Los oscuros secretos que todavía esconde Alcatraz

Fue la primera prisión de máxima seguridad de Estados Unidos. Albergó a los presos más peligrosos de la historia, pero cerró sus puertas hundida en un océano de críticas y misterios.

"Lo lograron: Alcatraz me quebró". El preso 85 tardó cuatro años en sucumbir ante la tortura psicológica de la primera prisión de máxima seguridad de Estados Unidos. Antes de "La Roca" no había cárcel que pudiera contenerlo; mantenía con comodidad las riendas de la mafia que dominaba la Costa Este del país desde el penal en que lo alojaran. 

Pero todo cambió aquella mañana del miércoles 23 de agosto de 1934 cuando fue embarcado desde la costa de San Francisco rumbo a la "isla del diablo". Fueron 15 minutos de un viaje mucho más sinuoso de lo que él mismo esperaba. Atrás quedaba el mito, a bordo sólo el hombre. Su nombre: Al Capone

En Alcatraz perdió su impronta y poder. Pasó de ser el principal enemigo de una de las potencias mundiales a un despojo humano, con un avanzado cuadro de sífilis, obligado a hacer sus necesidades bajo la atenta mirada de los guardias del penal y a trabajar lavando ropa. Fue humillado por sus propios compañeros y apuñalado por un ladrón de bancos con unas tijeras robadas de la barbería del penal. 

No había privilegios y su mente se debilitaba con el correr de los meses. Tenía sólo 34 años cuando los síntomas de demencia comenzaron a presentarse: desvariaba y casi no se podía mover. Las condecoraciones del hampa quedaron en la costa y su imperio se desmoronaba al ritmo en el que se deterioraba su salud. Cumplió sólo cuatro de sus once años de sentencia y pasó la mayoría de sus días en el hospital de la cárcel. 

Por las 336 celdas de Alcatraz pasaron cerca de 1500 reclusos en 29 años. Ideada para "quebrar a los inquebrables", la vieja prisión de la Guerra Civil se erguía ahora como la respuesta del Gobierno frente al descontrol que imperaba en las calles tras la Gran Depresión. 

Corría la década del 30 y la tasa de homicidios había aumentado un mil por ciento. La marea de sangre, pólvora y dinero sucio que imperaba en el país del norte parió sin imaginarlo dos íconos de la historia policial: Alcatraz y el FBI. 

John Edgar Hoover fue designado como director de la Oficina Federal de la Investigación, que luego se convertiría en el FBI. Su orden fue clara: necesitaba una cárcel ejemplar para amedrentar a los gangsters.

El 12 de octubre de 1933, el Departamento de Justicia adquiere la vieja prisión militar y comienza una faraónica obra para aggiornarla. No sólo se refuerzan las viejas celdas, sino que además se crean seis especiales diseñadas para castigar a los peores presos: los agujeros.

La prisión de Alcatraz en números

  • Estuvo en funcionamiento durante 29 años.
  • Tenía 336 celdas individuales, distribuidas en cuatro bloques.
  • La construcción total alcanzaba los 7.342 metros cuadrados.
  • El agua que la rodea mantiene una temperatura de 10 grados.
  • Fueron 36 los presos que intentaron escapar en 14 oportunidades.
  • El traslado de los prisioneros desde San Francisco duraba quince minutos.
  • Se realizaban 13 conteos de cabeza por día. Uno cada 110 minutos.
  • El silbato matutino era a las 6.30 y las luces se apagaban a las 21.30.
  • Los presos sólo abandonaban sus celdas para comer, en tres turnos de 20 minutos.
  • La sentencia por insurrección era de 19 días en el "agujero".
  • El personal civil de la isla era de 300 personas.
  • Las familias de los guardiacárceles tenían un bowling, un almacén y una cafetería.
  • Cinco fueron los reclusos que se suicidaron.

