Griselda Siciliani:"Soy una chica brava"

Por Caras
Antes de comenzar la entrevista, lanza la advertencia: “Ojo, que soy una chica brava”. Son las 20:30, del viernes 30 de octubre y Griselda Siciliani (31), la actriz de “Tratame bien” —grabó cuatro capítulos para el unitario del Trece—, está sentada en el rincón de un café del Paseo La Plaza. Lo que a priori suena como amenaza, enseguida se descubre como el ladrido de un perro que lejos está de morder. Es que ella se presenta amable, reflexiva y hasta se permite alivianar el clima del diálogo con algún chiste ingenuo, como esos que la hicieron popular en las tiras “Sin código” (donde conoció a su novio Adrián Suar, en 2005), o en “Sos mi vida”, en la que se hizo amiga de Carla Peterson, su “gran confidente”, con la que protagoniza la exitosa obra “Corazón idiota”, en el Paseo La Plaza.

Segunda de cinco hermanos, Griselda se crió en el barrio porteño Villa Luro, sin grandes comodidades, con el sueldo de dos padres maestros, Norberto —también escribe y tiene publicados varios libros—, e Ida Siciliani, quienes ejercen la profesión desde los 17 años. En la escuela que dirige su padre, desde luego, no faltan los delivery de fotos y autógrafos de la intérprete. “Antes era la hija de Norberto e Ida. Ahora ellos son los padres de Griselda Siciliani”, ironiza la novia del dueño de Pol-ka.

Aunque en un comienzo el subtítulo de “novia de Adrián Suar” la incomodaba, al tiempo se acostumbró y supo separar el Suar, del simple Adrián. “Al que le gusta el durazno...”, bromea Siciliani, que asume la relación con un paralelo inobjetable: “Es un compañero de trabajo del que me enamoré, como la cajera de un banco se puede enamorar del chico del escritorio de al lado”. Juntos desde hace dos años, la pareja se conoció cuando él la invitó, en 2005, a formar parte del elenco de la obra teatral de su producción, “Revista Nacional”. La seducción, apenas profesional hasta entonces, fue tal que al año siguiente, Suar la eligió para que hiciera de Flor, la secretaria del señor Nielsen, personaje que interpretaba el productor. De la ficción a la realidad, hubo un lapso. Es que ambos recién formalizaron dos años atrás. Afianzados como pareja, hoy confiesan que tienen ganas de ser padres. Él, por segunda vez —tiene un hijo con Araceli González (42), Tomás (11)—, y ella, por primera.

El enigma de cómo será como madre es algo que la pierde en sus pensamientos, aunque todavía sólo hay un nebulosa. “Puedo ser una madre hippie que deje a sus hijos caminar descalzos por Parque Centenario, o puedo ser una madre sobreprotectora”, dice, presentando opciones para un enigma que sólo el tiempo develará. Lo cierto es que después de cruzar la barrera de los 30, Griselda dice estar en eje y preparada para tal proyecto.

En lo profesional, se siente plena sobre el escenario. Al lado de su amiga Peterson, quien hasta hace poco brilló con “Los exitosos Pell$”, en la obra “Corazón idiota”, y meses atrás, en la producción teatral “La forma de las cosas”, junto a Fernán Mirás, una de las grandes experiencias actorales de su vida. Es que, según explica, sobre el final de la pieza, que trata sobre la manipulación de las relaciones humanas, Siciliani realizaba un polémico monólogo, que generaba la indignación del público, que la increpaba en plena función y hasta la insultaba. “Nunca había experimentado una sensación así. Sentir felicidad por ser insultada”, ironiza. En pleno ascenso, ahora la actriz se prepara para protagonizar un unitario por El Trece, en 2010. Una oferta que recibió de Suar, con quien a partir del año que viene compartirá algo más que la vida de hogar.

—Sólo hace teatro y vive un amor adolescente, ¿es como un revival juvenil?

—Desde mi juventud siempre hice teatro, de hecho me fui a vivir sola gracias a él. Y hoy me siento muy bien con mi pareja, viviendo el amor desde otra perspectiva, con más madurez.

—¿Qué valor tiene en su vida el amor?

