Solidaridad y negocios

200 mil mujeres donan su pis todas las noches

Durante la noche, varios camiones deambulan por el Conurbano para recoger en bidones el precioso “oro líquido” que donan cerca de 200 mil mujeres. ¿Para qué se utiliza la orina y por qué hay una red de donantes que se toman el trabajo de juntarla?

Bidones blancos. Igual que los cajones de soda, el diario o las cartas, en muchos barrios del Conurbano el día amanece con las entradas de las casas invadidas por dos, tres o incluso más bidones blancos vacíos, con una característica tapa azul. Por las noches, en cambio, esos mismos bidones esperan en las entradas a ser recogidos, aunque llenos de orina.

Solo hace falta agudizar la atención cuando se camina por la calle para ver que, así como hay gente que saca la basura, otra saca pis. Y, si se enfoca aún más, se encuentra otro patrón común: si bien la edad de las mujeres no se dice, todas son abuelas o madres que ya ingresaron desde hace tiempo en la menopausia.

Aunque parezca un hecho curioso, casi 200 mil mujeres del Conurbano juntan pacientemente el fluido que de otra manera iría a parar a las cloacas y lo acumulan en recipientes, para donarlo a un laboratorio que periódicamente pasa a recogerlo. ¿El motivo? A partir de la purificación de la orina, se obtiene una hormona que se utiliza en tratamientos de infertilidad.

Se llama gonadotrofina de origen natural o menotropina, y tiene la función de estimular la producción de óvulos y espermatozoides.  Esta hormona se produce en mayor medida cuando las mujeres entran en la menopausia, por eso, son ellas las elegidas para donar. A cambio, reciben “atenciones”, pequeños regalos de parte del laboratorio. Sin embargo, la idea de “ayudar” a otras mujeres a ser madres suele ser el principal argumento a favor de esta práctica.

Silencio, laboratorio
La empresa que se encarga de la logística y la recolección de la materia prima para la elaboración de gonadotrofinas se llama Biomás y está en el partido de San Martín. El sistema incluye promotores encargados de buscar posibles “donantes” de orina entre las mujeres y distribuyen oportunamente los bidones y obsequios.

 

En el sitio web de la empresa se hace explícita referencia a la actividad. “Usted desecha algo que otras mujeres necesitan para poder ser madres. Puede brindarle a una madre la posibilidad de tener un hijo, simplemente donando su orina”, dice, y acerca un teléfono para consultas y un formulario para inscribirse.

El laboratorio responsable de la producción de la hormona es el Instituto Massone, que se presenta como “el primer productor mundial de gonadotrofinas de origen natural”. Allí, se jacta de una producción anual de este tipo de productos equivalente a 20 millones de viales (frascos/ampollas).

El Instituto cuenta con el aval de organismos internacionales como la Food and Drug Administration de Estados Unidos, y fue premiado en varias oportunidades por revistas especializadas como una de las empresas que más exporta en el mundo. Pese a estos pergaminos, tanto el Instituto Massone como Biomás se negaron a realizar declaraciones cuando fueron consultadas.

Respuesta médica
Felipe Jofré, reconocido especialista en medicina reproductiva y jefe del servicio de Ginecología del Hospital Rivadavia explicó: “Las gonadotrofinas son hormonas producidas naturalmente por hombres y mujeres y su función -como el nombre lo indica- es la de estimular las gónadas, es decir, ovarios y testículos”.

Jofré aclaró también que, “en la mujer, al entrar en la menopausia, el ovario se vuelve refractario a su acción, por lo que la hipófisis incrementa su producción cuatro a seis veces. Estos niveles han despertado el interés de los investigadores desde hace más de 50 años y se las ha purificado de la orina de la mujer menopáusica para utilizar como inductor de la ovulación y, de igual manera, para los tratamientos de fertilidad de baja y alta complejidad”.

Si bien se utiliza acompañado de otros tratamientos, el costo de de cada ciclo de inducción de ovulación “tiene un precio aproximado de entre 300 y 500 pesos”. Pero  las gonadotrofinas también se obtienen de forma artificial. Hace 10 años, aproximadamente, se ha podido sintetizar a estas hormonas por ingeniería genética en forma recombinante, lo que resultó en un producto de máxima pureza y, obviamente, también de mayor costo.”
 
Buenas vecinas
Marta (58) vive en San Martín y la idea de poder ayudar la convenció de acceder a la donación de orina. Cuando llegaron los primeros obsequios, persuadió también a María (58), la vecina de enfrente. No solo comparten la misma edad, sino que ambas también tienen hijos -dos y cinco, respectivamente-. Tal vez por eso se solidarizaron con la propuesta.

“A mí me trajeron un papel explicativo”, contó Marta, “y me dijeron que era para hacer remedios para las chicas que no pueden tener familia y me interesó. Además, todos los meses me traen un regalo”.

“Fuentes, frascos de vidrio, ensaladeras, toallas, repasadores, vasos; todos los meses, del uno al diez, llegan los regalos”, aseguraron. Y detallaron las cuestiones operativas de la recolección que desarrollan desde hace más de cuatro años.