En La Roca había un guardia cada tres reclusos, mientras que en el resto de las cárceles federales el promedio era mucho más holgado: uno cada 20. El estricto régimen fue pensado para vulnerar la psiquis de los presos, que sólo podían abandonar sus minúsculas celdas para trabajar en los talleres o durante una hora al día -fragmentada en tres turnos de veinte minutos- para comer 

"Era mi primer día en Alcatraz. Lunes a las nueve de la mañana. Me pusieron en la barbería con nueve reclusos y el recluso barbero procedió a cortarle el pelo a su primer cliente. En un momento, el ?cliente' saltó de la silla y el barbero fue tras él con un par de tijeras de 18 centímetros. Lo apuñaló en la garganta, el corazón y los pulmones. Terminé sobre ambos, mientras él seguía apuñalándolo. Ese fue mi inicio en Alcatraz", recuerda George De Vincenzi, guardia desde 1950 hasta 1957. 

Estar del otro lado tampoco era fácil según el ladrón de bancos Robert Schibline, que cumplió cinco años en La Roca. "Mi primer día en Alcatraz, pensé: ?Y ahora, ¿en qué me metí?´. La celda medía 2.74 de largo y 1.52 de ancho. Si no tenías trabajo, estabas ahí metido 23 horas al día. Me sentía como una rata en una trampa". 

Pensar en cómo escapar era entonces uno de los pocos pasatiempos de los reclusos. Pero la fuga debía ser perfecta. Después de todo, el Gobierno la presentaba como la primera cárcel inexpugnable. Rodeada por las frías aguas de la bahía de San Francisco y con vigilancia durante las 24 horas, sólo 36 se animaron a intentarlo. 

Llovieron balas, sangre y torturas ejemplificadoras. Veintitrés reclusos fueron fusilados durante su intento de escape, dos se ahogaron en las frías aguas de la bahía y otros dos fueron ejecutados en la cámara de gas de la prisión de California. El intento de fuga fue la sentencia letal para todos, salvo para Frank Morris y los hermanos John y Clarence Anglin, quienes en 1962 protagonizaron el escape más famoso que, al día de hoy, sigue siendo uno de los misterios de la historia policial mundial.

El último desayuno en Alcatraz: qué se sirvió el jueves 21 de marzo de 1963

  • Surtido de cereales secos.
  • Avena.
  • Huevos revueltos.
  • Leche.
  • Fruta.
  • Tostada.
  • Pan.
  • Manteca

Los 14 intentos de fuga y la sangrienta "batalla de Alcatraz"

El primer recluso en desafiar los muros de La Roca fue Joe Bowers, sentenciado a 25 años por robar 16 dólares y treinta centavos de una oficina de correo. Había llegado a la prisión el martes cuatro de septiembre de 1934, en uno de los primeros grupos de delincuentes.

Las versiones sobre lo que sucedió aquel miércoles primero de abril de 1936 son contradictorias. Muchos lo vieron saltar las dos rejas perimetrales y adentrarse en los vertiginosos acantilados de la isla. Segundos después, se escuchó la advertencia del oficial de la torre de vigilancia y la posterior balacera que terminó con la vida del recluso.

Algunos aseguran que fue su intento de suicidio final. En marzo de 1935, sólo seis meses después de desembarcar en el penal, Bowers había intentado degollarse con el vidrio de sus anteojos. El psiquiatra de Alcatraz, Edward Twitchell, lo atendió, así como lo hizo con el propio Al Capone cuando comenzó a demostrar síntomas de demencia.

"El reciente intento de suicidio fue un montaje. Casi no se lastimó. Si hubiera querido quitarse la vida, tuvo la oportunidad de hacerlo. Creo que sólo intentó llamar la atención. Reconozco que no es un individuo normal, pero no está loco. Sólo está actuando", sentenció Twitchell.