—No puedo vivir sin él. Vivo enamorada. Siempre estoy acompañada, aunque no tenga una pareja estable. Los amores de mi vida los puedo contar con los dedos de una mano.

—¿A qué se debe?

—Soy muy exigente. Pero también tiene que ver con que elegí bien a mis parejas.

—¿Es una mujer difícil?

—Soy una chica brava. Me tienen que saber llevar. Imaginen que soy de Aries, signo de fuego. Cuando algo no me gusta necesito explotar.

—En el amor, ¿la atraen los opuestos?

—En líneas generales, sí. Creo que me llama la atención lo distinto.

—¿Tienen muchas diferencias con Adrián?

—Coincidimos en las cuestiones centrales de la vida, pero somos muy distintos en otros aspectos.

—¿Por ejemplo?

—Él es muy pulcro, en cambio, yo soy muy desordenada en el tema del hogar por ejemplo. Igual coincidimos en que los dos somos muy románticos. Adrián es muy cariñoso, y nos reímos mucho.

—¿Qué la sedujo?

—Adrián es un hombre muy inteligente y muy sensible. Lo admiro como hombre. Es increíble la trayectoria que tiene y cómo armó su vida profesional.

—A diferencia del título de la obra que protagoniza, usted no parece tener un Corazón idiota...

—(Risas). Todos tenemos un corazón idiota, porque nos cuesta dominar los sentimientos. El tema es que con el paso del tiempo una pueda aleccionarlo.

—¿Cómo se siente en la obra?

—Es uno de los mejores trabajos de mi vida. Este año fue muy positivo porque sólo hice teatro. En la primera parte del año protagonicé “La forma de las cosas”, junto a Fernán Mirás, y fue una gran experiencia. Mi personaje era tan fuerte que al final de la obra, en un monólogo, la gente me increpaba y hasta me insultaba en plena función.

—¿Es una terapia para usted el teatro?

—El teatro me hace muy bien. Este fue uno de mis mejores años en lo profesional y lo personal y esta obra, “Corazón idiota”, es una manera de estar conectada con mi esencia. Es una producción que combina baile, canto y actuación en un mismo lenguaje.

—¿Cómo es trabajar con Carla Peterson?

—Con Carla nos conocimos haciendo “Sos mi vida”. Es una gran profesional pero, sobre todo, es una de mis mejores amigas. La admiro y es hermoso poder compartir el escenario con ella.

—¿Y con Adrián?

—Con él no tengo un contacto cotidiano como tengo con los directores y el elenco. Sería más difícil si lo tuviera a mi lado en el día a día. Cuando trabajé con él, en “Sin código”, actuando, o en “Sos mi vida”, me di cuenta que es una gran persona. Lo admiro desde ese lado y también como hombre.

—¿Hay diferencia entre el Adrián que trabaja y el que ama?

—Sí, hay muchas diferencias. Pero desde la pareja lo vivo más de cerca. Es un hombre sensible, inteligente y con un gran sentido del humor.

—En varias oportunidades confesaron su deseo de ser padres, ¿le gustaría tener un hijo con él?

—Por supuesto que quiero tener un hijo con Adrián. Pero eso es un proyecto a futuro. Creo que él, al ser padre, me puede enseñar a ser madre. Su sensibilidad y calidez me brindan mucha seguridad.

—¿Cómo se imagina como madre?

—Puedo ser una madre hippie, que deje a los chicos caminar descalzos por parque Centenario, o puedo ser súper protectora. No sé para qué lado voy a disparar en la maternidad. Tengo un modelo muy importante que son mis padres, dos grandes educadores. En mi caso, no deseo una familia numerosa.

—¿Qué significaron sus padres en su vida?

—Son un ejemplo de esfuerzo. Ellos ejercen como maestros desde los 17 años. Mi madre trabajó toda su vida y tuvo tiempo para educar a sus cinco hijos. Siempre nos dieron libertad al momento de elegir.

—Prefiere casarse y tener hijos, o el orden no altera el producto.

—El casamiento no está dentro de mis matemáticas. Considero a una boda como algo obsoleto, de otra época u otra clase social. Prefiero ser una madre sin alianzas.
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