“Los lunes, miércoles y viernes, a la madrugada, tipo cuatro de la mañana, se llevan los bidones cargados que dejamos todas las noches en la puerta de calle. Y durante el día, nos reparten los bidones vacíos”, contaron las mujeres, y juraron que en alguna ocasión sufrieron la inseguridad, ya que les robaron los envases (y no precisamente los que estaban vacíos).

“Ellos, el primer día, te entregan un recipiente para hacer pis junto con los bidones y un regalo; y te advierten que tiene que ser exclusivamente de una persona menopáusica. Una vez me equivoqué y volqué la ‘pelela’ de mi nieta y se dieron cuenta”, recordó Marta.

Que digan lo que quieran.  Lo más complicado de donar orina no es habituarse a larutina de juntarla, sino acostumbrarse a las cargadas y burlas de los que no entienden el acto solidario.



Aunque ya forma parte de una rutina, allegados o personas de la familia de las donantes se toman en broma la rutina. “A mi me dicen: ‘¿cómo te ponés a hacer eso?’, y, para mí, es una obra de bien. Si en vez de tirarlo puedo ayudar a alguien, bienvenido, hay tanta gente que no puede tener hijos”, reflexionó María.

“Yo, a veces, vengo apurada y me olvido”, confesó Marta, “pero trato de cumplir. Cualquier cosa, les pongo un cartelito explicando que no estuve, que me olvidé o que estoy con remedios, para que se sepa que, en esos días, no pude juntar”.

Atenciones
A pocas cuadras del domicilio de Marta está el de María Cristina (63), otra de las mujeres que, voluntariamente, cede “el número uno”, aunque, en su caso, no le importó demasiado el destino final de este desecho, sino que fue “deslumbrada” por los obsequios iniciales.

“Se acercó una promotora hace más o menos seis años. No me dijeron para qué era, pero me gustaron los regalos”, recordó la mujer, y aseguró que “si hacés una recorrida por la noche, vas a ver la calle con todos los bidoncitos llenos”.

Después, empezó a hacer un recuento: “Me trajeron cubiertos, jarros, vasos, elementos de cocina, tuppers, fuentes, ensaladeras, de todo”, y recordó que en la época del uno a uno los regalos eran de otra categoría. “Esto no es nuevo, a una conocida mía le traían también sábanas y manteles”, se lamentó. “La primera vez, me acercaron los bidones, una pelela rosa -identificando mi sexo- y el regalo, y ni les pregunté para que era, no se si me gustó el regalito o que en el fondo tengo algo de nena, porque me dio mucha gracia que la hielera tenga forma de zapallo”, confesó.

A partir de ahí, y hasta hoy, noche por medio María Cristina se encarga de dejar en la puerta los bidones, aunque, por cuestiones de seguridad, los deja del lado interior de las rejas de la puerta de entrada. Viuda y con un hijo, ahora se reconforta en saber que, además de los regalos, pueden utilizar su desecho para algo útil.


Un intercambio sumamente rentable
Si bien el instituto Massone se inauguró en Buenos Aires en 1930 como importador de productos farmacéuticos italianos, recién en 1968 se especializó en la producción de gonadotrofinas de origen natural.

 Dentro de las especialidades que desarrolla con orina como materia prima, se destacan la Gonadotrofina Coriónica Humana (HCG - Coriogonadotripina), Gonadotrofina Menopáusica Humana (HMG - Menotropina) y Hormona Folículo Estimulante Humana (FSH - Urofolitropina). Todos estos productos son destindos a colaborar en tratamientos de fertilidad para parejas que no pueden tener hijos.

En la actualidad, se convirtió en uno de los pilares de la industria farmacéutica nacional. Los principales destinatarios de la producción del laboratorio son Estados Unidos y países de Europa occidental.



Según un ranking de los empresas que más venden en Argentina publicado por la revista Mercado,  el año pasado, el Instituto Massone se ubicó en el puesto 672, con ventas por 195 millones de pesos. En 2007, había vendido 180.  Además, realizó exportaciones por un total de 51 millones de dólares.

La magnitud de la empresa en el país se da, en gran parte, gracias a la orina que reciben por la solidaridad de mujeres con sus congéneres, y que reciben, a cambio, los variados artículos de bazar que les entregan.

Vacío legal
La ley de órganos y materiales anatómicos (Nº24.193) regula la totalidad de la utilización de elementos del organismo humano, pero excluye los que son “naturalmente renovables y separables del cuerpo”.

Por su parte, la ANMAT (Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología médica) sólo se encarga de evaluar la calidad final del producto farmacéutico y no la manera en que se obtiene la orina para producirlo.

El año pasado, la provincia de Buenos Aires estableció, por medio de la Ley 13.893, que “el transporte de la excreta humana en forma de orina, deberá realizarse en vehículos especialmente adecuados a tales fines, cuya aptitud y condiciones de seguridad deberán ser aprobadas”. No explicita nada sobre el lucrativo negocio de la orina.

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