Para otros, no fue un intento de suicidio, sino el primer desafío real a la inquebrantable prisión. Ya sea para alimentar a una gaviota (como reportó uno de los reclusos) o para escapar, Joe trepó el alambrado perimetral y fue acribillado desde una de las torres de control.

Su cuerpo quedó incrustrado entre las rocas de los acantilados que rodeaban a la isla, pero su mito se convirtió en uno de los fantasmas más difíciles de controlar por los oficiales: la libertad estaba a sólo dos vallas de distancia.

El misterio de los desaparecidos ladrones de bancos

Pasaron 974 días para que otros dos reclusos intentaran escapar de La Roca. El 16 de diciembre de 1937, los ladrones de bancos Theodore Cole y Ralph Roe trabajaban en el taller de alfombras de la prisión. El conteo de rutina de las 12.50 dejó tranquilos a los guardias: estaban todos los reclusos. La mañana era fría y una intensa neblina rodeaba a la isla. Cuarenta minutos después, en una segunda revisión, los hombres ya no se encontraban en la habitación.

Un agujero de 22 centímetros de alto y 48 de largo fue el comienzo del intento de fuga. Acompañados por la niebla, los ladrones lograron romper la primera valla con una llave inglesa que habían robado del taller de neumáticos. Nadie los vio. Minutos después se encontraban frente a los 30 metros de acantilados que oficiaban como tercera valla de contención. Saltaron y nunca más se supo de ellos. El Gobierno cerró la investigación de inmediato y declaró que se habían ahogado. Pero nunca se encontraron sus restos y otro mito volvía a envalentonar a los reclusos: la libertad ahora era alcanzar el agua.

El martillazo letal y la sangrienta balacera ejemplificadora

El 23 de mayo de 1938, sólo cinco meses después de que los banqueros desaparecieran en plena fuga, otros tres reclusos, todos condenados por robar bancos, ejecutan su escape: esta vez correrá sangre dentro del penal. Thomas Limerick, Jimmy Lucas (el recluso que había apuñalado a Al Capone) y Rufus Franklin ponen en marcha su plan. Tenían 36, 24 y 20 años.

El sistema de talleres volvía a convertirse en un aliado para los reclusos. Esta vez, el escape comenzó en la carpintería del penal. Primero atacaron al oficial Royal Cline con un martillo. Lo dejaron inconsciente y sangrando: moriría horas después en el hospital de Alcatraz. Después, treparon al techo y se encontraron con otro guardia, Harold Stites, quien sin titubear los bañó a balazos. Limerick murió un día después por las heridas. Lucas y Franklin fueron sentenciados a cadena perpetua por el homicidio del primer oficial.

El falso guardia que disfrutó de sólo nueve minutos de libertad

Desde entonces, otros cinco fallidos intentos tuvieron lugar en la prisión. Ninguno de gran relevancia. Pero el 31 de julio de 1945, John Giles volvió a desafiar los límites de la cárcel más dura de Estados Unidos. Había robado un tren de correo y tenía en su haber dos exitosas fugas que le valieron el ticket a Alcatraz.

Tenía 40 años y la determinación de volver a escapar de las garras del Gobierno. Trabajaba en el puerto de carga de la isla y logró en cuestión de meses hacerse de un uniforme de guardia. Camuflado y con perfil bajo, Giles caminó con tranquilidad por el muelle y se subió a una de las embarcaciones que partían a diario desde el muelle.

Pero calculó mal y se embarcó en la equivocada: en vez de llegar a San Francisco, el barco se dirigió a Angel Island. Las autoridades de Alcatraz ya habían notado su ausencia y reportado a las autoridades de la isla. Fue apresado de inmediato y devuelto a La Roca.

La sangrienta batalla de Alcatraz: el motín que dejó en vilo a Estados Unidos

Durante tres días, el mundo estuvo expectante de lo que sucedía en la pequeña isla de Alcatraz. Seis reclusos habían logrado acceder a la galería de armas de la prisión y tomaron de rehén a un grupo de guardias.

