Pero nunca creyó que sería la última hasta que se le pase el enojo que tiene con Néstor Kirchner y con Cristina Fernández.

Por A. Cancelare
Es que el hombre oriundo de San Martín pero que llegó a primera con Tigre se había preparado como nunca para hacer su mayor aporte a un gobierno siempre complicado por el tema del campo. Había analizado propuestas, consultado a especialistas y hasta se veía sonriente, como siempre, en la foto tras el primer encuentro con la Mesa de Enlace. Pero de pronto, su nombre fue borrado de la comitiva oficial y súbitamente el ultra K Florencio Randazzo apareció en su lugar.

Dicen que fue el propio Néstor el que tomó tal determinación. “Era un trío muy amigable y poco propio”, especuló el ex presidente sobre la presencia de Déborah Giorgi y Carlos Cheppi junto con Massa. Tanto la ministra de la Producción como el secretario de Agricultura son de escuchar y buscar soluciones antes de exponer reparos o aferrarse a dogmas políticos.

El joven jefe de gabinete podría haber tenido un martes perfecto, pero no sucedió. Eso lo enfureció y de ahí en adelante surgieron nuevamente las mismas versiones que tuvieron su pico de popularidad a finales del año pasado, cuando se especuló, porque él así lo había insinuado ante propios y extraños, que abandonaría su cargo para volver a la intendencia de Tigre, de donde varios de sus amigos dicen que jamás tendría que haber salido.

Massa ha tenido varios sentimientos encontrados desde que llegó a su puesto como jefe de ministros a mediados del año pasado en reemplazo del desgastado Alberto Fernández. Confiado en su habilidad e inteligencia para sortear cuanto compromiso político tuvieran enfrente, no contó con un detalle: la obstinación del ex presidente por cambiar lo que la gente ya no aceptaba del esquema de poder.

Vivió como un triunfo la primera conferencia de prensa convocada por la Presidenta pero inmediatamente tuvo que llamarse a silencio en sus declaraciones relacionadas con Guillermo Moreno y los cambios en el INDEC. Después, sólo tuvo reconocimientos parciales, pero nunca completos.

No pudo colocar a Claudio Ambrosini al frente de la secretaría de Medios, tal cual era su deseo, en reemplazo de Pepe Albistur; para peor, cuando echaron a su segundo al frente de la Comunicación estatal, apareció Kirchner y dispuso que Alfredo Scoccimarro, su vocero, se ocupara personalmente de la prensa.

Desde el mismo momento que llegó a la Rosada, Massa consideró que el gobierno en su conjunto dependía de su buena imagen. Y así lo hizo saber a cuanto interlocutor se disponía a escucharlo, lo cual aumentó la desconfianza del esposo de la Presidenta, que le dio todo su respaldo a Randazzo en la relación de fuerzas internas con el jefe comunal en uso de licencia en Tigre.

Con el tiempo esta relación jamás logró reencauzarse y hasta en la ex caballeriza de Olivos, donde Kirchner realiza sus reuniones políticas, se acrecentó la idea que “Massita quiere salvarse solo” y lo vincularon directamente con el gobernador bonaerense Daniel Scioli, que también intenta, cada vez que puede, mantenerse al margen de las posiciones surgidas desde el centro del poder nacional. Quienes conocen al jefe de Gabinete saben de la frustración que tiene y de su empeño por sobreponerse. Sigue dedicándole tiempo pleno tanto a la Rosada como a Tigre, y si bien ya sabe que su permanencia en el seno del gobierno está a plazo fijo, no será él quien tome la decisión de alejarse. Una candidatura a diputado nacional que lo catapulte de su lugar o la vuelta a Tigre ya están entre sus certezas, que solo esperan la oportunidad adecuada para darse a conocer.
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