Corría mayo de 1946. El ladrón de bancos Bernard Paul Coy, después de meses de estudiar los movimientos de los guardias, comenzó junto a cinco cómplices la que pensaba sería la fuga perfecta. El primer paso: ingresar a la Galería oeste en la que se encontraban las armas de Alcatraz.

Una vez adentro, sus cómplices llamaron desde el piso de abajo la atención del oficial que custodiaba el lugar. Detrás de él se encontraba Coy, quien logró reducirlo y ahorcarlo con su propia corbata. Fue el primero de los cinco muertos que dejó como saldo el motín: dos guardias y tres reclusos.


Mientras les repartía armas a sus secuaces, el recluso buscaba con desesperación la llave del patio de recreo; la misma que, según sus planes, les garantizaría la salida de la prisión. Armados y ya con nueve guardias de rehenes, el resto de los delincuentes ganaban tiempo y confiscaban las llaves de los otros oficiales.

Sólo uno de los rehenes la tenía, pero no estaba dispuesto a ser quien propiciara la primera fuga exitosa de Alcatraz. En un momento de dispersión, el oficial, William Miller, logró tirar la llave por el inodoro de la celda en la que permanecía recluido.

Mientras seis reclusos tomaban el control del penal, el resto de los presos permanecía en las diferentes áreas de trabajo de Alcatraz. Los oficiales los trasladaron de inmediato al patio central, mientras que en el bloque de celdas "D" comenzaba una sangrienta batalla.

Desesperados al darse cuenta de que no lograrían acceder al patio y continuar con su fuga, los líderes del motín descargaron sus balas contra la celda 403 en la que habían apresado a sus rehenes.

Las autoridades estadounidenses ya habían sido alertadas: un telegrama solicitando refuerzos había llegado a sus manos. La isla se militarizó por completo. Fueron 48 horas de combateabierto hasta que los guardias recuperaron el control del pabellón.

Los líderes del motín Joseph Cretzer, Coy y Marvin Hubbard murieron durante la batalla. El cuerpo de Coy, el cerebro e iniciador del plan, fue encontrado acribillado y vestido con el uniforme de un guardia que había asesinado. Miller, el oficial que escondió la llave maestra, fue fusilado; al igual que su compañero Harold Stites.

Los reclusos Miran Edgar Thompson y Sam Shockley fueron ejecutados el 3 de diciembre de 1948 en la cámara de gas de la prisión de San Quentin. Sólo uno de los miembros originales del motín logró salir con vida, Clarence Carnes; el preso más joven condenado en La Roca, recibió una segunda cadena perpetua a cumplir en Alcatraz. 

Carnes llegó en el sábado 6 de julio de 1945 a La Roca. Debía cumplir perpetua por el asesinato de un sereno. Tenía sólo 18 años y tras el motín adquirió fama mundial; no sólo por su corta edad y su activa participación en la batalla, sino por su posterior contacto con los únicos tres reclusos que, al día de hoy, nadie pudo confirmar si murieron o si lograron lo imposible: escapar con vida de Alcatraz.

La preparación de la fuga perfecta: el último gran misterio de Alcatraz

Corría diciembre de 1961. El armazón de la prisión comenzaba a sucumbir. La sal marina y años de poca inversión habían debilitado la estructura de concreto de 7.432 metros cuadrados. Pero la debacle no era sólo estructural: John FitzgeraldKennedy había asumido hacía nueve meses la presidencia y la sociedad comenzaba a poner en duda los duros métodos de castigo que tenían lugar en La Roca.

El enemigo ahora se encontraba fuera y no dentro de las fronteras. Fue así como el duro régimen de La Roca comenzó a ablandarse y, sin darse cuenta, las nuevas reglas propiciaron la gesta del último gran intento de escape y dieron inicio a la caída de la cárcel más emblemática del mundo. Nadie lo imaginaba, pero en sólo 16 meses Alcatraz cerraría para siempre sus puertas.

"Durante muchos años los presos comían en largas mesas de diez lugares y tenían prohibido hablar. Uno de los grandes cambios fue que a partir de la década del 60 no sólo se había anulado la ley del silencio, sino que además se les permitía comer en mesas de cuatro personas", recordó Jolene Babyak, hija del último alcalde de la prisión, Arthur Dollison.

Habían pasado 15 años desde la "gran batalla" y sólo se registraron dos intentos menores de fugas. Desde el interior de la prisión, cuatro reclusos comenzaron a planificar con precisión quirúrgica su escape. Eran Frank Morris, Allen West y los hermanos John y Clarence Anglin.

Carnes, uno de los líderes del gran motín, decidió ayudar al grupo de reclusos y entregó la información que dio inicio al operativo: "Hay un pasaje secreto al techo al que se puede acceder desde el ducto de ventilación que pasa por detrás de las celdas".

Ya sabían cómo salir, el dilema ahora era cómo romper las parrillas de ventilación de las celdas sin despertar la sospecha de los guardias. Clarence logró robarse una cuchara del comedor y la convirtió en un cincel para picar la pared.

El trabajo les llevó nueve largos meses. Cada uno de los cuatro integrantes del clan hacía lo propio desde su celda, pero en turnos alterados: siempre había uno vigilando que no se aproximara ningún guardia.

Para acelerar el trabajo, la banda aprovechaba "la hora de la música", en la que los reclusos tenían permitido tocar sus instrumentos dentro de las celdas. El bullicio generalizado les permitía hacer su trabajo sin que el ruido los delatara.

"Gracias a la nueva disposición del comedor, la banda podía hablar tres veces al día de cómo avanzaban sus planes y continuar con la fuga. Esta fue una ventaja que nunca nadie tuvo en la historia de Alcatraz", sumó Babyak.

Una vez que lograron acceder al ducto secreto, los cuatro reclusos enfrentaron otro desafío: ¿cómo evitar que los guardias se den cuenta de que no estaban en sus celdas? ¿Cómo tapar el agujero para ganar tiempo?

Taparon el túnel con rejillas falsas que realizaron con revistas mojadas y pintura. Además, crean cabezas falsas de papel mache con una mezcla de cemento casero, las pintan e incluso les ponen pelo real que robaban de la peluquería.

Mientras el resto trabajaba en el operativo para ganar tiempo luego de la fuga, West les propone a los guardias hacerse cargo de la pintura en el bloque superior de celdas: el objetivo era ver de qué manera podía romper las barras de ventilación para escapar a la terraza desde el ducto.

Trabaja tranquilo durante meses. De hecho, quienes visitan en la actualidad el museo de la cárcel pueden observar las últimas pinceladas que dio antes de su fuga, dejando inconcluso el trabajo.

Estaba todo listo, faltaba sólo ver la manera de sortear la violenta marea de las aguas que rodean a la prisión. Para lograrlo, robaron impermeables de goma y confeccionaron con cemento de contacto una balsa, con sus respectivos chalecos salvavidas y remos. ¿Cómo la inflarían? Con un acordeón alterado por Morris.

La noche en la que Frank Morris y los hermanos Anglin huyeron de Alcatraz

Lunes 11 de junio de 1962. Luego de las 10 de la noche, los cuatro miembros del clan comienzan su fuga. Media hora antes, los oficiales habían apagado las luces: no esperaban movimiento hasta las 6 y media de la mañana del martes. Sigilosos, Morris y los hermanos Anglin se despiden de sus celdas.

La directiva era clara: tenían que encontrarse en el ducto secreto detrás de sus celdas. El único que no llegó fue West. Nunca se supo qué fue lo que se lo impidió, si descubrió a último momento que no cabía por el agujero o si sucumbió ante el temor. Sus compañeros no lo esperaron: continuaron sin él.

Los pasos siguientes fueron minuciosamente calculados: accedieron a la terraza por la salida de ventulación. Bajaron por las cañerías y llegaron al suelo. Después, treparon ambas cercas metálicas y llegaron a la orilla. Allí comenzaron a inflar su rudimentaria balsa.

Lo que siguó, nadie lo sabe. Pese al operativo desplegado por el Gobierno, los cuerpos de los reclusos nunca fueron encontrados. Sólo se halló un bolso hecho del mismo material de la balsa con objetos personales de los hermanos Anglin.

¿Cómo se las ingeniaron ? Los archivos del FBI detallan que los investigadores reportaron en los días posteriores que faltaban 37 metros de cable eléctrico. Se cree que los reclusos lo usaron para atar su balsa al último ferry que salió aquella noche de la isla a las 00.10.

Además, durante las inspecciones realizadas en la celda de Morris encontraron tres revistas: un ejemplar de Popular Mechanics que enseñaba cómo fabricar una balsa y un número deSports Ilustrated que explicaba cómo atracar y sacar un barco de un muelle. ¿Y la tercera? Estaba abierta en una publicidad de la cerveza Miller en la que se podía ver a una pareja bebiendo en la costa.

Aunque fueron declarados muertos, el caso sigue abierto: el FBI recién podrá cerrar el caso recién cuando se confirme su fallecimiento o cada miembro del clan alcance los 99 años.

El escape a Brasil, la postal a un recluso y la carta del último sobreviviente

Pasaron 55 años desde el escape y las teorías conspirativas siguen a la orden del día. Según la familia Anglin, los hermanos lograron escapar a Brasil, país desde el que les enviaron postales navideñas durante los tres primeros años posteriores a la fuga. Una foto, que mostraría a los hermanos en la década del 70, fue aportada por un amigo de la infancia de los Anglin, quien aseguró haberlos encontrado en las afueras de San Pablo.

Clarence Carnes, el recluso que participó de la batalla de Alcatraz y que ayudó al clan a escapar de la prisión, aseguró que recibió una postal en la que los presos le reconocían en clave que habían logrado escapar con vida: "Nos fuimos a pescar". Sin embargo, nunca la presentó a la Justicia y se la llevó en 1988 a la tumba. 

El último avance en la trunca investigación tuvo lugar en 2013, cuando el FBI recibió una carta firmada por el mayor de los Anglin. A continuación, el texto completo:

"Mi nombre es John Anglin. Escapé de Alcatraz en junio de 1962 con mi hermano Clarence y Frank Morris. Tengo 83 años y me encuentro en mal estado. Tengo cáncer. ¡Sí, nosotros lo conseguimos aquella noche!
Fran murió en octubre de 2008. Mi hermano murió en 2011. Si anuncian en televisión que iré a prisión por no más de un año y que tendré atención médica, entonces les voy a escribir de nuevo y les dejaré saber el lugar exacto en el que estoy. No es una broma".

El Buró Federal de Investigaciones de Estados Unidos reveló recién en 2018 la existencia de la misiva, que fue descartada después de que los peritajes caligráficos no pudieran determinar la veracidad de la misma.

"La verdad es que todavía no sé si creo que John intentó pedir ayuda. Dijo que tenía cáncer y que estaba muriendo, creo que de ser así hubiera intentado mantener un contacto con nosotros", desestimó David Widner, uno de los sobrinos de los Anglin

¿Pudieron los tres reclusos vencer a la gran roca de cemento? ¿Existió la gran fuga del siglo o murieron ahogados por las fuertes corrientes de la Bahía de San Francisco? Aunque el enigma siga abierto, John, Frank y Clarence lograron lo que muchos presos soñaron durante los 29 años del reinado de cemento y el horror: que Alcatraz cerrara sus puertas sólo nueve meses después de su escape. 

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